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«Australianos, españoles, y la nueva bonanza en Tampico»

«Todos están ya vendidos», le contestan a la joven corredora de bienes raíces, cuando pregunta sobre la disponibilidad de apartamentos para la parte más alta del que será el edificio más elevado de Tampico, el último de tres construidos por cierta compañía desarrolladora no sólo en una misma cuadra de la avenida Faja de Oro, sino a una distancia de escasos metros entre sí.  A ella, como a otros agentes inmobiliarios independientes que trabajan en sociedad, la han provisto de información privilegiada, pero además confidencial, que no todos tienen a su alcance en esta región del país: ni siquiera algunas autoridades municipales.  Datos como el que se refiere al motivo que tuvieron ese inversionista, experto en conjuntos residenciales lo mismo que en complejos turísticos, y otros empresarios que están actualmente erigiendo torres departamentales, así como hoteles y nuevos centros comerciales en esta ciudad y puerto.  Y la razón no es otra que, como era lógico, algo mucho muy grande y bueno que ya avistaron desde hace un par de años ellos y algunos funcionarios de los gobiernos federal y estatal, y que está relacionado, justo como sucedió en las primeras dos décadas del siglo pasado, con el potencial energético de este territorio.

En aquella época del Tampico pos-revolucionario y moderno, fue la explotación petrolera lo que acarreó toda esa bonanza económica que trajeron consigo los industriales llegados, como en desbandada, desde Estados Unidos y Europa, mismos que asentaron aquí, en el sur de Tamaulipas, oficinas corporativas y hasta centros mercantiles y de negocios para no tener problemas ni contratiempo alguno en las transacciones que a escala global realizaban a diario.  Fue así como esta zona y sus habitantes se vistieron literalmente del esplendor de las grandes metrópolis, y se empaparon de la moda, los avances tecnológicos de entonces (como el automóvil, la radio, el teléfono, la aviación comercial), los adelantos en la industria y el comercio en general, con su reflejo más evidente: la mercadotecnia, luciendo ésta en forma de publicidad a su máxima expresión tanto en lo alto de las marquesinas y azoteas, como en los escaparates de las tiendas, al pie de las banquetas y a la entrada de los establecimientos.  Los años de la opulencia que aún saltan a la vista, como un recuerdo latente, en el derroche de lujo y elegancia arquitectónica de docenas de palacios y mansiones que aún se puede ver tanto en el primer cuadro citadino, como en los sectores residenciales que surgieron justamente al cobijo de toda esa riqueza.  Desde Nueva York, Londres, Ámsterdam y Berlín, entre otras capitales del mundo, le llegó a Tampico buena parte de su casi intempestiva transformación urbana, mucha de la cual se dio en forma vertical… justo como ahora.

¿En qué se parecen un tlacuache (o zarigüeya) y un canguro? ¡Pues en nada!  Sobre todo por la talla y la facultad que el segundo tiene para permanecer posado en sus extremidades traseras.  De no ser porque ambos pertenecen a la familia de los marsupiales, ambos animales no tendrían relación en lo absoluto.  Además, uno tiene su hábitat en esta parte del continente americano, principalmente, y el otro al extremo opuesto del planeta y todavía un tramo más hacia abajo, «tras lomita»: allá en Oceanía.  Pues desde ahí, precisamente, de Australia, se nos viene una oleada de inmigrantes, seguramente en edades que oscilan entre los 30 y los 50 años, acompañados en su mayoría de sus respectivas parejas, cuando menos.  Decir «una oleada» no debería sonar exagerado si hablamos de que, según la revelación hecha a los asesores de bienes inmuebles que fueron enterados del caso, se trata justamente de quienes han comprado esas nuevas casas elevadas («pisos», dirían los españoles) que han sido erigidas en forma de torres dentro del área más lujosa de la colonia Petrolera.  Y si, con una operación simple, calculamos el número total de apartamentos contando los que hay en cada piso de tan sólo uno de esos edificios, entonces nos daremos una idea de cuántos son los australianos que se vienen a vivir, en el futuro quizás no inmediato, pero tampoco distante, a la también llamada «capital de la zona Huasteca».  Tampoco afirmar que se trata de adultos relativamente jóvenes es hacer conjeturas.  No se necesita más que echar un vistazo a la edad promedio de los ejecutivos con nivel gerencial en Sidney para dar con la clave.  ¿Y por qué tendrían que ser directivos o personal que ocupe cargos importantes, las personas de nacionalidad australiana que adquirieron dichos departamentos?  «Es elemental, Watson», diría la primera adaptación cinematográfica del personaje Sherlock Holmes.  Un australiano que sea empleado de categoría inferior, o más aún: obrero, difícilmente encontraría hoy en día un solo motivo para invertir en la compra de una propiedad de tales características (tipo apartamento), con valor cercano a los 200 mil dólares (superior a 4 millones de pesos), justo al otro lado del mundo, y todavía peor: en uno de los estados más peligrosos de un país latinoamericano llamado México.  Tiene que tratarse, por fuerza, de funcionarios de primer nivel de un corporativo que tiene expectativas de asentarse acá al menos por un tiempo considerable (mínimo durante una década).  Sólo así se entiende lo de la compra, y no renta, de semejantes y tan onerosos inmuebles.  Pero hay algo más: no sólo viene gente de Australia, sino que también figuran, entre los compradores de bienes raíces en Tampico, personas procedentes de España, y de un país del medio oriente.

Ahora bien: para venir hasta acá por un período indefinido en calidad de residentes, estos australianos tienen que pertenecer a un emporio del sector energético.  Y ahí está el verdadero meollo del asunto.  Uno se pregunta, ¿cómo, pues no que la empresa Petróleos Mexicanos ya no da para más?  Y luego lo del precio internacional del barril, y la crisis del Brexit, y demás circunstancias que echan abajo cualquier esperanza de recuperación de la economía, al grado de ver cómo se ha cancelado una serie de proyectos que se anunciaba de forma más que optimista aún al inicio de este 2016 en territorio tamaulipeco.  Mas, hay que insistir: esa gente que invierte su capital de manera importante aquí en México, dentro del sector inmobiliario y comercial, y aquella que lo hace desde el extranjero en la misma zona, ya vio algo de lo que nosotros ni siquiera tenemos la mínima idea aún, porque en materia económica, claro, nosotros nos hallamos, si no a ras de suelo, a lo mucho un par de escaloncitos arriba, cuando aquellos están contemplándolo todo no solamente desde la altura de un rascacielos, sino incluso en la comodidad de un restaurante panorámico y giratorio, metafóricamente hablando.  Y todo esto mientras, al más puro estilo «Casablanca», un Humphrey  Bogart de actualidad le pide al sujeto que se halla al piano: «Play it again, Sam..»

 

 

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Opinión

La lluvia no cesa, la unidad tampoco

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La solidaridad no se improvisa. En Tamaulipas, la tormenta tropical Barry dejó de ser un fenómeno meteorológico para convertirse en una prueba de carácter, de gobierno y de responsabilidad social.

Las lluvias persistentes y la crecida de los ríos Guayalejo, Tamesí y Pánuco pusieron en vilo a comunidades enteras del sur y la zona cañera del estado. Pero frente al riesgo, el Gobierno de Tamaulipas ha respondido con una estrategia de coordinación y alerta temprana que merece ser contada.

Américo Villarreal Anaya, gobernador del estado, no ha soltado las riendas de esta contingencia. Desde el primer momento, puso en marcha un protocolo de protección civil que involucró a las presidencias municipales y a las áreas especializadas en cada región. El mensaje es claro: no hay tiempo que perder, ni margen para la improvisación.

La llegada de Laura Velázquez Alzúa, coordinadora nacional de Protección Civil, la noche de este martes, no solo fortalece la presencia del Estado en el territorio, sino que confirma el respaldo de la federación a través del seguimiento puntual de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien se mantiene informada y en contacto directo con el gobierno estatal. Se nota que no estamos ante un protocolo de escritorio, sino ante una operación de emergencia con enfoque humano y logístico.

Los albergues habilitados están listos. Las zonas bajas han sido advertidas. Las autoridades insisten: hay que seguir las indicaciones de Protección Civil. Cada llamado no es un trámite, sino una acción de prevención.

Y aquí es donde se revela la dimensión de una administración pública que ha elegido la cercanía y la reacción rápida ante el peligro inminente.

La emergencia aún no termina. El suelo sigue húmedo, los ríos en constante observación. Pero lo que sí se puede afirmar con contundencia es que Tamaulipas está resistiendo con orden, con presencia institucional y con una ciudadanía que también ha sabido responder. No se trata de magnificar la acción gubernamental, sino de reconocer que cuando hay voluntad política, técnica y humana, las crisis se enfrentan mejor.

En la intimidad… La Universidad Autónoma de Tamaulipas, lejos de mirar desde la barrera, ha dado un paso al frente.

Su rector, Dámaso Anaya Alvarado, encabezó una reunión virtual con las direcciones de los campus de Tampico, Mante y Victoria, con un único objetivo: proteger a la comunidad universitaria y sumarse a las acciones en apoyo a la población.

No hubo demora. En el sur, el gimnasio del Centro Universitario fue convertido en albergue temporal para quienes buscan refugio. En Ciudad Mante, personal y recursos institucionales están ya al servicio de Protección Civil. Y más allá del despliegue de instalaciones, la UAT puso a disposición de la emergencia a su gente: médicos, enfermeros, voluntarios y estudiantes listos para colaborar en tareas de salud, logística y asistencia.

La universidad no solo forma profesionales. También forma comunidad. Y en esta contingencia, su respuesta ha sido ejemplar.

Cuando la lluvia amenaza con dividirnos, son estas decisiones las que nos unen.

davidcastellanost@hotmail.com
@dect1608

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Opinión

La diversidad no se reduce a múltiples colores

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Por: Zaira Rosas
zairosas.22@gmail.com

Imagina que te atrae una persona y esa atracción es vista como una enfermedad
mental. Que, por amar o vincularte afectivamente, se te niegue la entrada a ciertos
lugares o seas objeto de burlas, violencia o exclusión. Esto, por increíble que
parezca, fue una realidad cotidiana para muchas personas de la comunidad
LGBTIQ+ antes de los años 70. Y aunque los tiempos han cambiado, todavía hoy
la diversidad sexual puede ser motivo de múltiples formas de discriminación,
abiertas o encubiertas.
Junio es conocido como el mes del orgullo. No es una fiesta vacía ni un desfile de
colores sin historia: se conmemora una lucha de décadas. Un punto clave fue el
28 de junio de 1969, cuando en el bar Stonewall Inn, en Nueva York, miembros de
la comunidad resistieron una redada policial. Aquella noche marcó el inicio de un
movimiento revolucionario que dejó claro que nadie debía esconderse por amar
diferente. Desde entonces, cada año recordamos que la dignidad, el respeto y los
derechos no deberían estar en juego por la orientación sexual o identidad de
género.
En México, según datos del INEGI, al menos un 5.1% de la población se identifica
como parte de la comunidad LGBTIQ+. Esto equivale a más de cinco millones de
personas que, aunque no deberían tener que exigirlo, reclaman algo tan básico
como la igualdad de derechos y una representación respetuosa en todos los
espacios, desde el ámbito legal hasta los medios de comunicación.
Sin embargo, aún hay muchos retos. Uno de ellos es la resistencia al uso del
lenguaje inclusivo. Cada vez que alguien escribe “todxs” o “todes”, no faltan las
críticas que lo reducen a una “moda absurda” o un “atentado al idioma”. Pero el
lenguaje no es estático: evoluciona con la sociedad. El lenguaje inclusivo no
pretende destruir la gramática, sino visibilizar a quienes históricamente han sido
borrados del discurso. Es una herramienta para reconocer la existencia de
identidades no binarias y otras expresiones de género. Negarse a su uso no es
defender el español: es cerrar los ojos ante realidades que nos incomodan o que
simplemente no entendemos.
Otro punto importante es la forma en que muchas marcas “se suben al tren” de la
diversidad en junio, pero se bajan en cuanto termina el mes. Cambian sus
logotipos a los colores del arcoíris, lanzan campañas “inclusivas” y presumen su
compromiso con la comunidad, pero en la práctica no garantizan espacios seguros
para sus empleados diversos, ni promueven políticas de inclusión real. A esto se

le conoce como “lavado rosa” (o pinkwashing): una estrategia de marketing que
usa causas sociales para limpiar la imagen de las empresas, sin un compromiso
auténtico detrás. La diversidad no puede reducirse a una estrategia de ventas o a
un filtro en redes sociales.
Afortunadamente, ha habido avances. En México, el matrimonio igualitario ya es
legal en todo el país. Se han aprobado leyes contra terapias de conversión y
existen esfuerzos por reconocer la identidad de género en documentos oficiales.
Sin embargo, la violencia sigue siendo una constante. Según datos de
organizaciones civiles, México es uno de los países con más crímenes de odio por
orientación sexual o identidad de género en América Latina. El cambio legal es
importante, pero el cambio cultural es urgente.
La diversidad sexual no debería ser motivo de debate, sino de respeto. Es parte
de lo que somos como humanidad. Negarla o limitarla es negar la riqueza de
nuestras diferencias. La apertura hacia la diversidad no exige que todas las
personas cambien quiénes son, sino que comprendan que hay otras formas
válidas y dignas de existir. Que el amor no necesita permisos ni justificaciones. Y
que reconocer los derechos de otros no resta los propios.
La verdadera inclusión no ocurre con logos arcoíris ni con discursos políticamente
correctos, sino con acciones constantes, con voluntad para aprender, con empatía,
y con leyes que garanticen derechos, pero también con una sociedad que no
castigue la diferencia.
Porque la diversidad no se reduce a múltiples colores: se trata de vidas, historias,
luchas y dignidad. Y ninguna de ellas debería ser invisibilizada.

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Opinión

Cuando el Estado actúa, el crimen retrocede

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Este fin de semana quedó demostrado que, cuando las instituciones del Estado mexicano trabajan coordinadamente y sin protagonismos, el crimen organizado tambalea. La detención de 32 personas y el aseguramiento de una amplia gama de recursos operativos, financieros y logísticos de una estructura dedicada al robo de hidrocarburos desde 2015, es la muestra viva de que la inteligencia y la perseverancia vencen donde la impunidad alguna vez se impuso.

El anuncio no lo hizo un político en tribuna, ni se montó en el espectáculo mediático de la mañanera. Fue Omar García Harfuch, en representación del Gabinete de Seguridad Nacional, quien dio la cara un domingo por la tarde, en un momento estratégicamente elegido para dejar claro que esta operación fue técnica, no política; profesional, no improvisada. Una muestra de respeto a la inteligencia civil y militar, y una línea clara entre los que toman decisiones y los que actúan con eficacia.

Durante más de seis meses, se operaron tareas de inteligencia e investigación en Querétaro, Ciudad de México y Estado de México. El resultado: se desmanteló una organización criminal que, durante casi una década, robó hidrocarburo del Estado con impunidad.

Esta red criminal no solo tenía una estructura operativa, sino una arquitectura institucional paralela: tanques, remolques, cajas secas, vehículos blindados, armas de fuego, droga, medicamentos controlados y hasta animales exóticos. Esto no era una célula criminal, era un cártel huachicolero.

Entre los detenidos, destaca Cirio Sergio Rebollo Mendoza, conocido como “Don Checo”, de 55 años, líder absoluto del grupo; y Luis Miguel Ortega Maldonado, alias “Flaco de Oro”, de 40 años, su principal operador. Pero no actuaban solos. Aurelio “Gepeto” Hernández Lozano, ingeniero experto en estructuras de tanques, facilitaba las ventas; Diego Rebollo González llevaba logística; Heréndira “Yeye” Jacala García, tejía relaciones con autoridades y transportistas; e Israel “El Mil Millones” Molina Núñez fabricaba documentación falsa para maquillar la procedencia del hidrocarburo robado.

La operación culminó con la detención de estos personajes y el aseguramiento de 12 inmuebles, 21 tractocamiones, 14 semirremolques, 36 armas, casi 16 millones de pesos en efectivo, y la clausura de tomas clandestinas. Una intervención quirúrgica, con sello mexicano, pero también con el pulso firme y la asesoría silenciosa de agencias de inteligencia norteamericanas. La cooperación internacional fue discreta, como en los viejos tiempos del sexenio de Enrique Peña Nieto, pero con resultados medibles y contundentes.

Esta no fue una simple redada. Fue el desmantelamiento de una economía paralela. El mensaje es claro: ya no hay espacios seguros para el crimen organizado, ni siquiera en estructuras que parecían blindadas con poder económico, contactos y operaciones encubiertas.

En la intimidad… A los alcaldes de Altamira, Ciudad Madero y Tampico: Armando Martínez, Erasmo González y Mónica Villarreal, el mensaje es frontal. Si el auxilio de las fuerzas federales se ha vuelto un acto recurrente porque sus administraciones carecen de estructura, hombres y estrategia para atender incluso lo más básico, entonces no se quejen mañana cuando los mandos federales tomen decisiones más allá de sus escritorios.

Cuando el poder civil pierde la capacidad de servir, la autoridad real se reconfigura. La administración no es un ejercicio de fotografía y discurso. O retoman el control o lo delegan por omisión.

Porque, mientras ustedes celebran festivales o simulan operativos, el Estado —ese que no duerme, ese que sí actúa— está administrando ya lo que ustedes dejaron a la deriva ¡si no pueden con esto…!

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Opinión

El pacto de Américo en el sur

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No es una exageración, ni una metáfora forzada. Este martes quedó clarísimo quién es el auténtico consentido del Dios de la lluvia: el doctor Américo Villarreal Anaya. A su paso por el sur de Tamaulipas casi ni una gota. Literalmente, ni un charco en su camino. Ni lodo en su calzado ni tráfico por encharcamientos, y eso que, durante los últimos cuatro días, Ciudad Madero, Altamira y zonas bajas de Tampico han estado bajo agua, en riesgo y con la paciencia agotada de la gente que no termina de entender por qué el gobernador sólo vino a dos eventos públicos y se fue sin mirar atrás.

Uno de esos actos, el Foro Consultivo CENAGAS 2025, reunió a una élite técnica y política para hablar de gas natural, expansión de infraestructura, almacenamiento estratégico y generación de energías limpias. Y sí, eso suena bien, eso suma.

Ah, pero el cielo fue benévolo. El médico, que seguramente alguna vez le recomendó a Tláloc un “chipichipi” para el insomnio de la tierra, logró caminar bajo nubes tranquilas. El mismo martes, vecinos de colonias como Adriana González, Heriberto Kehoe, Revolución Verde o la Miramápolis, andaban entre lodo, mientras en la CMIC, el gobernador hablaba de energía limpia, sustentable, renovable… y absolutamente seco porque Villarreal Anaya, resultó ser el consentido.

En el evento, el director general de CENAGAS, Cuitláhuac García Jiménez —el fracasado exgobernador veracruzano con nuevos encargos federales— fue enfático: “La transformación ya empieza a ser palpable en este estado”.

También se anunció una inversión de 42 mil 700 millones de pesos para la rehabilitación y expansión del sistema nacional de gasoductos. Tamaulipas quiere su rebanada de ese pastel. Y es justo. Aquí hay tierra, viento, sol, mar y voluntad técnica.

Walter Julián Ángel Jiménez, secretario estatal del ramo energético, habló incluso de un proyecto inédito en el país: almacenamiento subterráneo de gas natural en el llamado “campo Brasil”. Suena a revolución energética. Ojalá no sea sólo otra promesa enterrada en papeles.

Porque los tiempos cambian, sí, pero en muchas calles del sur de Tamaulipas, el olor a agua estancada y promesas a medias sigue siendo el mismo de siempre.

En la intimidad…  Es imposible no notar lo que algunos pretenden que pase desapercibido. En primera fila, con presencia firme y rostro atento, Esdras Romero Vega. El exalcalde, exdiputado, exlíder de la Sección Uno del STPRM, y aún con hilos en las altas esferas del sindicato petrolero, no es un simple espectador. Su sola presencia manda un mensaje.

¿Qué hace Esdras tan cerca del poder estatal y federal en un foro de gas natural? ¿A quién le apuesta rumbo al 2027? ¿Ya hizo su jugada para el 2026? El hombre que lo supo todo en PEMEX no se sienta sin propósito. Si está ahí, es porque algo se está negociando.

Tamaulipas se juega mucho en los próximos años: energía, territorio, poder… y si Esdras está en primera fila, es porque también tiene su parte del tablero. La pregunta no es si está de regreso, sino con quién. ¿Américo lo ve? ¿Claudia lo tolera?  Esdras, no está tomando té, ya pactó y desde hace rato.

davidcastellanost@hotmail.com
@dect1608

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