Hay una frase que me encanta, afirma: “Cada quien tiene su propia historia. Vive tu vida que la del otro…ya tiene protagonista”
El Filósofo, es protagonista de una vida bien vivida y mejor bebida, soy un hombre pleno de ingenuidad provinciana, que cada amanecer ora para agradecer a Dios el milagro de la vida; después me pongo a trabajar en la parcela, siempre hago lo mejor con lo que tengo.
Al terminar la jornada cuando la tarde languidece me reúno con los amigos a cantar y contar historias, son un mágico puente que une almas; soy un viejo Filósofo que siempre corro el riesgo de ser yo mismo, de ser diferente, sin que el ego infle la vanidad de argentino que tengo a flor de piel.
Diariamente me dejo sorprender por el universo sobretodo cuando encuentro personajes que reconocen que su esencia es mantener un gran amor por la vida, que sus sueños son más grandes.
Personajes que viven plenamente el HOY porque saben que el camino es de ida, que no se puede adelantar o atrasar la marcha, por ello aprovechan cada instante para vivir plena y sabiamente por dentro y sencillamente por fuera.
La vida del Filósofo está llena de ingenuidad provinciana y simplicidad, ambas me enseñan la transitoriedad del breve espacio de nuestra vida, revelándonos la relatividad de nuestro paso por ésta terrenidad con una lógica sencilla que gira entre lo serio de lo obvio y lo obvio de lo serio.
Lógica que me enseña múltiples razones para hacer propia la alegría de vivir manteniendo una actitud propositiva y hasta lo más alto mantener el entusiasmo y la motivación, acelerando mi proceso de crecimiento material y espiritual al reconocer que la sonrisa armoniza el mundo holístico.
A propósito de sonreír, el afamado médico Guillermo Castañeda, llega con el Filósofo y le pide que lo acompañe en dos consultas a domicilio, para que vea como los años lo han hecho un sabio. La primera visita fue a una dama que se quejaba de fuertes dolores estomacales. El sabio galeno le dice:
— Lo que pasa es que abusa de las frutas verdes y del chile en polvo, seria bueno que reduzca su consumo diario.
Al salir de la casa el Filósofo le dice:
— ¡Oye doctor!, en verda que toy sorprendido: ¿cómo hiciste un diagnóstico tan rápido, si ni siquiera examinaste a la mujer?
— Bueno, lo que pasa es que dejé caer el estetoscopio al suelo, y al recogerlo, vi que había en el piso un montón de cascaras de mangos y ciruelas verdes y una bolsa de chile en polvo, inadecuadas para el estómago, seguramente era lo que ocasionaba los dolores.
Como dicen que eres un viejo sabio, –le dijo el facultativo al Filósofo– la próxima visita tú te encargarás del examen.
Al llegar a la siguiente casa, los recibió una joven mujer llena de una candente carnalidad, se quejaba de que continuamente se fatigaba mucho:
— Me siento totalmente sin fuerzas.
— Me parece que usted, –dijo el Filósofo– se entrega demasiado a las labores de la iglesia. Si redujese esa actividad, tal vez recupere su energía.
Una vez que abandonaron la casa, el doctor intrigado le preguntó al viejo campesino:
— ¡Tu diagnóstico me ha sorprendido…! ¿Cómo llegaste a la conclusión de que esa mujer tan guapa, se da en cuerpo y alma a los trabajos religiosos?
— ¡Mire! –expresó el Filósofo— apliqué la misma técnica que usted me enseñó, dejé caer al suelo el estetoscopio que me prestó y cuando me agaché para recogerlo…¡¡vi al padre Chuy en calzoncillos debajo de la cama!!