León Daudí afirmó con la precisión de un axioma matemático: “Los poetas son hombres que han conservado sus ojos de niño”
Los niños ven la vida con tal pasión, entusiasmo, felicidad y alegría, porque la miran a través los ojos del alma, que cree en la fuerza invencible del amor incondicional; “es en los ojos llenos de candidez de un niño, donde nace la esperanza de construir un mundo fraterno y mejor”
Las prisas y el estrés de nuestro tiempo, han hecho que olvidemos contactar con nuestro niño interior, sólo hace falta que por las mañanas, cuando nos miremos al espejo, amemos al niño que llevamos dentro, lo llenemos de la luz de la alegría de una sonrisa, lo hagamos crecer con mimos y cariños, nos quedaremos sorprendidos con los resultados.
Todos tenemos en nuestro espíritu el niño de nuestra vida, el de nuestra infancia, ése que es nuestro fiel compañero, que nos conecta con el ser elevado que vive con nosotros, nuestro Ángel de la guarda; detrás de una personalidad de adulto se esconde el brillo, la alegría, el amor, el perdón del niño que vive en nuestro interior y que cuando somos capaces de reconocerlo y amarlo, nuestra energía se renueva.
Nuestro niño interior confía en la vida, se da permiso de amar a plenitud, sonríe, goza de una alegría permanente, rechaza la violencia, vive el milagro del HOY intensamente, olvida los rencores, ama más, odia menos, para él, el más modesto alimento, es el platillo más suculento, no conoce el protocolo, su vida trascurre dando, da amor, da una sonrisa, da alegría.
El niño interior es un ser maravilloso, incansable, que evita la lógica, lo social y políticamente perfecto, vibra con lo más profundo de sus sentimientos, es seguro de sí mismo, se da permiso de equivocarse para crecer, si cae, no busca culpables.
Nuestro niño interior entiende cada minuto de la vida como un privilegio para disfrutar, va diariamente al encuentro con su felicidad, para él no hay límites, todo lo que hace, lo llena de su pasión, de su energía vital; por la noche encuentra un sueño reparador porque vivió su día, no con términos medios, sino a plenitud y porque goza de una conciencia tranquila.
El niño interior es un maestro que nos enseña a ser nosotros mismos, a perdonar, a soñar creativamente y sin límites, a amar sin condición, a vivir el presente, redescubriendo la magia de la vida y reencontrándonos con todo el potencial que vibra dentro de nuestro ser, dándonos permiso de renovar nuestra energía vital.
Nuestro niño interior se da permiso de equivocarse, será porque su intuición sabe que es la mejor manera de acertar, para crecer; para el niño interior no hay términos medios, vive la vida con la intensidad del sol, a plenitud; su sana alegría interconecta mente, cuerpo y espíritu, alineándolos con el universo, haciéndonos merecedores de cientos de bendiciones que la vida tiene para nosotros, permitiéndonos que cada instante del día… ¡sea el cielo en la tierra! y vivamos en la plenitud del amor y con sana alegría.
Apropósito “En la cantina de un pueblo un pela’o presumía su acendrado machismo, decía a todos los presentes, que en su casa sólo se escuchaba su voz y que a su vieja la tenía totalmente controlada. Pa’ que vean que soy muy macho, ¡escuchen!, y llamó a su casa diciéndole a la Simpliana, -la muchacha que les ayuda en los quehaceres:
— ¡Ve y dile a la señora que pa’ que vea que soy muy macho, ésta noche no voy a ir a dormir con ella, mucho menos gozará de una noche placentera, llena de sexo.
La joven de inmediato se dirigió a dar el mensaje, al regreso tomó el teléfono y dijo:
— Que dice la señora ¿QUÉ DE PARTE DE QUIÉN?”