“La paradoja del PRI… la paradoja del Peje”.
La triple paradoja: ¿acaso existe tal cosa? Primero que todo, habría que empezar por explicar qué cosa es una paradoja. La Real Academia de la Lengua Española define por paradoja a todo aquel “hecho o expresión aparentemente contrarios a la lógica”. Derivada del latín paradoxus, y con raíz griega, dicha palabra se refiere a una figura retórica consistente en el uso de expresiones que envuelven una contradicción. Así pues, una paradoja bastante simple sería, por ejemplo, la expresión imperativa: “¡Hazlo ahora mismo!”, algo imposible de atender, dado que para cumplir con esa demanda es necesario terminar de escuchar, por lo menos, la segunda palabra, y para cuando se empiece a satisfacer el enunciado deseo, el instante aquel, “ahora mismo”, habrá ya expirado. Por lo regular, las paradojas resultan ser así: una contraposición de un par de ideas o manifiestos destinados a jamás andar por la misma línea.
Pues bien, aquí se ha de postular, no ahora mismo, pero sí enseguida, una triple paradoja que, en todo caso, sería más bien cuádruple, dado que en términos teóricos, al menos, resulta posible. Y se trata de esto: el PRI parece estar destinado, inevitablemente, a una muy anunciada derrota electoral dentro de dos años, tal como acaba de ocurrir al final de la primavera en 7 estados del país y en la misma Ciudad de México. El fracaso de ese partido en los comicios federales para renovar la presidencia de la república es, en este momento, lo más seguro para la mayoría de los analistas políticos, las casas encuestadoras y habitantes mismos del territorio nacional. A menos que, y he aquí la primera parte de esa paradoja, Andrés Manuel López Obrador fuera postulado como su candidato para dicho cargo de elección popular, mismo que, después de todo, el tabasqueño ha estado buscando alcanzar a toda costa desde que inició su gestión como Jefe de Gobierno del Distrito Federal, hace ya casi dieciséis años. Suena escandaloso, pero esa sería tal vez la única manera de que el Partido Revolucionario Institucional conquistara la otrora llamada “máxima magistratura” de la nación. Y es que, a fin de cuentas, igual de seguro, por lo menos, que la salida del tricolor de Los Pinos, se avista el triunfo en las futuras votaciones de AMLO, al que se ve, en la actualidad, como el aspirante más firme y el que encabeza las encuestas.
Paradoja a la doble potencia: López Obrador, anti-priísta no por naturaleza (en la política nació como militante del PRI), pero sí por determinación suya durante las tres últimas décadas, terminaría, en el hipotético caso de que lo candidateara el Revolucionario Institucional, convirtiéndose a ese “lado obscuro” que tanto ha señalado delante de sus huestes, lo que le transformaría automáticamente en MALO ( y ya no AMLO), con mayúsculas, tanto para buena parte de su gente como para los que, siendo anti-priístas, como él, pero sin ser necesariamente adeptos a su causa, lo observan hoy en día como una posibilidad rumbo al 2018. E igualmente a la inversa: a esa militancia y simpatizantes del PRI, por pocos o muchos que queden aún, cuya animadversión por “El Peje” se ha dado en absoluta correspondencia a la beligerancia verbal del de Macuspana contra el tricolor, les resultaría una afrenta y el colmo, lo peor que podría pasarles, el que sus dirigentes le llegaran a entregar tal candidatura al señor López. De modo que, ante un escenario así, lo más seguro es que ambos, Peje y PRI, perdieran la presidencia de México, y por ello es un absurdo, una auténtica paradoja, el siquiera imaginar, ya no digamos plantear, como se hace aquí, un panorama de semejantes dimensiones.
Pero a ver, por fin: ¡¿la única forma en que el PRI ganaría la presidencia de México sería postulando al Peje, o luego entonces, si así fuera, sería esa la única manera de hacer perder a López Obrador?! ¿No son acaso ambos planteamientos totalmente contradictorios entre sí, y al serlo y siendo también un solo postulado en su forma, constituyen una o un par de paradojas…? Desde luego que se trata de una doble paradoja, y de hecho, cuádruple, por la contradicción que ya de sí resulta, desde ambos lados, el verse siquiera como una mera suposición dentro de un escenario así. Sin embargo, hay todavía una tercera vía paradójica, y es el hecho de que, al ser como el agua y el aceite ambas personas, la física encarnada por AMLO, y la moral representada por el PRI (¡¿en serio…?! ¡otra paradoja!), jamás podrá ser viable una unión entre ambos, al menos partiendo de la lógica. Y precisamente por ello, porque tales polos opuestos no podrán encontrarse, no harán fuerza (sea para perder o ganar) y no se mimetizarán, pues, es que acabarán minándose a costa de combatirse hasta quedar totalmente endebles, deformes y lo suficientemente desagradables como para repeler, lejos de atraer, a ese gran cuerpo social que se llama electorado en la futura elección, la del 2018. Negativo más negativo es igual a negativo. Negativo dividido da el mismo valor. Justo como se hallan ahora…
Un momento: ¿porqué decir que López Obrador perdería si las cosas, después de todo, siguen tal como hasta ahora, cuando líneas arriba se acaba de mencionar lo que todos los enterados y especialistas en política y análisis, en estudios de opinión, ya conocen, y es el hecho de que “el Peje” va arriba en las encuestas…? Por una razón bastante obvia, evidente y sencilla: A López Obrador lo bajará de las encuestas, lo “tumbará”, se lo acabará y lo aniquilará, el propio López Obrador: su eterno “yo”, su “yo” contra todos, su “yo” contra ustedes”, su “yo” para siempre, su “yo, yo y siempre yo”, que desde ahora comienza a trabajar ya en contra suya, y que lo llevará a caer de la gracia de aquellos mismos a los que había conquistado, porque el de Tabasco se encuentra ligado irremediable y voluntariamente, en esencia, a sus valores más negativos, antes que a aquello que de él puede resultar positivo. Y cuando se ve favorecido por las circunstancias, como ahora mismo, es cuando más parece huir de ese estado, como si aborreciera todo lo que sea positivo incluso para él mismo. Y ahora mismo lo vemos: sumándose sin necesidad alguna a una causa destinada al fracaso, como es la causa del odio y la violencia que enarbolan a modo de estrategia, en vivo y por redes sociales, todos esos grupos de no-maestros que ha adoptado como “entenados” suyos la CNTE, AMLO ha comenzado a tomarse, partícula por partícula, la cápsula de un cianuro político cuyo amargo sabor ya conoce, porque lo probó en 2006 y 2012, y a cuyo gusto no sólo se acostumbró, sino que ya le halló el gusto. Triple paradoja.