Opinión

Mensaje implícito y blindaje a la mentira

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Han pasado décadas del famoso mundial, “México 86” donde el argentino Diego Armando Maradona metiera un gol “la mano de dios”, así designarían aquella proeza.

Las referencias a lo largo de la historia del futbol definen esa acción como algo extraordinario por citar lo menos o quizá debamos decir como algo sublime.

Las y los comentaristas aún mencionan lo sucedido en aquel mundial, es el punto de referencia. Aquella maniobra hizo del jugador argentino un hombre inmortal “nadie como él”, dicen las personas aficionadas a tan popular deporte.

Desde la perspectiva de la realidad, nuevamente tendríamos que preguntar ¿Qué hizo Maradona? ¿Hizo trampa? Si, Engañó al árbitro y, ¿qué hizo la sociedad? Le aplaudió, lo idolatró, idealizó y LO JUSTIFICÓ. ¿Por qué? Porque desde la ubicación en la que se encontraba el árbitro no pudo observar lo que realmente sucedía. Aquel personaje fue el verdugo del equipo contrario, eso representó: injusticia, frustración, enojo, furia, y la derrota.

¿Por qué el tiempo no nos mostró esa otra parte de la historia? ¿Por qué las generaciones conocen solo la famosa, “mano de dios”?

Para muchas personas, reconocer que hicimos trampa y que nos equivocamos no es lo correcto, mentir, encubrir, “blindar la mentira”, es una enseñanza en muchos ámbitos y esferas de la vida cotidiana.

Aquel ejemplo es una muestra del comportamiento de la sociedad. Nadie juzga, nadie cuestiona aquella “jugada maestra”. El recuerdo se centra en la astucia, habilidad y truco con la que se anotó aquel gol.

La herencia que dejó aquella “hazaña”, se reproduce en nuestra vida diaria. La enseñanza se insertó en el subconsciente colectivo. “El fin justifica los medios”.
La escena avalada por toda una afición, los medios de comunicación y deportistas enseñaron a muchas personas que no importa cuán mal estés. Si sabes hacer trampa, las cosas te pueden salir extraordinariamente bien y si no, que el tiempo borre la fama y fortuna de un jugador que habiendo demostrado al paso de los años que estaba dotado para ser uno de los mejores futbolistas del mundo por sus habilidades y experiencia. La sociedad lo coronó aun cuando hizo trampa en aquel mundial.

¿La historia de Diego Armando Maradona, sería la misma sin la mano de dios?

Historias como éstas donde la sociedad hace líderes y personas populares, por sus grandes hazañas aunque no necesariamente correctas, hay muchas.

A menudo justificamos a las personas que hacen lo incorrecto porque el punto de referencia sobre las coincidencias entre esas personas y las nuestras, no están muy alejadas.

La honestidad, congruencia, sensibilidad, madurez, razonamiento y elocuencia han pasado a ser virtudes innecesarias, quienes son deshonestos y han logrado acumulación de bienes de manera ilícita o corrupta, se refieren a quienes no lo hacen como personas poco inteligentes o, “pendejas”. Cuestionar sus actos es casi imposible, prefieren no verse en ese espejo porque no es esa la imagen que tienen de sí mismos y comulgan más con personas que ejercen las mismas acciones.

Blindar una mentira no es cosa fácil, hay que poner esmero, recursos, cómplices y evitar a toda costa que la verdad toque la conciencia. La propia y la de quienes decidieron acompañarnos para cometerla o encubrirla.

Si trasladamos “la mano de dios” a las diferentes esferas de la vida, nos daremos cuenta que elegimos ser parte de los “triunfos”, basados en engaños e ilusiones porque cuestan menos trabajo, son más accesibles y las mayorías avalará los resultados aunque eso represente omitir la realidad de los hechos.

A menudo somos los del equipo contrario al de Maradona en aquel mundial.

 

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