Por: Zaira Rosas
zairosas.22@gmail.com
En México miles de niñas se convierten en madres aún contra su voluntad, tan
solo en 2024, más de 56 mil niñas entre 10 y 16 años dieron a luz, este dato por sí
solo es alarmante, pues nos habla de infancias truncadas, de un sistema que en la
ley dice proteger a los menores, pero en su aplicación se queda corto, pues
aunque la constitución marca los 18 años como edad mínima para contraer
matrimonio, hay zonas en las que aún se permite el matrimonio infantil y muchas
de las menores que llegan a una clínica de salud terminan declarando vivir en
unión libre.
Detrás de las cifras que indican que alrededor de 22 niñas se convierten en
madres cada día, también hay mucha violencia, comenzando por datos de abuso
sexual, pues es aberrante pensar que hay diferencias de hasta 75 años entre los
padres y las madres que han dado a luz. Datos publicados por la secretaría de
salud muestran a niñas desde los 10 años truncando una infancia por tener que
convertirse en madres, un gran número aún contra su voluntad y el resto sin
siquiera tener la madurez para poder hablar de un consentimiento.
El tema es polémico no solo por las diferencias de edad entre los padres y las
madres, lo es porque a esa edad no se tiene ni la madurez física ni emocional
para poder hablar de una relación consensuada, claramente estas cifras muestran
una violencia estructural donde se cruza también otra realidad latente en el país, la
pobreza que muchas veces se disfraza de usos y costumbres para justificar que
una niña sea entregada en matrimonio o vendida a alguien de la tercera edad.
Las Entidades con mayor índice de matrimonios infantiles y alumbramientos son
Chiapas, Guerrero, Estado de México, Veracruz y Puebla, de los nacimientos
reportados solo un 14% corresponde a comunidades indígenas, por lo que las
diferencias mostradas y el que tantas menores se vean en la necesidad de
convertirse en madres en realidad responde a un abuso sostenido, donde los
padres pertenecen incluso a círculos cercanos en la familia o son partícipes de
redes de trata de personas y prostitución.
Con la viralización de estos datos surgieron también comentarios activistas que
exigen la no normalización de esta información, si bien hay Estados donde los
números crecen la realidad no es ajena a lo largo y ancho del país, tampoco está
limitada a contextos rurales, pero sí tiene estrecha relación con el abuso sexual, lo
que nos exige generar una mayor prevención en los distintos espacios.
No se trata solo de una infancia trunca, sino de los derechos vulnerados de
mujeres que ni siquiera tuvieron oportunidad de defender su cuerpo e incluso de
decidir si querían o no ser madres. Personas como Olga Sánchez Cordero, ex
secretaria de gobernación, mostraron su inconformidad a través de redes sociales
e hicieron un llamado para regular la interrupción legal del embarazo pues en más
de un caso además de las secuelas físicas de estas vivencias, quedan daños
psicológicos y emocionales.
Estos datos deben conocerse y viralizarse pues son un llamado urgente para que
las niñas puedan disfrutar de un desarrollo libre de violencias, como sociedad nos
pide no normalizar estos sucesos, tener más atención a comportamientos de
violencia dentro del hogar, mantener una educación sexual clara en los distintos
niveles educativos, no revictimizar en las distintas dependencias de salud y ofrecer
un acompañamiento legal y psicológico a las víctimas de abuso sexual, porque
aunque nos cueste nombrarlo cada uno de esos embarazos es producto de un
abuso pues se trata de encuentros entre adultos con menores.
De los países de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico
(OCDE), México tiene la tasa más alta de natalidad en mujeres adolescentes, no
podemos seguir considerando esto como una excepción o problema ajeno, urge
poner a las infancias al centro para avanzar hacia una nación más justa, igualitaria
y humana.