Por Ramón Durón Ruiz
“Al Primer Ministro inglés Sir Winston Churchill, se le atribuye uno de los discursos más breves y significativos que hayan sido pronunciados por estadista alguno. Sucedió después del fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando fue invitado a dirigirse a los alumnos de Harrow, la escuela de su infancia.
Luego de ser presentado ante los cientos de oyentes, que ansiosamente esperaban uno más de los famosos discursos que daba, el Primer Ministro se levantó y dijo:
— Nunca, nunca se den por vencidos. Nunca se den por vencidos, en nada que sea grande o pequeño, sublime o trivial. Nunca se den por vencidos. Nunca, nunca, nunca, nunca…”1
Este breve y contundente discurso resume el ingrediente básico para encontrarnos con la sabiduría; no claudicar por nada y ser perseverante, si ambos son tus compañeros de viaje en todas las etapas de tu vida, disfrutarás del éxito.
Cuando crees en ti mismo, la perseverancia brota en automático, no trabajas ningún día de tu vida, amas y disfrutas tu tarea, hasta tus enemigos se sorprenden, porque siempre te mantienes creativo, ocupado en degustar la rica dulzura y tersura de la vida.
Cuando eres perseverante en la búsqueda de tus sueños, te encuentras con la belleza que contiene la rica policromía de la vida, te das cuenta que entre más duro perseveras… ¡más suerte tienes!
El genio en la vida no brota mecánicamente, nadie triunfa sólo por ser talentoso, se requiere que dejes pintada tu alma en la tarea, llenándola de amor y perseverancia, entonces se unen profesión, afición y vocación, y en automático la cima se vuelve más accesible.
El mejor trabajo brota de aquel que lleno de contento, persevera creyendo en si mismo, entonces, sin saber ¿Cómo o porqué? Se devela tu rica imaginería y con ella, todo el potencial que llevas dentro y que a veces desconocías poseer.
Cuando en tu tarea, grande o pequeña, haces a un lado el desánimo que los mediocres tienen y perseveras, como por arte de magia brota un ser espectacular de tu interior, que potencializa tus fortalezas y te descubre a ti mismo.
Cuando perseveras pleno de fe, intentas una y otra vez, reconoces que los grandes proyectos se inician con genio e ingenio, pero se concluyen con el entusiasmo de aquel que persevera.
No hay crisis que no pueda ser superada, por un hombre que entiende que el más recóndito secreto del universo, radica en encontrar la luz inteligible que descubre tu naturaleza Divina y con ella, el placer de la dulzura de la vida en tu tarea, creyendo en ti mismo y luchando perseverantemente.
Quien tiene la virtud de perseverar, ve en cada amanecer un mundo con nuevas experiencias, llenas de oportunidades; aprende a coexistir; optimiza el uso de su tiempo; despierta sus sentidos de pertenencia y de inclusión, disminuye el ego, se eleva a una frecuencia más alta, haciendo que su vida brille.
Perseverar, te conecta con la fuente de tu vida, que te invita a deshacerte del “odio, el rencor, el resentimiento, que te generan cortisol y este depresión, desolación; y ha vivir pleno de sabiduría, con serenidad, a ser sociable y regalar una sonrisa, que llegan de la mano del buen estado de ánimo amor y felicidad”2
A propósito de sonreír, “a media noche, un tránsito detiene a un coche:
— ¿Cuál es el problema, oficial? –inquiere el chofer.
— Ibas a 100 km/h y el límite es de 80.
— ¡No oficial! yo iba a 70.
La esposa interrumpe: — Viejo, ibas a 110.
El señor mira furioso a su mujer.
También lo voy a multar –dice el tránsito– porque no funcionan los focos traseros.
— ¡Ah caray!, no me había dado cuenta, oficial.
— ¡Viejo!, eso desde hace semanas lo sabes.
El señor vuelve a mirar furioso a su mujer.
— Además lo voy a multar por no traer el cinturón de seguridad.
— Pero oficial, me lo quité cuando usted me detuvo.
— ¡Viejo!, tú nunca te pones el cinturón.
— ¡Cállate la boca!
El oficial le dice a la señora: — ¡Oiga!, ¿su marido siempre le habla en ese tono?
— Vera que no oficial… ¡NOMÁS CUANDO ANDA BORRACHO!”
- http://www.elcajondegrisom.com/2014/07/anecdotas-de-winston-churchill.html#gKo8dMeoT7492F0o
- El Dr. Juan Hitzig autor del libro «Cincuenta y tantos»