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Opinión

La deuda social del Museo de Tampico

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Gran Tampico
Por Julián Javier Hernández
Cuando Josep Pla pasó un fin de semana en Nueva York, desechó la idea de que el símbolo de la ciudad fuera la Estatua de la Libertad, el Centro Rockefeller o Times Square, es decir, todo lo que se considera característico. A él no le pareció así, y expresó su preferencia por el Museo Metropolitano de Arte, también llamado Met.

Desde luego, notó el fulgor del éxito en cada rincón de la urbe, pero solo el Metropolitano le comunicó la grandeza real de Nueva York. “El síntoma externo más explícito de la riqueza de esta ciudad es el museo”, escribió Plá.

Estas palabras me hicieron pensar en la imagen que el Museo de Tampico refleja en la comunidad. ¿Lo siente suyo la gente? ¿Despierta el sentido de pertenencia en la región?

Antes de responder, averigüé cuál era la experiencia del Museo Metropolitano de Nueva York en ese sentido y si existía algún punto de coincidencia, siquiera de principios, con el nuestro.

Para empezar, New York City es una zona compuesta por cinco municipalidades (boroughs), cada una con funciones y características propias: Manhattan (famosa por su centro financiero), Brooklyn, Queens, Bronx y Staten Island. Para no alargar la explicación, asentaremos que la unidad histórica que las sostiene no disuelve la diversidad cultural que hay en ellas; sin contradicción, son una cosa y, a la vez, son cinco.

Pero, si usted piensa que en el Bronx están preocupados por los vecinos de Manhattan, se equivoca; para ellos, el Bronx es primero. Del mismo modo, los simpáticos sicilianos de la Pequeña Italia no le piden recetas de cocina a los irlandeses de Brooklyn. A ninguna otra ciudad le viene mejor el nombre de Babel que a Nueva York, ya que aquí se hablan 75 idiomas.

Y, sin embargo, cuando quieren mostrar su imagen al país o al mundo, de buen grado se unen bajo el único rótulo de Ciudad de Nueva York.

Para corresponder con ese sentido de identidad, los fundadores del museo decidieron declararlo metropolitano y lo dejaron claro desde el nombre mismo. Así, los cinco boroughs o municipios pueden cultivar sus propias tradiciones y sentirse igualmente orgullosos del Met.

En cambio, el Museo de Tampico está dedicado principalmente a este puerto y solo sirve a su gloria. Nada ilegítimo tiene este fin, pero hay que preguntarse si la suerte del recinto no mejoraría al volverse metropolitano, como el neoyorkino o como el Centro Cultural, en la Laguna del Carpintero, cuyos espacios son valorados por los tres municipios.

Como el sentido de pertenencia del Museo de Tampico termina ahí, poco interés despierta entre maderenses y altamirenses, quienes lo dejan un tanto fuera de su vista.

Es una pena que los tres municipios, unidos en tantos planes metropolitanos para crecer y prosperar, no estén aliados en una obra con deseos de trascendencia.

También, es error nuestro asignarle un fin comunitario al Museo de Tampico cuando, en realidad, tiene dueño y, como todo comprador, hace lo que guste con su propiedad. Un grupo de empresarios lo costeó y ahora se encarga de administrarlo con ayuda de José Ángel García Elizondo, presidente del patronato. Están en su derecho, pues, de manejarlo como se ve.

Pero, si ese derecho proviene del patrimonio que han cedido, entonces el municipio también puede exigir beneficios concretos, no para sí, sino para la gente. Recordemos que, por un lado, la construcción y equipamiento se cubrió con fondos privados y, por el otro, el edificio se adquirió con recursos públicos.

El Museo de Tampico, alojado en un inmueble municipal, no reintegra nada a los ciudadanos; no les concede la entrada libre ni un día, como el Marco de Monterrey, ni condona el pago a menores de 12 años, como el Metropolitano de Nueva York.

A los tampiqueños les costó 6 millones de pesos la casona Fernández, aunque otros hablan de 21 millones por aportaciones agregadas, pero nadie sabe con certeza que pasó, como tantas cuentas oscuras que dejó el exalcalde Chucho Nader.

Recientemente, tuve la oportunidad de plantearle estos puntos a Elvia Holguera, directora del Museo de Tampico.

– ¿De dónde obtienen recursos para el mantenimiento y los salarios? -le pregunté.

-Todo lo cubrimos con ingresos propios, de las entradas que recibimos. El trabajo del patronato ha sido fundamental para este resultado.

– ¿No es demasiado pronto a un año de haber iniciado?

-Es que también tenemos ingresos por la renta de espacios, como el auditorio, el patio y los jardines, que son aptos para eventos, cursos y conferencias. Y, también, el municipio nos sigue apoyando.

Algo, como una descarga eléctrica, me punzó.

– ¿El municipio los sigue apoyando?

-Sí -dijo ella-. Todos los museos reciben apoyos oficiales y es normal.

-Entonces, ¿por qué no permiten la entrada libre a escuelas públicas, a menores sin recursos, si ustedes reciben ayuda?

– Ay, ¿sabes cuánto pagan? Cuarenta pesos.

– Cuarenta pesos no son nada para nosotros, pero hay niños que van a la escuela sin desayunar. En Tampico, una de cada tres personas es pobre. Lo dijo la licenciada Mónica Villarreal, y con razón, porque lo informó el Coneval.

– Oye, todo cuesta -dijo la directora-. Además, ya previmos eso: tenemos un programa para que una empresa patrocine a una escuela. Nosotros hacemos la invitación a las compañías y agendamos la visita de los alumnos.

Si los particulares pagan la entrada de niños insolventes, tiene menos justificación que el municipio lo siga subsidiando. Cierto, Tampico es una de las ciudades con mejores servicios en el estado, pero aún enfrenta rezagos en abasto de agua, seguridad e infraestructura. En ese sentido, sorprende la ingratitud del Museo al sacrificio que hace la ciudad y su población.

En cambio, para inaugurar la obra, la dirección organizó tres cenas a unas cuantas personas; luego, sin reparar en gastos, contrató alfombra roja, luces escenográficas y valet parking, y se aseguró de que lo cubriera la prensa más cursi. “Es que teníamos qué agradecer a los donadores», dijo Elvia Holguera. Me pregunto si los demás tampiqueños, cuyos recursos se entregaban al museo, no merecían también un gesto de amistad. Puede decirse que esos vinos y filetes, al menos en parte, los pagó el pueblo.

No es un plato de comida para el público lo que se  pide aquí, sino más responsabilidad social, como hacen los museos serios.

Por desgracia, un sentimiento de avaricia parece cundir en el Museo de Tampico, donde hoy, a un año de operación, jamás han invitado a los reporteros a un recorrido. He aquí la razón de que no exista un reportaje completo de este recinto. Por lo mismo, tampoco parece tener un equipo de mercadotecnia.

Eso sí, toda la semana, desde el día inaugural, se publicaron fotos de Chucho Nader en revistas caras y redes sociales, alzado a la categoría de amante del arte. Esto también, por cierto, se saldó con recursos públicos.

Queda la impresión de que el proyecto sirve para fines políticos, hedonistas y comerciales, y no como símbolo cultural y de identidad para el puerto, incluso para la zona conurbada.

Como tal, el Museo de Tampico no es un proyecto terminado y aún puede corregirse y mejorar su funcionamiento. Pero, si es el monumento “más explícito de la riqueza de una ciudad”, como cree Josep Pla, entonces representa los sueños y actitudes de una minoría.

Opinión

Generación sexta o solo una mala idea mal planeada

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La reciente movilización bautizada como protesta de la “Generación Z” terminó exhibiendo más torpeza que músculo social. No fue una radiografía del ánimo juvenil del país, sino un ejemplo claro de cómo una causa potencialmente válida puede diluirse cuando quienes la convocan no tienen un mínimo entendimiento del contexto, del calendario ni de la lógica social. Es decir, están en una vida paralela que los evidencia.

Aunque les duela, ahí les va. El primer error fue elemental, me refiero al haber convocado  en una fecha totalmente inconveniente. Hacer una marcha en pleno fin de semana largo, cuando el país está volcado al descanso, al consumo y a la derrama económica del Buen Fin, era garantizar que la conversación pública estaría lejos de temas políticos. Sin duda alguna, la mayoría de las personas estaba dedicada a aprovechar ofertas, viajar o convivir, no a revisar redes sociales con la intensidad habitual, mucho menos a sumarse a un movimiento cuya logística nunca quedó clara.

Ese desinterés natural se agravó con otro yerro de cálculo, sí, suponer que la ciudadanía, en días de asueto, iba a estar pegada al celular siguiendo contenido político. Las dinámicas digitales cambian en fechas festivas. Los hábitos se relajan.

Los organizadores ignoraron algo básico, que un movimiento que pretende irrumpir en el panorama nacional necesita que la gente esté atenta, no desconectada, incluso, que los burócratas estén en sus oficinas metidos en el trabajo, no pensando en sus vacaciones de fin de semana.

A ello se suma otro factor que, en regiones como la zona metropolitana de Tampico, era absolutamente previsible. Las protestas que presumen ser impulsadas por juventudes terminan fracasando cuando carecen de liderazgos jóvenes realmente genuinos. La convocatoria no prendió entre los sectores juveniles más activos de la zona. Y era lógico, esos jóvenes han demostrado, una y otra vez, que no siguen causas improvisadas ni proyectos sin estructura, es más, andan en otro mundo. El vacío lo llenaron adultos, opositores tradicionales, voces ya conocidas, lo cual terminó por romper la idea de una expresión auténticamente generacional, sí, mi tía Laura allí andaba y eso que ya le batalla para caminar, pero, como sea, le reconozco su valentía y empuje por amor a México.

En otras palabras, los organizadores quisieron presentar una irrupción juvenil, pero entregaron un acto dominado por adultos que, además, llegaron sin una narrativa cohesionada y sin capacidad para capitalizar políticamente el momento. No hubo claridad en las demandas, no hubo método, no hubo conducción. Una protesta sin brújula se convierte rápidamente en ruido blanco. Y eso fue.

La falta de logística se hizo evidente desde antes del arranque. No hubo estructura, no hubo planeación territorial, no hubo un mapa mínimo de operación. La protesta se fue inflando digitalmente, pero sin sustancia organizativa detrás. Y cuando un movimiento nace sin estructura, cualquier actor político puede absorberlo, distorsionarlo o utilizarlo para justificar lo que convenga. Ahí es donde entran personajes como los maromeros de Morena, expertos en convertir las fallas ajenas en excusas para refrescar sus narrativas y justificar sus propios excesos y abusos de poder. Les dejaron el camino demasiado fácil.

Es necesario decirlo con franqueza: esta protesta dejó ver un hartazgo social, hay deseos de cambio, hay jóvenes que quieren hacer algo distinto, pero, los organizadores desperdiciaron una oportunidad importante. En vez de incomodar al sistema, le regalaron una válvula de escape. En lugar de presionar, permitieron que se respirara. Cuando un movimiento no logra convertirse en un punto de quiebre, termina siendo un despresurizador que, lejos de tensar, relaja al poder.

Manifestarse no es una ocurrencia, es una estrategia. No es un hashtag, es una operación. No es un impulso, es una responsabilidad. Si se pretende construir un movimiento que represente a una generación completa, se necesita algo más que entusiasmo. Se requiere método, logística, inteligencia, una lectura fina del contexto y sobre todo la capacidad de convertirse en un verdadero contrapeso.

En la intimidad… Mientras unos improvisan protestas sin rumbo, otros sí están construyendo espacios de reflexión y diálogo con impacto real. Los días 6 y 7 de noviembre, la Universidad Autónoma de Tamaulipas, en coordinación con la Comisión Presidencial para la Reforma Electoral, el Gobierno del Estado y diversas instituciones, fue sede de los Diálogos sobre la Reforma Electoral. No fue un evento menor. La UAT abrió simultáneamente sus espacios físicos y virtuales en Nuevo Laredo, Reynosa, Matamoros, Ciudad Victoria, Mante y Tampico para un ejercicio plural que reunió autoridades, especialistas y comunidad universitaria.

El resultado fue contundente: más de tres mil propuestas recabadas y más de cinco mil asistentes. Un documento académico ya fue elaborado como testimonio de este esfuerzo colectivo.

El rector Dámaso Anaya Alvarado destacó la relevancia histórica del ejercicio para la Universidad, señalando que este proceso consolidó a la UAT como referente nacional en la formación de ciudadanía crítica y pensamiento democrático. Subrayó que la institución abrió sus puertas como nunca antes para un análisis profundo del sistema electoral mexicano, permitiendo que la ciudadanía reflexionara sobre los pilares que sostienen la vida democrática del país.

El rector reconoció la visión de la presidenta Claudia Sheinbaum por impulsar una reforma electoral incluyente y agradeció al gobernador Américo Villarreal Anaya la confianza depositada en la capacidad académica y social de la institución. Extendió también su reconocimiento al INE, al IETAM y a todas las instituciones públicas y privadas que respaldaron esta jornada cívica.

Mientras algunos movimientos sociales se desinflan por falta de método, la Universidad, desde la academia, está marcando ruta: abrir espacios, escuchar, debatir, construir y aportar. Esa es la diferencia entre la improvisación y la transformación.

davidcastellanost@hotmail.com
@dect1608

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La economía y los pueblos mágicos 

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La economía, como concepto y como ejercicio cotidiano, suele parecer un territorio para especialistas. Sin embargo, cuando una institución pública decide abrir sus puertas a la discusión global, es posible apreciar que detrás de cada indicador, cada gráfica y cada decisión de política pública, hay implicaciones directas para la vida de los ciudadanos. La Semana Internacional de la Economía, organizada por la Facultad de Comercio y Administración Victoria de la UAT, dejó claro que Tamaulipas requiere de más diálogos como este: conversaciones serias, informadas y sin triunfalismos, que permitan comprender hacia dónde se mueve el país y cuáles son las rutas que podrían mejorar el futuro inmediato de la región.

Durante cinco días, del 10 al 14 de noviembre, académicos e investigadores de organismos nacionales e internacionales se presentaron ante estudiantes que, quizá sin saberlo, están siendo testigos de un momento crucial para México. El panel inaugural, dedicado a la transición energética y al nearshoring, reunió a voces que han seguido de cerca fenómenos que ya impactan a la industria, el comercio y las finanzas en la frontera noreste.

El Dr. Rafael Alejandro Vaquera Salazar, la Dra. Yolanda Villegas González y la Dra. Ruth Azucena Bordallo Favela expusieron un panorama en el que México y Tamaulipas enfrentan tanto oportunidades de inversión como desafíos regulatorios. La transición energética, más que un concepto aspiracional, se ha convertido en un reto inmediato que exige visión, infraestructura y decisiones responsables. El nearshoring, por su parte, continúa atrayendo movimientos corporativos que redefinen cadenas productivas completas y que obligan a las regiones a estar preparadas técnica, administrativa y laboralmente.

En otra jornada, el especialista del Banco de México, Dr. Leonardo Torre Cepeda, recordó algo que suele quedar rezagado en las narrativas políticas: sin productividad no hay crecimiento real. Su análisis regional sobre el periodo 2006-2025 evidenció que la mejora de salarios, la competitividad y la estabilidad económica dependen de manera directa del rendimiento laboral y de la capacidad para generar valor. Lo que expuso no es un pronóstico, sino una advertencia: la productividad debe asumirse como un proyecto de Estado, pero también como una responsabilidad social que involucra a empresas, gobiernos y universidades.

A lo largo de la semana se sumaron actividades que permitieron a los estudiantes contrastar experiencias e investigaciones con enfoques diversos. Desde el conversatorio con alumnos de intercambio, hasta el Panel de Egresados, la UAT mostró una comunidad académica que dialoga con el mundo y que busca ampliar sus horizontes. El Dr. Jorge Omar Moreno Treviño abordó la relación entre transporte público y brecha de género en el mercado laboral, mientras que el Dr. Nahuel Oddone, de CEPAL, habló de políticas de desarrollo productivo en México, un tema que sigue siendo un pendiente nacional.

El cierre incluyó un análisis subnacional de políticas productivas, a cargo del Dr. Ramiro Esqueda Walle y del Dr. Francisco García Fernández, y un taller peculiar pero necesario: “Economía que se entiende”, una introducción a la lengua de señas que representa el tipo de inclusión educativa que debería ser constante.

La Semana Internacional de la Economía no fue un acto protocolario; fue un ejercicio de actualización académica que resalta la importancia de que la UAT continúe vinculándose con organismos que tienen mucho que aportar al desarrollo regional. En un estado que enfrenta desafíos complejos, eventos como este permiten abrir el diálogo y preparar mejor a quienes estarán involucrados en la toma de decisiones públicas y privadas durante la próxima década.

En la intimidad…El sur de Tamaulipas vive un momento de reposicionamiento turístico. En Pachuca, durante la séptima edición del Tianguis Nacional de Pueblos Mágicos, la alcaldesa de Tampico, Mónica Villarreal Anaya, recibió la estafeta para que la ciudad sea sede en 2026 de uno de los eventos más relevantes de promoción turística del país.

Ante representantes del sector, Villarreal Anaya destacó la ubicación estratégica de Tampico, que funge como punto de conexión natural con la Huasteca y con los destinos emblemáticos de Tamaulipas, como Tula y Ciudad Mier. La alcaldesa aseguró que la edición 2026 permitirá consolidar la oferta turística de la zona sur, detonando la derrama económica para hoteleros, restauranteros, transportistas y prestadores de servicios.

Acompañada por Karime Cámara Chaín, titular municipal de turismo, la alcaldesa puntualizó que su administración ya trabaja con las instancias federal y estatal para garantizar condiciones de logística, movilidad y seguridad. El reto es considerable, pero también lo es la oportunidad: más de 170 pueblos mágicos del país confluirán en un mismo punto, llevando consigo cultura, identidad y comercio.

Tampico se prepara para recibirlos. Y esta vez, la responsabilidad no es solo organizar un evento, sino demostrar que el sur de Tamaulipas tiene la capacidad y la visión para consolidarse como un referente turístico nacional.

davidcastellanost@hotmail.com

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Opinión

Entre el desencanto y la oposición

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Por: Zaira Rosas
zairosas.22@gmail.com

Carlos Manzo fue uno más de los alcaldes que se sumó a la lista de ejecutados y
abatidos por el crimen organizado, sin embargo, su muerte no quedó como un
titular más, desde el pasado 1 de noviembre, después de recibir múltiples balazos
en medio de un evento público, frente a su familia y la comunidad, su muerte
resuena como una señal de desencanto ante la constante inseguridad del país.
Su trayectoria era una oposición en sí, pues, aunque formó parte de Morena por
corto tiempo, también mostraba una clara oposición a estrategias de seguridad,
pues su vida estuvo ligada en todo momento a múltiples eventos trágicos como la
pérdida de familiares y toparse constantemente con cuerpos inertes a manos de
grupos armados. Su propia historia fue la motivación para desear un espacio
distinto para nuevas generaciones, la seguridad era su prioridad y sabía el riesgo
que conllevaba.
Ahora su muerte es el símbolo de procesos de reclutamiento juvenil por parte del
crimen organizado, quien le disparó ni siquiera cumplía con la mayoría de edad,
prueba constante de cómo el crimen organizado busca múltiples maneras de
adiestrar a niños y jóvenes, quienes de igual forma terminan perdiendo la vida.
Carlos conocía las formas de operar, sabía que Michoacán era un terreno fértil
agrícola, pero también para la delincuencia y de ahí que sea un territorio constante
en disputa por los cárteles. Quien fuera alcalde de Uruapan había mostrado
públicamente su desencanto con el gobierno en turno y tenía su propio
movimiento, el del sombrero, mismo que hoy en día surge como una posible
oposición. En 2024 demostró que las candidaturas independientes podían vencer
al movimiento de regeneración nacional que, si bien había ganado fuerza a lo
largo y ancho del país, también hubo al menos 11 alcaldías independientes en
México que buscaban nuevas alternativas.
Recién celebrada la llamada marcha de la generación Z, esta surge como un
nuevo llamado de hartazgo sobre la violencia y la inseguridad, utilizó el sombrero
como símbolo de esperanza, pidió a las autoridades justicia sobre el asesinato de
Carlos Manzo, uno más de tantos servidores públicos que son abatidos a manos
del crimen organizado, sin embargo, en la marcha no solo hubo jóvenes
integrantes de la generación Z, la marcha fue multigeneracional, pues el llamado
de atención fue colectivo.
¿Fue una marcha organizada por la oposición? Es posible que sí, un espacio
aprovechado por partidos que llevan años queriendo retomar el rumbo y
aprovechan cualquier oportunidad para señalar las fallas del gobierno en turno,
pero también es cierto que la respuesta al llamado no es por desinformación, es

por la necesidad de un gobierno mejor que parece no presentarse bajo ningún
color. Hay un desencanto colectivo de quienes veían esperanza en un gobierno
del pueblo y que al igual que los anteriores solo se ha servido del pueblo,
principalmente en los niveles locales donde el pueblo viste Carolina Herrera,
derrocha opulencia en lugar de austeridad y con sobrada soberbia se saben
protegidos por un partido más.
La marcha del fin de semana tendrá su interpretación según el cristal con que se
mire, desde la represión que días antes acordonó la capital o de quienes se
quedan con disturbios generados por personas que incluso podrían no haber sido
realmente partícipes de una marcha o quizás representa un llamado de ayuda de
un porcentaje que vive en total amenaza por crímenes que no se resuelven y en
medio de un país donde persiste la impunidad.
Si incluso la presidenta es víctima de acoso ante los ojos públicos, si la seguridad
de quien cuida del país también está amenazada ¿no debería ser un llamado de
auxilio para todos?, la marcha puede pasar como una más, al igual que lo pudo
ser el asesinato de Carlos Manzo, sin embargo, de pequeños eventos suceden
grandes cambios y mientras haya quien se sume a la lucha quizás el desencanto
se pueda transformar en una verdadera acción de cambio.

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Opinión

El eco de Michoacán y la advertencia del norte

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Otra vez Michoacán. Otra vez el gobierno federal con el uniforme de la esperanza y el gesto de la autoridad. En 2006, Felipe Calderón bajó de un helicóptero para anunciar el “Operativo Conjunto Michoacán”, y con él, la famosa —y sangrienta— “guerra contra el narcotráfico”. Hoy, Claudia Sheinbaum presenta su “Plan Michoacán por la Paz” como la primera gran prueba de fuego de su administración.

Cambia el discurso, cambia el tono… pero el escenario es el mismo: un crimen que desafía al Estado, un gobierno que promete paz y un país que escucha, escéptico, los tambores que dicen no ser de guerra.

La presidenta evita cuidadosamente las palabras que marcaron la época calderonista. No habla de enemigos ni de “combates frontales”, prefiere hablar de reconstrucción, justicia y tejido social. Pero el lenguaje no cambia la geografía de la violencia: Michoacán sigue siendo el epicentro del temblor nacional, ese punto donde la realidad se impone a la retórica.

Y aunque el nombre del plan suene conciliador, en el terreno la narrativa se diluye. Los despliegues militares se multiplican, los retenes se endurecen, las operaciones llevan consigo la misma fragancia del pasado: la del poder que busca imponer orden sin entender que el miedo, en México, se volvió un idioma que todos dominamos.

Mientras tanto, el norte del país empieza a vibrar en una frecuencia muy parecida a la que en otro tiempo destruyó la estabilidad de Tamaulipas. En las carreteras que conectan los ductos y las terminales, los transportistas de combustibles han comenzado a vivir bajo amenaza. En los patios de carga, los hombres duermen dentro de las cabinas, cuidando más su tanque que su vida. El robo, la extorsión y los bloqueos son ya parte del paisaje cotidiano.

Y el murmullo crece.
El de los choferes, los empresarios, los sindicatos que empiezan a coordinarse, discretamente, cansados de pagar piso y de enterrar compañeros. Se oyen rumores de un paro en cadena, de una maniobra calculada para frenar el flujo de combustible… incluso del que surte a los aeropuertos. Un movimiento así —si ocurre— no sería solo una protesta: sería una sacudida económica capaz de poner a prueba la estabilidad de un gobierno que presume paz mientras su infraestructura energética se tambalea.

Tamaulipas ya conoce ese libreto. Lo vivimos cuando las carreteras se volvieron territorios prohibidos, cuando los policías locales dejaron de servir a la ley y empezaron a servir a sus verdugos. La historia se repite con la frialdad de quien no teme ser descubierta. Hoy, en las comandancias de algunos municipios fronterizos, se respira ese mismo tufo que precede a la infiltración: el silencio cómplice, las patrullas que desaparecen a ciertas horas, los informes que nunca llegan.

Sheinbaum promete no caer en los errores del pasado, pero las señales no son alentadoras. La “guerra” ya no se llama guerra, se llama plan; los soldados ya no son ejército, son Guardia Nacional; y las cifras, en lugar de cuerpos, son porcentajes cuidadosamente alineados en las conferencias de prensa.

En Palacio Nacional parecen convencidos de que las gráficas bastan para contener la realidad. Que mientras los números bajen, el país respira. Pero allá afuera, en las carreteras del norte, los transportistas saben que la estadística no frena balas ni impide cobros de piso. Y los michoacanos —esos que ya vieron este ciclo antes— saben que los planes por la paz suelen nacer de la guerra que se niega a ser llamada por su nombre.

Tamaulipas, durante el calderonismo, fue la advertencia que nadie quiso leer. Hoy vuelve a asomar su sombra: una frontera en tensión, policías divididos, crimen que se adapta más rápido que la política.

Quizá el gobierno no quiera escucharlo, pero el país entero siente ese rumor incómodo, el que anuncia que algo grande se está gestando bajo la superficie. Y cuando los camiones de combustible se detienen, cuando el rugido de los motores calla en señal de protesta, el eco no solo se escucha en las terminales o los aeropuertos: retumba en el corazón del poder.

Porque a veces, la historia no se repite por destino… sino porque el poder se empeña en no aprender de su propio espejo.

En la intimidad…  El rector de la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT), Dámaso Anaya Alvarado, visitó la Escuela Preparatoria No. 3 con el propósito de extender el vínculo con su comunidad estudiantil, académica y administrativa, además de constatar los avances en infraestructura y desarrollo académico que impulsa este plantel universitario.

Durante su recorrido, realizado en el marco del programa “Un día con tu rector”, Dámaso Anaya fue recibido por la directora del plantel, Maribel Soberón García, junto con docentes y estudiantes, quienes compartieron los logros, proyectos y experiencias que distinguen a esta preparatoria.

El rector destacó la importancia de mantener un contacto directo con la comunidad universitaria escuchando de primera mano sus inquietudes y acompañando sus avances, como parte de una administración cercana y comprometida con todos los programas educativos de la UAT.

Como parte de su visita, constató el avance de la construcción de la techumbre en la explanada central, que servirá para actividades sociales, culturales y deportivas, y que forma parte del compromiso institucional de mejorar los entornos educativos y promover la convivencia estudiantil.
Asimismo, recorrió el centro de cómputo, recientemente modernizado con 40 nuevas computadoras de última generación y tres pantallas interactivas instaladas tanto en el área de cómputo como en aulas del plantel.

Durante su estancia, el rector conoció al grupo del programa bilingüe, una de las principales fortalezas académicas de la Preparatoria No. 3, que permite a los jóvenes cursar diversas asignaturas en inglés, fortaleciendo sus competencias lingüísticas, comunicativas y de liderazgo desde el nivel medio superior.

El rector expresó su reconocimiento al trabajo de los docentes y al esfuerzo de los estudiantes que participan en este programa, reiterando su interés en fortalecer la enseñanza del idioma inglés y en promover el desarrollo integral del estudiantado de este nivel educativo.

En otro punto del recorrido, sostuvo un diálogo cercano con el personal docente que participa en el curso de homologación de Unidades de Enseñanza-Aprendizaje, quienes compartieron sus experiencias y reflexiones sobre los procesos de enseñanza en el nivel medio superior. Asimismo, visitó las aulas, el laboratorio de ciencias, estands de emprendimiento estudiantil y diferentes espacios del plantel, donde convivió con alumnos destacados, reconociendo su entusiasmo, talento y compromiso con la comunidad universitaria.

Con esta visita, el rector reafirma su compromiso de impulsar una educación media superior de calidad, cercana y transformadora, centrada en el crecimiento académico, humano y social de sus estudiantes, fortaleciendo con ello la misión institucional de servir con excelencia a la sociedad tamaulipeca.

davidcastellanost@hotmail.com
@dect1608

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