El cambio climático no es una amenaza futura, es una emergencia presente, y ante tal urgencia, las ciudades mexicanas están obligadas a reinventarse. Tamaulipas, una tierra marcada históricamente por desafíos complejos, hoy se presenta como ejemplo de transformación urbana hacia un modelo más ordenado, sostenible y resiliente. Esa fue la gran carta de presentación durante la 117ª Asamblea Nacional de la Federación de Colegios de Arquitectos de la República Mexicana (FCARM), que tuvo como sede la ExpoTampico.
Con el lema “Arquitectura y Agua, Transformando la Metrópoli”, el foro congregó a 79 colegios de arquitectos de todo el país para discutir lo que ya nadie puede seguir evadiendo: la crisis hídrica. La escasez de agua, las inundaciones y el deterioro ambiental exigen algo más que buenas intenciones; exigen rediseñar nuestras ciudades desde sus cimientos. Y en este ejercicio, la arquitectura deja de ser solo estética o funcionalidad: se convierte en la piedra angular de la sostenibilidad.
La secretaria de Desarrollo Urbano y Medio Ambiente de Tamaulipas, Karina Lizeth Saldívar Lartigue, llevó la voz del gobernador Américo Villarreal Anaya para reafirmar el compromiso de la entidad con la transformación urbana. Y lo hizo con una visión que armoniza lo técnico con lo humano: movilidad, ordenamiento territorial y protección ambiental como ejes rectores. Así, Tamaulipas da pasos firmes con iniciativas como los Planes Municipales de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano, o el Plan de Movilidad Urbana Sustentable, que no solo redibujan la ciudad, sino que la hacen más vivible y humana.
Miguel Sosa Correa, presidente nacional de la FCARM, lo dejó claro: este encuentro no es solo técnico, sino también social y político. Aquí se generan las ideas que pueden dar forma al México del futuro, ese que resiste, se adapta y crece sin destruir su entorno. El respaldo de los tres órdenes de gobierno, la presencia de alcaldes y actores clave, dan cuenta de una voluntad colectiva que, aunque insuficiente si no se mantiene en el tiempo, ofrece un respiro de esperanza. Ojalá esta no sea una promesa más en el papel, sino el primer trazo de un nuevo mapa urbano para todos.
En la intimidad… Hay momentos en la vida pública que parecen suspendidos en una burbuja de armonía, tan extraña como reconfortante.
Tal fue la atmósfera que se respiró en la celebración del 101 aniversario de Ciudad Madero, donde el espíritu cívico logró algo poco común en estos tiempos de polarización: que las distintas bancadas del Congreso de Tamaulipas convivieran con respeto, alegría y, sobre todo, sentido de pertenencia.
Se saludaban, bromeaban y compartían anécdotas sin que los colores partidistas ensombrecieran el momento, bueno, no hubiera caído nada mal un poco de sombra, porque la lona que les arrebataron a los del mercado rodante para el evento maderense fue una estipulares y vergüenza para la ceremonia, en fin.
Diputadas y diputados, de Morena, PAN, PRI y Movimiento Ciudadano, parecían coincidir en algo más que la fecha: en la necesidad de reconocerse como tamaulipecos antes que como adversarios. Y aunque nadie lo dijo en voz alta, el buen ánimo flotaba como un acuerdo tácito de tregua.
Los discursos institucionales no fueron obstáculo para las sonrisas sinceras. A ratos, era difícil distinguir quién era oficialismo y quién oposición, porque lo que predominó fue el tono de celebración y unidad. Como si, por unas horas, la política hiciera una pausa para rendir homenaje a una ciudad que ha sabido resistir y reinventarse.
Queda por ver si este ánimo se traslada a las sesiones legislativas que por cierto se celebrarán hoy en Altamira.
Pero si algo dejó claro el festejo en Madero, es que la voluntad de coincidir aún vive entre los muros del Congreso. Solo falta que esa voluntad se escriba en las leyes y se firme en los presupuestos o alguien se está llenando las bolsas en Altamira, Tampico y Ciudad Madero
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