El río Pánuco, ese majestuoso cuerpo de agua que ha sido testigo del desarrollo y sustento de comunidades enteras en el noreste de México, hoy vuelve a ser protagonista de una historia lamentable: la indiferencia institucional frente a una presunta y peligrosa contaminación ambiental.
Las voces ciudadanas no callan. Ambientalistas del Consejo Ciudadano del Agua del Estuario del Río Pánuco han hecho un llamado urgente —uno más— a las autoridades responsables, señalando con claridad a la Capitanía de Puerto de Tampico, encabezada por la capitana Marysol Esparza Aguinaga. El motivo es alarmante: el supuesto lavado de barreras contaminadas con hidrocarburos, utilizadas para contener derrames de Petróleos Mexicanos, justo en la orilla del río, frente al paso de lanchas en Congregación Anáhuac, norte de Veracruz.
Esta acción, si se confirma, no solo violaría todo principio de ética ambiental, sino también la Ley Federal de Responsabilidad Ambiental (LFRA), cuyos artículos del 10 al 14 son claros al establecer la responsabilidad —tanto física como moral— de quienes dañen el medio ambiente. Incluso cuando el daño es indirecto o por omisión.
Lavado de residuos contaminantes a cielo abierto, frente a instalaciones federales, sin consecuencias ni vigilancia efectiva. ¿Cómo es posible? ¿Quién protege a quién? La impunidad pesa más que el petróleo derramado. ¿Acaso la protección a empresas como Co Civindustrial es más fuerte que el derecho al agua limpia de las comunidades ribereñas?
José Luis León Hurtado, miembro del Consejo Ciudadano, lo dice sin rodeos: toda descarga de contaminantes debe sancionarse, y la vigilancia no puede depender solamente de una denuncia ciudadana. La Capitanía de Puerto, la Marina y la Profepa están obligadas a actuar de oficio ante hechos tan evidentes. No hacerlo es encubrir.
Las normas ecológicas existen. El marco legal está ahí. La ley no puede estar sujeta a convenios silenciosos ni a burocracias dormidas. ¿Qué tan profundo debe ser el daño para que alguien reaccione?
El río Pánuco no puede seguir siendo una víctima más del abandono oficial y de la negligencia corporativa. Cada gota de agua contaminada es una puñalada al futuro de las generaciones por venir.
En la intimidad…Mientras la incertidumbre ensombrece al río Pánuco, en otra parte de Tamaulipas florece una iniciativa esperanzadora: la creación de la Fundación UAT, aprobada recientemente por la Asamblea de la Universidad Autónoma de Tamaulipas.
Bajo el liderazgo del rector Dámaso Anaya Alvarado, esta nueva entidad tiene como propósito impulsar el desarrollo académico, científico y cultural en beneficio de la sociedad. No es solo una fundación más: será un pilar que fortalecerá programas educativos, fomentará la investigación científica y abrirá nuevas oportunidades de formación profesional.
Además, la Fundación UAT tendrá un enfoque humanista, promoviendo la equidad de género, la participación cívica y, sí, también el cuidado ecológico. En un contexto donde la naturaleza es violentada impunemente, este tipo de compromisos institucionales resultan vitales.
La Asamblea Universitaria también actualizó reglamentos clave y nombró a la Lic. Isolda Rendón Monterrey como presidenta honoraria de Familia UAT, reforzando el brazo social de la universidad.
En tiempos de incertidumbre y negligencia oficial, es reconfortante ver que, desde la academia, aún se siembra esperanza. Que sirva de ejemplo.
El río Pánuco clama por justicia. ¿La escucharemos antes de que sea demasiado tarde?
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