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Que esto es mio y eso es tuyo suena más a pleito de recién separados, o de niños que interrumpen su juego por enojo, o a disgusto y disolución de cualquier tipo de sociedad entre particulares, que al discurso civilizado, cuerdo y sensato de cualquier político o servidor público medianamente moderno y diplomático.  Y sin embargo, abundan los políticos, sean de la derecha más liberal o del izquierdismo más «progre» (sista), que no tienen reparo ni pudor alguno al momento de enarbolar banderas excluyentes o separatistas, cuando no de plano xenófobas, si de tratar de quedar bien con sus representados se trata, aún a costa de incurrir en lo políticamente incorrecto.  Y para ilustrar con buenos ejemplos lo que aquí se menciona no hay que ir hasta el vecino país para escuchar a un Donald Trump y sus huestes decirle a Jorge Ramos o a cualquier otro mexico-americano aquello de «Vete a tu país» (la versión gringa o réplica del «Yankee go home», tan recitado por los gobiernos social comunistas): basta con recordar a los que, vestidura desgarrada en mano, le espetan lo mismo a una «señorita Laura» que adquirió la nacionalidad mexicana hace ya varios años, tan sólo porque lo hizo con todo y su producción televisiva de contenido chatarra.

Así, entre el mundillo político de nuestro suelo nacional es de lo más normal oír a un don Peje despotricando contra las empresas y capitales extranjeros «que se adueñan de nuestraj riquezas», a la vez que contrata a cuanto asesor europeo o sajón, o estadounidense, le endulza el oído cada vez que está en campaña… o sea: siempre.  Como tampoco resulta raro escuchar desde un gobierno supuestamente de centro-izquierda que la minusvalía de nuestra archirrequeterrecontra devaluada monedita llamada peso es buena para la economía nacional.

A veces, los afanes patrióticos de la clase política se van a tal extremo que acaban degenerando en regionalismos o incluso localismos ridículos, por decir lo menos.  Tome usted por ejemplo el caso de Ciudad Madero y de quienes, siendo o habiendo sido funcionarios públicos de esta suerte de «Pelotillehue» a la mexicana, invierten tiempo, dinero y esfuerzo no propios, sino del municipio, para tratar de hacerle ver a medio mundo (¡qué al país ni qué nada: a medio mundo, faltaba más!) que la playa de Miramar (o playa Miramar) está en su territorio, y no en Tampico, como se viene diciendo desde que Madero todavía ni existía, ¡caramba!

El enojo de gente como la cronista local por esta cuestión, la de que se siga relacionando a playa Miramar (su playa, dicen ellos) con la ciudad y puerto de Tampico, se justifica por la falta de conocimiento (no estamos diciendo ignorancia, sino su eufemismo) en cuanto a la historia se refiere: Tampico tuvo, en efecto y por más de un siglo, playa, y más concretamente tuvo como parte de su territorio a playa Miramar, llamada así desde tiempos casi coloniales, porque la independencia se acababa de consumar.  La villa donde vivía esa legendaria mujer llamada Cecilia quedaba adentro de Tampico, como quedaba también la comunidad de Árbol Grande, como quedan ahora Tancol, Germinal y el Arenal… y el Cascajal, igual.  Luego, apenas naciendo la ahora ciudad petrolera y ya teniendo un buen tiempo de difunta la doña con cuyo nombre se había bautizado al villorrio con cabecera municipal en Tampico, a la categoría de Municipio Libre se le sumó la imposición, al mismo tiempo, del nombre: se eligió el apellido del apóstol de la democracia porque precisamente así se llamaba la refinería que ya existía y la cual había contribuido, con su intensa actividad y oferta múltiple de trabajo, al desarrollo de aquel sector de la ahora conurbación.  Y todo esto fue justo al final de la década del veinte del siglo pasado: más de cien años después de la fundación del Tampico actual, que hasta entonces tuvo playa: la de Miramar.

Ah, no: pero ahora resulta que, por aquel separatismo basado en un singular amor a la patria chica, el bello nombre de la playa sudtamaulipeca lo quiere reemplazar el regidor Francisco Castañeda Cruz, panista, por el de «Playa Madero».  No tiene nada de raro, claro, si consideramos que así se llama el municipio donde quedó situado dicho litoral desde hace ya muchas décadas.  Pero, ¿se puede alguien imaginar por ejemplo hoy en día a algún político estadounidense, aspirante o no a hueso grande en la vecina nación, pidiendo que se rebautice a las ciudades de San Francisco, Los Ángeles, San Antonio, San Diego y El Paso con nombres en inglés y que reflejen, de paso, la esencia religiosa protestante de la mayor parte de su población, y no remitan en cambio al catolicismo, como ahora…?  ¿Qué diría la opinión pública mundial si, de pronto, al presidente de los Estados Unidos que esté en turno se le ocurre cambiarle el nombre a Nuevo México por el de New América, sólo porque está dentro de su federación…?

Pero cuando uno cree que los bolcheviques se fueron con todo y la Unión Soviética desde la última década de la centuria anterior, y no habrá ya nadie que quiera renombrar a las bonitas San Petersburgos con los neciamente honrosos nombres de Stalingrados, vienen próceres mexicanos del marxismo más trasnochado a resucitar, por ejemplo, águilas imperiales para tratar de imponerlas como nuevo escudo nacional, por puritito amor a la patria.

 

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Opinión

La diversidad no se reduce a múltiples colores

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Por: Zaira Rosas
zairosas.22@gmail.com

Imagina que te atrae una persona y esa atracción es vista como una enfermedad
mental. Que, por amar o vincularte afectivamente, se te niegue la entrada a ciertos
lugares o seas objeto de burlas, violencia o exclusión. Esto, por increíble que
parezca, fue una realidad cotidiana para muchas personas de la comunidad
LGBTIQ+ antes de los años 70. Y aunque los tiempos han cambiado, todavía hoy
la diversidad sexual puede ser motivo de múltiples formas de discriminación,
abiertas o encubiertas.
Junio es conocido como el mes del orgullo. No es una fiesta vacía ni un desfile de
colores sin historia: se conmemora una lucha de décadas. Un punto clave fue el
28 de junio de 1969, cuando en el bar Stonewall Inn, en Nueva York, miembros de
la comunidad resistieron una redada policial. Aquella noche marcó el inicio de un
movimiento revolucionario que dejó claro que nadie debía esconderse por amar
diferente. Desde entonces, cada año recordamos que la dignidad, el respeto y los
derechos no deberían estar en juego por la orientación sexual o identidad de
género.
En México, según datos del INEGI, al menos un 5.1% de la población se identifica
como parte de la comunidad LGBTIQ+. Esto equivale a más de cinco millones de
personas que, aunque no deberían tener que exigirlo, reclaman algo tan básico
como la igualdad de derechos y una representación respetuosa en todos los
espacios, desde el ámbito legal hasta los medios de comunicación.
Sin embargo, aún hay muchos retos. Uno de ellos es la resistencia al uso del
lenguaje inclusivo. Cada vez que alguien escribe “todxs” o “todes”, no faltan las
críticas que lo reducen a una “moda absurda” o un “atentado al idioma”. Pero el
lenguaje no es estático: evoluciona con la sociedad. El lenguaje inclusivo no
pretende destruir la gramática, sino visibilizar a quienes históricamente han sido
borrados del discurso. Es una herramienta para reconocer la existencia de
identidades no binarias y otras expresiones de género. Negarse a su uso no es
defender el español: es cerrar los ojos ante realidades que nos incomodan o que
simplemente no entendemos.
Otro punto importante es la forma en que muchas marcas “se suben al tren” de la
diversidad en junio, pero se bajan en cuanto termina el mes. Cambian sus
logotipos a los colores del arcoíris, lanzan campañas “inclusivas” y presumen su
compromiso con la comunidad, pero en la práctica no garantizan espacios seguros
para sus empleados diversos, ni promueven políticas de inclusión real. A esto se

le conoce como “lavado rosa” (o pinkwashing): una estrategia de marketing que
usa causas sociales para limpiar la imagen de las empresas, sin un compromiso
auténtico detrás. La diversidad no puede reducirse a una estrategia de ventas o a
un filtro en redes sociales.
Afortunadamente, ha habido avances. En México, el matrimonio igualitario ya es
legal en todo el país. Se han aprobado leyes contra terapias de conversión y
existen esfuerzos por reconocer la identidad de género en documentos oficiales.
Sin embargo, la violencia sigue siendo una constante. Según datos de
organizaciones civiles, México es uno de los países con más crímenes de odio por
orientación sexual o identidad de género en América Latina. El cambio legal es
importante, pero el cambio cultural es urgente.
La diversidad sexual no debería ser motivo de debate, sino de respeto. Es parte
de lo que somos como humanidad. Negarla o limitarla es negar la riqueza de
nuestras diferencias. La apertura hacia la diversidad no exige que todas las
personas cambien quiénes son, sino que comprendan que hay otras formas
válidas y dignas de existir. Que el amor no necesita permisos ni justificaciones. Y
que reconocer los derechos de otros no resta los propios.
La verdadera inclusión no ocurre con logos arcoíris ni con discursos políticamente
correctos, sino con acciones constantes, con voluntad para aprender, con empatía,
y con leyes que garanticen derechos, pero también con una sociedad que no
castigue la diferencia.
Porque la diversidad no se reduce a múltiples colores: se trata de vidas, historias,
luchas y dignidad. Y ninguna de ellas debería ser invisibilizada.

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Opinión

Cuando el Estado actúa, el crimen retrocede

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Este fin de semana quedó demostrado que, cuando las instituciones del Estado mexicano trabajan coordinadamente y sin protagonismos, el crimen organizado tambalea. La detención de 32 personas y el aseguramiento de una amplia gama de recursos operativos, financieros y logísticos de una estructura dedicada al robo de hidrocarburos desde 2015, es la muestra viva de que la inteligencia y la perseverancia vencen donde la impunidad alguna vez se impuso.

El anuncio no lo hizo un político en tribuna, ni se montó en el espectáculo mediático de la mañanera. Fue Omar García Harfuch, en representación del Gabinete de Seguridad Nacional, quien dio la cara un domingo por la tarde, en un momento estratégicamente elegido para dejar claro que esta operación fue técnica, no política; profesional, no improvisada. Una muestra de respeto a la inteligencia civil y militar, y una línea clara entre los que toman decisiones y los que actúan con eficacia.

Durante más de seis meses, se operaron tareas de inteligencia e investigación en Querétaro, Ciudad de México y Estado de México. El resultado: se desmanteló una organización criminal que, durante casi una década, robó hidrocarburo del Estado con impunidad.

Esta red criminal no solo tenía una estructura operativa, sino una arquitectura institucional paralela: tanques, remolques, cajas secas, vehículos blindados, armas de fuego, droga, medicamentos controlados y hasta animales exóticos. Esto no era una célula criminal, era un cártel huachicolero.

Entre los detenidos, destaca Cirio Sergio Rebollo Mendoza, conocido como “Don Checo”, de 55 años, líder absoluto del grupo; y Luis Miguel Ortega Maldonado, alias “Flaco de Oro”, de 40 años, su principal operador. Pero no actuaban solos. Aurelio “Gepeto” Hernández Lozano, ingeniero experto en estructuras de tanques, facilitaba las ventas; Diego Rebollo González llevaba logística; Heréndira “Yeye” Jacala García, tejía relaciones con autoridades y transportistas; e Israel “El Mil Millones” Molina Núñez fabricaba documentación falsa para maquillar la procedencia del hidrocarburo robado.

La operación culminó con la detención de estos personajes y el aseguramiento de 12 inmuebles, 21 tractocamiones, 14 semirremolques, 36 armas, casi 16 millones de pesos en efectivo, y la clausura de tomas clandestinas. Una intervención quirúrgica, con sello mexicano, pero también con el pulso firme y la asesoría silenciosa de agencias de inteligencia norteamericanas. La cooperación internacional fue discreta, como en los viejos tiempos del sexenio de Enrique Peña Nieto, pero con resultados medibles y contundentes.

Esta no fue una simple redada. Fue el desmantelamiento de una economía paralela. El mensaje es claro: ya no hay espacios seguros para el crimen organizado, ni siquiera en estructuras que parecían blindadas con poder económico, contactos y operaciones encubiertas.

En la intimidad… A los alcaldes de Altamira, Ciudad Madero y Tampico: Armando Martínez, Erasmo González y Mónica Villarreal, el mensaje es frontal. Si el auxilio de las fuerzas federales se ha vuelto un acto recurrente porque sus administraciones carecen de estructura, hombres y estrategia para atender incluso lo más básico, entonces no se quejen mañana cuando los mandos federales tomen decisiones más allá de sus escritorios.

Cuando el poder civil pierde la capacidad de servir, la autoridad real se reconfigura. La administración no es un ejercicio de fotografía y discurso. O retoman el control o lo delegan por omisión.

Porque, mientras ustedes celebran festivales o simulan operativos, el Estado —ese que no duerme, ese que sí actúa— está administrando ya lo que ustedes dejaron a la deriva ¡si no pueden con esto…!

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Opinión

El pacto de Américo en el sur

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No es una exageración, ni una metáfora forzada. Este martes quedó clarísimo quién es el auténtico consentido del Dios de la lluvia: el doctor Américo Villarreal Anaya. A su paso por el sur de Tamaulipas casi ni una gota. Literalmente, ni un charco en su camino. Ni lodo en su calzado ni tráfico por encharcamientos, y eso que, durante los últimos cuatro días, Ciudad Madero, Altamira y zonas bajas de Tampico han estado bajo agua, en riesgo y con la paciencia agotada de la gente que no termina de entender por qué el gobernador sólo vino a dos eventos públicos y se fue sin mirar atrás.

Uno de esos actos, el Foro Consultivo CENAGAS 2025, reunió a una élite técnica y política para hablar de gas natural, expansión de infraestructura, almacenamiento estratégico y generación de energías limpias. Y sí, eso suena bien, eso suma.

Ah, pero el cielo fue benévolo. El médico, que seguramente alguna vez le recomendó a Tláloc un “chipichipi” para el insomnio de la tierra, logró caminar bajo nubes tranquilas. El mismo martes, vecinos de colonias como Adriana González, Heriberto Kehoe, Revolución Verde o la Miramápolis, andaban entre lodo, mientras en la CMIC, el gobernador hablaba de energía limpia, sustentable, renovable… y absolutamente seco porque Villarreal Anaya, resultó ser el consentido.

En el evento, el director general de CENAGAS, Cuitláhuac García Jiménez —el fracasado exgobernador veracruzano con nuevos encargos federales— fue enfático: “La transformación ya empieza a ser palpable en este estado”.

También se anunció una inversión de 42 mil 700 millones de pesos para la rehabilitación y expansión del sistema nacional de gasoductos. Tamaulipas quiere su rebanada de ese pastel. Y es justo. Aquí hay tierra, viento, sol, mar y voluntad técnica.

Walter Julián Ángel Jiménez, secretario estatal del ramo energético, habló incluso de un proyecto inédito en el país: almacenamiento subterráneo de gas natural en el llamado “campo Brasil”. Suena a revolución energética. Ojalá no sea sólo otra promesa enterrada en papeles.

Porque los tiempos cambian, sí, pero en muchas calles del sur de Tamaulipas, el olor a agua estancada y promesas a medias sigue siendo el mismo de siempre.

En la intimidad…  Es imposible no notar lo que algunos pretenden que pase desapercibido. En primera fila, con presencia firme y rostro atento, Esdras Romero Vega. El exalcalde, exdiputado, exlíder de la Sección Uno del STPRM, y aún con hilos en las altas esferas del sindicato petrolero, no es un simple espectador. Su sola presencia manda un mensaje.

¿Qué hace Esdras tan cerca del poder estatal y federal en un foro de gas natural? ¿A quién le apuesta rumbo al 2027? ¿Ya hizo su jugada para el 2026? El hombre que lo supo todo en PEMEX no se sienta sin propósito. Si está ahí, es porque algo se está negociando.

Tamaulipas se juega mucho en los próximos años: energía, territorio, poder… y si Esdras está en primera fila, es porque también tiene su parte del tablero. La pregunta no es si está de regreso, sino con quién. ¿Américo lo ve? ¿Claudia lo tolera?  Esdras, no está tomando té, ya pactó y desde hace rato.

davidcastellanost@hotmail.com
@dect1608

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Opinión

Mejoramiento del sistema de Salud en Tamaulipas

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Uno de los temas más sensible para la población en general, al margen de los temas de seguridad, corrupción, impunidad, que pudieran existir, respecto a las regiones, es el que corresponde a la Salud. Como ciudadanos, vemos que el sistema de Salud en México prácticamente se encuentra colapsado, a pesar de los esfuerzos o las ocurrencias, como usted lo prefiera ver, que realiza el gobierno federal, para reinventar la atención médica.

En medio de este caos nacional, surge una esperanza de una mejor atención, médicos capacitados, instalaciones de buen nivel y la inversión en infraestructura hospitalaria con recursos bien aplicados como lo vemos ahora en Tamaulipas.

Solo basta con las opiniones de quienes han tenido que pasar por aluna atención en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) para conocer experiencias que llegan a ser difíciles de creer por la pésima atención, aunque algunos las contrastan con la surte de ser bien atendidos.

En lo que respecta al sur de Tamaulipas, la diferencia desde las instalaciones es verdaderamente notable. Mientras que la sala de urgencias del IMSS, parece centro de atención de guerra, en el Canseco, las áreas están limpias y los pacientes reciben una atención digna. Claro, la saturación de uno con respecto del otro, pudiera ser uno de los motivos, pero la diferencia está en que uno recibe cuotas obrero patronal y el otro no.

Américo Villarreal Anaya, gobernador de Tamaulipas y médico de profesión,  le ha tocado estar en ambos lados del servicio de salud del Estado. Sabe de las carencias con las que se trabaja y ahora de la necesidad de mayores recursos para atender la demanda ciudadana.

Estuvo de visita ayer en el sur de Tamaulipas para participar en diferentes actividades y se dio el tiempo para realizar un recorrido por el nuevo Hospital General de Ciudad Madero, el cual se ha retrasado prácticamente 10 años.

Se habló que se cuenta con un avance de casi el 90% y se espera que en unas cuantas semanas se pudiera abrir a la atención médica en tanto se concluye con el resto de las áreas hospitalarias que pudiera ser para el próximo año de acuerdo a las partidas presupuestales.

El nuevo hospital civil de Madero cuenta con equipamiento de alta, mediana y baja tecnología, lo que garantizará la realización de todos los estudios, sin que sea necesario el traslado de pacientes a otros puntos del estado.

Este nosocomio será uno de los más modernos de Tamaulipas, al contar con áreas para tomógrafo, mastógrafo, osteodensitómetro, arcos en C, ultrasonogramas de 4ª dimensión para la revisión intrauterina, además de rayos x fijos y portátiles, además de un acelerador lineal, incluyéndose las áreas comunes del hospital.

En cuanto a los medicamentos, comentó que se avanza en este tema para que los familiares de pacientes no tengan que surtir ellos mismos las recetas, procurando que sea el mismo hospital el que entregue el medicamento, tal y como debe ser, aunque se reconoció que todavía existen áreas de oportunidad que se irán subsanando para una mejor atención.

El gobernador de Tamaulipas, dijo que además como obras complementarias al hospital, se ampliará el acceso vial y se agilice el acceso, pues al estar en funcionamiento, la actual calle se verá rebasada en su capacidad.

Desde el OBSERVATORIO estaremos al pendiente de este tema muy  sensible para todos como lo es la atención médica de calidad y sobre todo digna que todos merecemos.

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