Por Jesús Bravo.
Separados por apenas cuadras, el edificio que por décadas albergó al desaparecido colegio Motolinía, de la colonia Águila, y aquel que hoy en día sigue ocupando el Instituto de Ciencias y Tecnología de Tampico, en la calle Mango del sector residencial Altavista, tuvieron su origen el mismo año: 1945, cuando también fue inaugurado el monumental kiosko de la Plaza de Armas, en el centro de esta ciudad y puerto.
Fue un período, el de la postguerra, en que todavía el esplendor económico generado por la industria petrolera, para entonces ya expropiada, y por el propio movimiento comercial portuario que aquello propiciaba, dejaban una derrama económica importante para la región, y ello se veía reflejado físicamente en el surgimiento de ostentosas construcciones y monumentos como los ya referidos, que eran producto de las inversiones locales y foráneas, y que seguían modificando positivamente el panorama urbano.

En céntricas calles, como las que hoy en día llevan los nombres de Aduana, Salvador Díaz Mirón, Fray Andrés de Olmos y Benito Juárez, lo mismo que en arterias situadas al interior de esas colonias surgidas precisamente a raíz de toda la bonanza económica que hubo en la primera mitad del siglo pasado, se puede hallar en la actualidad el testimonio arquitectónico de tal clase de infraestructura inmobiliaria, aunque la tendencia, de continuar como hasta ahora, sea su desaparición.
Una situación que ha sido evidente en especial durante el año más reciente, en el que han sido demolidos lo mismo emblemáticas casas del estilo de la que tuvo por sede al ya citado colegio Motolinía, que inmuebles de mucha mayor antigüedad, como la centenaria casona de varios niveles que había sobre avenida Hidalgo, en la colonia Del Pueblo, y cuya fachada contaba con terrazas de un extremo a otro desde el primer piso.
A ambas construcciones se las borró del paisaje citadino de Tampico y al mismo tiempo de su catálogo de edificios antiguos, si es que tal cosa existe en realidad, y de la misma manera se echó abajo, a lo mucho en un par de días apenas comenzando julio de este 2016, la residencia de estilo inglés que se hallaba también sobre avenida Hidalgo, pero junto a la iglesia de San José, en la colonia Lauro Aguirre, y una vivienda de madera del tipo americano situada al inicio de la vieja ruta «Colonias», a una cuadra del principal eje vial, demolición que se dio apenas en el curso del último año.
Y en ninguno de esos casos ha habido un solo organismo que se oponga, mediante recurso legal alguno, al derribe de esa parte de la historia en Tampico, sino al contrario: ante argumentos como el esgrimido por José Eduardo Zamorano, director de la Unidad Municipal de Protección Civil para demoler «por peligroso» uno de esos viejos edificios, asociaciones civiles de la talla de «Rescate Histórico de México», con sede en esta ciudad, han guardado absoluto silencio.