Mientras los destinos de playa en Tamaulipas se preparan para recibir a miles de visitantes durante los próximos meses, otro fenómeno, silencioso pero trascendental, se manifiesta con puntualidad ancestral: el arribo de la tortuga lora. Esta especie, símbolo natural del litoral tamaulipeco, comienza su ritual de vida y esperanza al desovar en playas como La Pesca, Tepehuajes, Altamira, Miramar y Matamoros.
Con el hallazgo reciente de 342 nidos y más de 30 mil 800 huevos, la Comisión de Parques y Biodiversidad del Estado reafirma su compromiso por proteger a este quelonio, el más emblemático del Golfo de México y, también, uno de los más amenazados. Loable y necesario es el despliegue permanente de vigilancia en los campos tortugueros, particularmente en temporada vacacional, cuando el desove de las tortugas coincide con la marea humana que se vuelca sobre las costas.
Este encuentro entre naturaleza y recreación, si bien es inevitable, exige una convivencia respetuosa. La labor del personal de la Comisión no sólo se centra en proteger los nidos o en mantener operativos los corrales de conservación, sino también en educar. Aún falta mucha conciencia: turistas que se acercan demasiado, cámaras que destellan sin clemencia, música a todo volumen y basura regada por doquier siguen siendo parte del paisaje.
Es momento de que como sociedad asumamos una responsabilidad compartida. Cuidar a la tortuga lora no debe ser solo una tarea de las autoridades ambientales, sino de cada visitante que pisa la arena. Porque, al final, la supervivencia de esta especie no solo habla de biodiversidad; habla también del respeto que tenemos por nuestra propia casa.
En la intimidad… Tomás Yarrington no regresó a Tamaulipas como un hijo pródigo, sino como un hombre que deberá rendir cuentas.
El ex gobernador, deportado desde Estados Unidos el pasado 9 de abril tras cumplir una sentencia de siete años de cárcel, recibió esta semana un auto de formal prisión en México por delitos que aún lo persiguen, como sombras que jamás se disipan.
La Fiscalía General de la República fue clara: Yarrington es acusado de delitos contra la salud, específicamente por colaborar con organizaciones criminales durante su mandato.
La historia no es nueva, pero sí relevante, porque evidencia el largo brazo de la «justicia» y su implacable memoria. Aquello que no se resolvió hace más de una década, hoy vuelve a ocupar titulares, audiencias judiciales y, por supuesto, la opinión pública, sin embargo, en quellos años el Cártel del Golfo, y los Zetas, eran un mismo grupo antagonico, por eso, acusarlo de «colaborar» con dos cárteles, esta fuera de tono.
Según la autoridad mexicana Yarrington habría posibilitado operaciones del Cártel del Golfo (los otros eran una extensión del ya mencionado), y de Los Zetas, según revelaron labores de inteligencia entre México y Estados Unidos.
Y esa presunta colaboración no es solo un delito técnico, es una traición política: utilizar el poder del Estado para servir al crimen organizado no solo desmorona la confianza institucional, también hiere profundamente al tejido social de una entidad ya golpeada por la violencia.
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