Por: Zaira Rosas
zairosas.22@gmail.com
Las redes sociales se llenan de imágenes de quienes quieren felicitar a sus
madres, vemos sonrisas, pasteles y mensajes emotivos, pero en medio de la
celebración también hay un grito que suplica justicia, se realizó la XIII Marcha
Nacional por la Dignidad, principalmente en la Ciudad de México, haciendo eco en
otros puntos del país.
¿Por qué en medio de un día que México destina al reconocimiento de las madres
se presentan familias exigiendo justicia? Porque México es un país con miles de
desaparecidos, en los 5 meses que van de este 2025 se han reportado más de 5
mil 400 casos, sin contemplar los miles que llevan acumulándose desde décadas
atrás.
Con estas cifras es natural que múltiples madres lloren porque no saben nada de
sus hijos y a la par también hay quienes han perdido a sus mamás, sin tener
información al respecto. De ahí que la marcha haga un llamado a las autoridades y
a la sociedad para tener una empatía real y así avanzar al menos con el
reconocimiento de una crisis que como país nos negamos a ver, aunque la lista
siga creciendo.
La maternidad suele plantearse bajo múltiples ideales y romanticismos, vende
portadas, colecciones de joyería e instantes que bajo el capitalismo son
irrepetibles. Sin embargo, poco se habla de los silencios y duelos, de las pérdidas
cuando no se logra, del duelo de la personalidad con los cambios de vida o el
silencio con el que múltiples familias cargan su dolor ante la imposibilidad de
realizarse con un paso que aún con los años pareciera obligatorio en algunos
lugares.
Y es que en medio de una era de cambios, digitalización y avances, podríamos
pensar que lo natural es una maternidad deseada, no obstante, hay múltiples
regiones en nuestro país y el mundo donde la maternidad es una carga obligada,
no hay derecho al punto de disfrute porque culturalmente se cree que es lo que
toca, ni hablar de la religión donde la maternidad puede considerarse un punto de
superación e incluso realización.
Si hablamos de quienes ya ejercen la maternidad de manera voluntaria, no se
trata solo de una experiencia feliz, sino también de un camino de autoexigencia, o
comparación donde siempre se está a expensas de juicios personales o ajenos
sobre lo que significa ser una buena madre.
¿Y qué decimos de quienes por necesidad económica se ven obligadas a ser
madres sin siquiera después poder ejercer? En medio del desarrollo y las infinitas
posibilidades de ciencia llegan cuestionamientos éticos con la maternidad
subrogada o los vientres de alquiler, hay quien podrá decir que hay un libre
albedrío, pero ¿realmente existe este último cuando hay una necesidad imperante
mayor y también en igual medida aparece alguien con posibilidades de control y
dominación?
El tema de la maternidad subrogada parecería una concepción del futuro o sacada
de ficción si pensamos en “el cuento de la criada”, aunque los hechos nos
demuestren que se trata de una realidad latente y que quizás se debería repensar
pues en países como México y Estados Unidos se está volviendo un mercado
ideal que desencadena en violencia y explotación para quienes rentan su vientre.
Ni hablar de los debates éticos que han tenido lugar en países como España,
donde México a través de agencias extranjeras se ha vuelto el mercado ideal para
subsanar los huecos legales que han prohibido este tipo de prácticas, pues,
aunque haya un libre albedrío para aceptar el proceso, nadie cuida los derechos
de las personas gestantes durante o después del embarazo. Poco se habla de la
violencia obstétrica y los riesgos de un tratamiento de esta índole.
Aunque estemos en una era de excesos de información hay múltiples silencios y
desconocimiento sobre la maternidad. Sigue siendo un solo género el que carga
en su mayoría con responsabilidades de crianza y nos cuesta socialmente
replantear nuestras creencias. No obstante, llegados a este punto es urgente tener
más empatía, analizar las prácticas e ideologías que nos han llevado a ser una
sociedad indolente y quizás ignorante de las realidades ajenas. Si la maternidad
puede tener tantos rostros, tantos caminos, que tenga también maneras más libres
de ejercer y crecer.