A Matamoros le urgía una vitrina de gran formato, algo diferente a lo que nos tienen acostumbrados allá en el norte tamaulipeco. La tendrá el próximo 30 de noviembre, cuando se corra el Maratón Bicentenario 2025, el primero certificado en Tamaulipas y el único que sirve como pase clasificatorio a la “Carrera hacia Boston”. No es poca cosa.
Así, por fin la frontera se pone en el mapa del atletismo internacional con un evento que promete atraer competidores, familias y visitantes de ambos lados del río Bravo.
El Gobierno del Estado lo entiende así. Su apuesta por el turismo deportivo va en serio. La Secretaría de Turismo empujó con fuerza este proyecto para que la carrera no solo sea una fiesta deportiva, sino una oportunidad de promoción urbana para una ciudad que ha sobrevivido a oleajes económicos, migratorios y de inseguridad. Una oportunidad ideal para que el municipio mostrara músculo.
Sin embargo, en Tampico, durante la rueda de prensa previa, Matamoros terminó haciendo justo lo contrario, sí, exhibió un vacío.
Ahí, frente a medios de comunicación, la representante de la Secretaría de Turismo municipal, Myria Zeldin Leal Guajardo, no logró articular ni un esbozo de la oferta turística de su ciudad. Cuando se le lanzó la pregunta más básica —qué pueden encontrar y disfrutar los visitantes que asistirán al maratón—, su respuesta se limitó al cabrito y al taco de aguacate con queso. Un menú escueto para un municipio con uno de los acervos culturales más amplios de Tamaulipas.
El problema no es la gastronomía, sino la falta de una visión mínima. Matamoros es sede del Museo de Arte Contemporáneo de Tamaulipas, con piezas y exposiciones de relevancia regional; alberga el Museo del Ferrocarril, que relata la historia económica que moldeó al noreste; guarda en el Museo del Agrarismo Mexicano una parte fundamental de la historia rural del país; y mantiene vivo el Museo Casamata, una fortaleza del siglo XIX que aún resguarda documentos, armas y vestigios que explican una parte de la identidad mexicana.
Pero nada de eso fue mencionado.
Tampoco la arquitectura del siglo XIX, la Casa Cross, ni la carga histórica que representan los episodios de la guerra México–Estados Unidos, estudiados incluso en universidades norteamericanas. Matamoros es la verdadera frontera histórica del país, pero el municipio presidido por Beto Granados, solo decidió presentarlo como una parada rápida al cabrito.
La omisión no es menor. Con corredores provenientes de Texas, Nuevo León, Veracruz y Ciudad de México, esta era la mejor oportunidad para relanzar la imagen de la ciudad. El turismo deportivo no solo mueve atletas: mueve familias, derrama económica y narrativas positivas. Era el momento de presumir a la ciudad que guarda un patrimonio turístico cultural que otros municipios del estado, y del país, quisieran tener.
Pero la presentación dejó claro que Matamoros necesita más que un maratón, joder, necesita una estrategia turística profesional, políticos con altura de miras, no alcaldes y funcionarios que se creen guapos, funcionarios que tracen una propaganda basada en su riqueza real. El Gobierno del Estado ha hecho su parte. Ahora falta que el gobierno municipal aprenda a contar su historia.
El Maratón Bicentenario traerá deportistas, cámaras y atención. Ojalá también traiga el sacudón institucional que el municipio requiere para dejar de esconder su riqueza detrás de respuestas improvisadas, porque si no lo hicieron aquellas horas en las que el alcalde fue retenido por autoridades migratorias norteamericanas, pues, sabrá Dios que esperan esos matamorenses y sus carismáticas autoridades.
En la intimidad… Mientras Matamoros tropieza en la promoción, el municipio de Escobedo, Nuevo León, avanza con un empuje que se nota en cada cuadra. Andrés Mijes Llovera, alcalde reelecto para el periodo 2024-2027, gobierna con paso firme, respaldado por una administración que trabaja con velocidad de industrial neolonés y con la identidad tatuada de un tigre de corazón.
Escobedo vive una transformación acelerada, con inversión, infraestructura y una visión clara de crecimiento metropolitano. Quizá por eso no pasó desapercibido que Mijes se dejara ver en Tampico junto a un grupo de colaboradores, acompañando a la alcaldesa porteña, Mónica Zacil Villarreal Anaya, pues este fin de semana celebrarán el acto de hermanamiento entre ambas ciudades.
Tampico y Escobedo, dos polos estratégicos del noreste de México —uno industrial, otro logístico portuario— comienzan a tejer una relación que podría traducirse en desarrollo económico para Nuevo León y Tamaulipas. Mijes lo entiende y actúa. El hermanamiento no es solo un gesto diplomático: es una apuesta de futuro.
Y mientras algunos municipios olvidan contar su historia, otros la escriben todos los días, y entienden el papel de cada quien, claro, sin competencias absurdas, ni buscando una base extraterrestre.
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