Opinión

MÉXICO BRAVO / “Triduo de noticias pascuales”

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Por Alberto Ídem.

En la semana de Pascua, así conocida por la iglesia católica, y otras basadas también en el cristianismo, y la cual sucede a los días santos, los escolares del nivel básico y sus profesores permanecen aun disfrutando del período de asueto que les provee la primavera de su propio calendario, conforme al ciclo educativo de cada año.  Aunque claro, esta vez los trabajadores del magisterio decidieron que no sería suficiente con dos largas semanas, la Mayor y su subsecuente, sino que hacía falta un día más para «completar» su muy particular cuadro básico de vacaciones y feriados, de modo que el primer lunes de abril los alumnos de preescolar, primaria y secundaria, no tuvieron clases, vaya usted a saber bajo qué argumento o razonamiento convenenciero: si porque el día festivo dedicado al benemérito de las Américas por el almanaque oficial de fechas consideradas de descanso obligatorio (el 21 de marzo) cayó este 2016 en un lunes ya inhábil, por estar dentro de la temporada vacacional, o más bien bajo el pretexto de que el último viernes del mes más reciente estuvo también fuera del número de días en los que hay trabajo para ellos y, ¡caramba! ¡Cómo dejar ir el día libre que a los señores mentores les correspondía como cada viernes final del itinerario mensual.

Pero esta semana de Pascua trajo también consigo su propio triduo de novedades para muchos que ni enterados estaban aún de lo que se viene en materia de administración pública federal, y más concretamente, en un par de temas fundamentales para la salud del país, hablando tanto en forma metafórica como de manera textual o literal.  A saber: la salud económica de la nación por cuanto concierne a Pemex, caja principal de la hacienda pública; y la salud de los habitantes todos de este territorio mexicano.

Petróleos Mexicanos deja de llamarse así: a los empleados de confianza ya les tomaron medidas anatómicas para mandarles a hacer las nuevas «mudas» de uniformes donde vendrá bordado el nuevo nombre de una empresa que, de entrada, desaparecerá ya del léxico oficial y empresarial y, así ocurriendo, también de la vista, mente y recuerdo de todos los mexicanos en forma gradual.  Los servicios médicos propios también, por consiguiente, se irán para siempre, ya que a ellos, los empleados de lo que todavía hoy es Petróleos Mexicanos, los enviarán a atenderse al grupo de clínicas y hospitales públicos que aún queden a disposición del pueblo de México.

Y bueno, ese sistema de salud al cual entrarán todos los trabajadores de la petrolera (¿mexicana?) será también disponible para los demás burócratas, que verán su instituto de seguridad social, el ISSSTE, mimetizado ya con el IMSS de la inmensa mayoría y con el muy deficiente seguro popular, que al final será el que rija para todos los obreros, oficinistas, empleados del sector público y el privado que cuenten con la prestación médica.  Así se lo han adelantado ya al personal del seguro social, al que su mismo sindicato le está advirtiendo que acepte mejor de una vez una jubilación anticipada que tener que sortear con todo el problemón económico-laboral-operativo que se le viene encima a la institución, donde, les dicen, ya no habrá atención ni cuadro básico de medicamentos para enfermos de cáncer o cualquier otro padecimiento incurable.  De hecho, y esto es aterrador: al más terrorífico estilo de la purga poblacional nazi, se les ha revelado que el personal médico del sector público tendrá órdenes de descartar, del grupo de pacientes a atender como de debe, a aquellos que, siendo diabéticos o con enfermedad renal, por ejemplo, «no tengan ya una expectativa de vida real» o «posibilidad alguna de cura».  Estremecedoramente apocalíptico.

Como estará de espantoso el panorama, que un sacerdote recién llegado a la parroquia de Santiago Apóstol, en Altamira, Tamaulipas, de acento hidalguense él, adaptó el evangelio del domingo 3 de abril a una homilía en la que aseguró que «Cristo Crucificado es el pueblo, y quien lo persigue es el gobierno» (con todas sus letras, ni más ni menos), además de pedirles a los feligreses que no teman, que vayan por la liberación y en contra de los aumentos como el de las tarifas de electricidad.  Les preguntó también, el señor cura, si acaso habían visto algo del petróleo en todos estos años, el cual, según lo dijo textualmente, es un don que le da vida a la tierra que Dios ha dado a todos, y por tanto nos corresponde reclamar parte en el reparto.  E incluso aseguró que el zika, la enfermedad carioca del 2016, no es más que otro invento del gobierno, de los gobiernos, que no hacen nada en cambio para detener la contaminación ocasionada por las grandes corporaciones.  ¡Vaya semana de Pascua!

 

 

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