En México, el sistema educativo enfrenta retos significativos que fueron más expuestos durante la pandemia de COVID-19. La suspensión de clases durante la crisis sanitaria y las interrupciones recientes por problemas de insalubridad e inundaciones han dejado a los estudiantes en una situación precaria, destacando la vulnerabilidad del sector educativo.
Durante la pandemia, más de 30 millones de estudiantes en México se vieron afectados por el cierre de escuelas. El paro resultó en un retraso considerable en el nivel académico de los menores. La brecha digital se hizo evidente: miles de estudiantes no tenían acceso a dispositivos electrónicos o a internet de calidad, lo que marcó aún más las desigualdades.
Según la UNESCO, la pérdida de aprendizaje promedio oscila entre 6 meses y un año.Además de la interrupción de las clases presenciales, el acceso desigual a la educación en línea dejó a muchos estudiantes atrás. Los datos de la Secretaría de Educación Pública (SEP) indicaron que cerca del 10% de los estudiantes no regresaron a las aulas al reanudarse las clases presenciales, incrementando la tasa de deserción escolar, especialmente en comunidades rurales y de bajos recursos.
Recientemente, la falta de agua potable en las escuelas obligó a suspender las clases nuevamente, poniendo en riesgo la salud y el bienestar de los estudiantes. La insalubridad en las instituciones educativas se convirtió en un problema crítico, demostrando la falta de infraestructura adecuada para enfrentar estas contingencias.
Como si esto no fuera suficiente, las lluvias intensas generadas por el paso de “Alberto” y otro fenómeno meteorológico provocaron suspensiones adicionales de clases debido al riesgo de inundaciones. Las escuelas en muchas regiones de Tamaulipas no cuentan con la infraestructura necesaria para proteger a los estudiantes de estos desastres naturales.
El déficit en la educación de los estudiantes de nivel básico crea una brecha que será difícil de cerrar, perpetuando la desigualdad y limitando las oportunidades futuras de los jóvenes.
El futuro de México y Tamaulipas depende de su juventud. Proteger y fortalecer el sistema educativo no solo es una responsabilidad gubernamental, sino un imperativo moral. Solo así podremos asegurar un futuro próspero y equitativo para todos.