Sucedió el domingo anterior, justo una semana antes de los comicios a muy temprana hora, en el muy popular, histórico, legendario y todavía algo bravo barrio del Cascajal, en Tampico: el dirigente estatal de un partido político veinteañero que a partir del 7 de junio comenzará a desinflarse a nivel nacional se encuentra, al visitar la iglesia de San Juan de los Lagos (Sanjuanita, para «la raza»), con un vecino del lugar, viejo conocido de la política local, pero más de la grey periodística, pues ejerce el oficio informativo desde hace décadas. Ahí, el líder de la izquierda tamaulipeca más blandita, alineada y oficialista, va y saluda presto, raudo como gacela, al buen periodista -de los más letrados, conocedores y cuerdos del gremio, pero por alguna razón, o varias, perdido en la modestia del cuasi-anonimato, como muchos-. Pero su prontitud para el saludo al camarada y residente del mismo sector habitacional no es tanto por el gusto de verlo a él, como por la lascivia que ha despertado, a los ojos y mente del profesor del sector educativo público, del magisterio tamaulipeco con permiso por «comisión», la muy bella cuanto sensual figura de una gallarda, menuda y trigueña jovencita que ha saludado primero, a su vez, al amigo de «la prensa».
«Mi amigo… ‘fulanito’… siempre rodeado de muchachas guapas», le dice mientras le estrecha la mano sin apartar la vista un instante de la hermosa mozuela, con el engolado, rupestre y simplón tono de voz que lo caracteriza, el autóctono político a su interlocutor. La atractiva y gentil muchacha, quien va acompañada por su señora mamacita, no hace sino sonreír, agradecer el cumplido y despedirse cortésmente, pero hasta ahí, en lo que el bastante «progresista» ejemplar de la socialdemócrata corriente partidista se queda dejándole el encargo, la tarea de averiguarle todo, en absoluto, acerca de la chica, sin imaginarse siquiera que el colmilludo y experto profesional de la información solamente le está dando «avión», como dicen los chavos hoy en día, ya que, se ha mencionado ya, el comunicador éste de la anécdota es experimentado en lo suyo, o sea, en cobrar por informar, y como a él los servicios le están siendo requeridos, sin necesidad de que los ofrezca siquiera, pues bienvenido, trabajito. Además, el informante tiene otra singularidad que le viene, para el caso, como anillo al dedo: no necesita ponerse a investigar nada, pues es tanto o más afecto a las beldades que a las verdades, que ya sabe, por haberlo averiguado desde hace mucho basado en su propio interés, todo respecto a la ragazza con quien le ha visto, esa mañana, el presidente del partido orinegro en Tamaulipas. Y ahí le irá soltando, poquito a poco, la información que según su propio criterio le convenga más darle al relamido maestro que dejó bien «amarrado», con su muy particular programa de empleo temporal como regidor, al propio hermano, nada incómodo para él.
Hablando de «rostros»: quienes en la campaña proselitista que está por irse pasaron su tiempo «tirando» solamente cara y figura fueron el candidato verduzco del octavo distrito, Daniel Morales, quien estuvo a duro y dale con las mochilas y los útiles, y los relojitos financiados desde el comité nacional de su partido (de plano el sábado pasado la soltó diciendo que «es muy difícil, pero vamos a cerrar con dignidad»… sí: al estilo Vucetich), y Néstor Luna, el vocero y representante municipal del movimiento anaranjado en Tampico, quien vía facebook lo mismo llamó nativos del nopal a quienes hacían bromas con la tragedia de Nepal, que se burló cuanto quiso de los seguidores de las Chivas rayadas del Guadalajara futbol club, acaso olvidándose de que unos y otros también tienen presencia en el distrito 08, e igual votan. Pero bueno, el joven lleva y trae del partido de Dante Delgado Ranauro probablemente sólo este haciendo obvio lo que ya de por sí era evidente: que lo de la candidatura de Lalo Cantú fue «puro cuadro» nomás para restarle votos y Botox (por aquello de borrarle la sonrisa el domingo 7) a la candidata blanquiazúl, María Elena Figueroa.
Y ya para cerrar columna: a propósito de los panistas, Miguel Pérez, regidor de la bancada respectiva en el cabildo porteño, de plano se descara en las dos últimas semanas del proceso y confiesa que jamás, en toda la campaña, apoyó a la abanderada de Acción Nacional, pretextando que ella nunca se le acercó… y se atreve a añadir: «No tuvo la humildad…» Lo malo es que embarca en la misma onda a sus compaleros azules del cuerpo edilicio, afirmando que estos obraron igualito que él. Y al final, platicando con el columnista, suelta una perlota: que para las elecciones locales del 2016 vuelve a Tampico, y con todo, y por una tercera, que’sque la vencida, ni más ni menos que… «¡Chuchoooo… Naderrr!»