Tampico Tamps.- Dicen que «portero sin suerte, no es portero»: en realidad el cronista o narrador deportivo que acuñó esa frase para los partidos de fútbol hace ya varios años, no hacía sino parafrasear una máxima de periodismo idéntica, mucho más antigua, y que toma como sujeto y predicado, sustantivo y adjetivo, al reportero.
Confiadote, y como mal mexicano, el autor de este pequeño relato dejó para el último momento, en el partido conmemorativo del septuagésimo aniversario, hace exactamente dos semanas, y en el de cuartos de final, la compra de dos boletos para entrar al estadio Tamaulipas con su ahijado Christopher, futbolista amateur, categoría 2001, desde su tierna infancia, es decir, «ayer», y por supuesto: aficionado de la Jaiba Brava.
Ambas fechas futbolísticas las cosas salieron bien: no hubo problema alguno para adquirir en taquilla, casi para iniciar ambos juegos, las localidades, pero en esta ocasión la suerte no jugó más a favor del reportero (si acaso lo haría el cielo), ya que el compromiso adquirido apenas el lunes de regalarle un par de entradas a su hermano se tambaleó cuando, con rostro de incredulidad, escuchó y confirmó, en la tienda de deportes acreditada, que ya no había ni un solo boleto, cosa que corroboró, al par de minutos, a través del facebook: «Gracias», decía un texto sobre la foto del graderío lleno, acompañado, el término, por la frase «boletos agotados», y eso fue entre el mediodía y la una de la tarde, sí: este mismo miércoles.
Desesperado, este reportero que se niega a hablar en primera persona más por pena que por guardar las formas, contactó al compañero Martín De Luna, que presumido había colgado en su perfil de «feis» la foto de sendas entradas, pero no obtuvo más respuesta inmediata el típico ícono de una carita redonda y amarillenta pelando los dientes en lenguaje harto subliminal, y ante ello, apeló a un recurso al estilo «as bajo la manga» de Homero Simpson: «hablarle a mi viejo amigo de la secundaria Luigi, integrante de la Terrorizer».
Luigi, a quien no estaba pidiendo regalado nada (aunque para el caso, eso y comprar los boletos de emergencia sea exactamente lo mismo), no llamó… pero a Dios nuestro Señor también le gusta el fútbol y, al fin albiceleste, hizo aparecer en el horizonte cotidiano del colaborador de REPORTE NORESTE a los dueños de la Jaiba Brava, quienes, tras entrevista -pensó él, o sea yo-, no se negarían a vender el par de entradas tan afanosamente buscadas a esa hora de la tarde (3 p.m.), y casi acierta, porque no le vendieron los boletos que necesitaba… se los regalaron, como diciendo, «sufrís porque querés, boludo»
Alejandro
3 diciembre, 2015 at 11:32
Qué suerte, no tuvo que pagar $50 a los guardias-staff que estaban dejando pasar en la entrada a cambio de dicha cantidad.
Jesús Bravo
4 diciembre, 2015 at 14:43
Eso es grave, Alejandro. Ojalá que la directiva sepa ya de esto, pero de no ser así, cuenta con que lo sabrán. Gracias por comentar.