En una democracia, el voto es el instrumento que nos otorga el poder de decidir quién legisla, quién ejecuta y quién representa. A través del sufragio, elegimos a quienes guiarán nuestras instituciones. Sin embargo, no todo debe someterse a la mayoría, ni todo debe ser definido por la emoción popular del momento.
Hay decisiones que exigen razón más que pasión, principios más que promesas. Elegir jueces mediante el voto popular puede parecer democrático, pero, en realidad, es una amenaza silenciosa contra la verdadera justicia.
México atraviesa un momento crucial de definiciones. Las instituciones están bajo la lupa y, lamentablemente, la confianza ciudadana en el Poder Judicial se encuentra tambaleante. Ante este panorama, algunos proponen que el pueblo sea el encargado de elegir a sus jueces, como si la imparcialidad judicial pudiera nacer del aplauso o la simpatía del electorado. Sin embargo, lo que olvidan es que la verdadera justicia no se construye a partir de la popularidad, sino a través de la independencia y la aplicación rigurosa de la ley.
El juez debe ser un muro firme frente al abuso, no una veleta que gire al ritmo de las encuestas. Su labor exige independencia, conocimiento profundo del derecho, valentía y ética. Cuando un juez depende de los votos para conservar su cargo, surge una pregunta crucial: ¿A quién obedecerá? ¿A la Constitución o a los intereses que financian su campaña? ¿A la ley o al clamor momentáneo de una sociedad polarizada y afectada por las emociones del día a día?
El ejemplo de Estados Unidos es ilustrativo en este sentido. En muchos estados, los jueces, al acercarse una elección, se ven presionados a endurecer sus sentencias, no porque lo dictamine la ley, sino porque temen perder apoyo popular. Este fenómeno, conocido como «populismo penal», distorsiona la función del poder judicial y convierte la justicia en un instrumento de aceptación popular, más que de imparcialidad legal. En el caso de Bolivia, donde los jueces son electos, el sistema ha quedado secuestrado por la política, con magistrados que se alinean con los intereses del poder político, y no con la ley que deben interpretar y aplicar.
Elegir jueces a través de las urnas es invitar al oportunismo y a la demagogia jurídica. La justicia se convierte en un espectáculo y no en un proceso guiado por principios éticos y legales. Lo que México necesita no es más votación, sino una mejor selección judicial: un proceso basado en méritos, con exámenes rigurosos, con vigilancia ciudadana constante y contrapesos institucionales que garanticen la autonomía del poder judicial. Solo así los jueces podrán servir a la ley y no a los intereses momentáneos de una sociedad que, por su naturaleza, puede ser volátil y polarizada.
Razonar nuestro voto significa también reconocer que no todo debe ser sometido a votación. No todas las decisiones deben ser decididas en las urnas. La justicia necesita mantenerse a distancia del poder político y de la voluntad popular, porque solo así puede ser verdaderamente imparcial. Lo que debe unirnos como ciudadanos no es el impulso de votar por todo, sino la responsabilidad colectiva de proteger aquello que está por encima de cualquier otro interés: el Estado de Derecho.
El sistema judicial debe estar al servicio de la ley, no de los intereses del momento. No es en la arena política ni en la efervescencia electoral donde se debe decidir quiénes serán los encargados de administrar justicia. México necesita un poder judicial sólido, independiente y libre de presiones políticas o populares, porque solo de esa forma podremos garantizar una verdadera justicia para todos.
¿y tú, votarías por el más popular o por el más preparado?
En la intimidad… Dicen que cuando las mujeres deciden dejar huella, lo hacen con el corazón por delante, la mirada firme y la convicción de transformar. Y es ahí, en la intimidad de los actos más humanos, donde nace la verdadera grandeza. Este lunes 7 de abril quedó demostrado que Tamaulipas no solo tiene mujeres de palabra, sino de acción.
Desde el corazón académico de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, el rector Dámaso Anaya Alvarado hizo entrega del nombramiento como Presidenta Honoraria de Familia UAT a la Lic. Isolda Rendón Monterrey una mujer cuya sensibilidad no conoce límites y cuya visión ha convertido a ese programa en una sólida columna vertebral de respaldo social y universitario.
Quien ha seguido el andar de Isolda Rendón sabe que no busca reflectores, pero hoy la luz la encuentra por derecho propio. En tan solo un año, más de 15 mil personas han sentido el impacto de su trabajo, a través de donaciones, programas infantiles, apoyo en catástrofes naturales y una infinidad de acciones que definen con claridad lo que es la empatía en su estado más puro.
Y no es casualidad. Familia UAT, bajo su dirección, ha trascendido los muros de la universidad para convertirse en una red de apoyo que, con el respaldo del DIF Tamaulipas, alcanza a las comunidades más vulnerables. Una red que no sólo entrega ayuda, sino que abraza con dignidad, respira inclusión y habla el idioma del altruismo.
Mientras tanto, en Tampico, otra mujer pisa fuerte: la alcaldesa Mónica Villarreal Anaya, quien de la mano de Luz Adriana Villarreal —titular del DIF Municipal— ofreció a los pequeños usuarios del sistema un día para guardar en el alma: la «Fiesta de Pascua», celebrada en el Vivero Didáctico, fue más que un convivio, fue un acto de cercanía, amor y compromiso con los más vulnerables.
Lo que para muchos podría parecer solo una actividad recreativa, en realidad es el reflejo de un gobierno municipal que escucha, que se detiene a mirar a los ojos de sus niñas y niños, y que les tiende la mano con cariño. Brincolines, shows musicales, la tradicional búsqueda de huevos de pascua… sí, todo eso ocurrió, pero el verdadero regalo fue la presencia de dos líderes que entienden que servir es también celebrar la vida.
Isolda echa raíz en la universidad, y Mónica florece entre la gente. Dos mujeres que, desde distintos frentes, trabajan por una sola causa: el bienestar de las familias tamaulipecas.
Porque el servicio público, cuando se hace desde el alma, se nota. Y en la intimidad de estos actos, el pueblo agradece, aplaude… y confía.
davidcastellanost@hotmail.com
@dect1608