Opinión

¿Cuáles son las vidas que importan?

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Por: Zaira Rosas
zairosas.22@gmail.com

¿Qué vidas vale la pena proteger? Fue la pregunta que hizo una amiga al
compartirnos su perspectiva respecto a la violencia que vivimos en el mundo,
comenzamos a hacer un análisis al respecto y como principio general concluimos
que toda vida merecía ser defendida, ¿pero realmente pensamos así de manera
cotidiana?
La pregunta inicial la plantea Judith Butler, al igual que otras como ¿Qué vidas
merecen ser lloradas? Claramente no pensamos que todas, pues priorizamos a
unas por encima de otras. No es casualidad que frente a desastres naturales y el
cambio climático actuemos de manera omisa salvo que el morbo nos atrape
cuando se trata de la vida de las celebridades.
De igual forma damos mayor valor a las vidas mediáticas, aquellas que
conocemos y con las cuales desarrollamos un vínculo de empatía,
¿verdaderamente nos importa el otro? O es que el otro tiene similitudes con mi
vida y es hasta entonces que consideramos que algo semejante nos puede ocurrir.
Estos cuestionamientos son parte de nuestra cotidianidad y hemos normalizado a
tal punto la indiferencia que quizás ni siquiera somos capaces de percatarnos
cuando la ejercemos.
Más de 70,000 personas han muerto por los conflictos armados entre Israel y
Palestina, un tercio de este número eran niños. A la par desde 2022 se ha
desarrollado una guerra entre Rusia y Ucrania, a la que ya no prestamos atención
porque dejó de ser novedad y se trata de una frontera distinta a la nuestra.
¿Qué tiene que pasar para que lo sucedido en distintas partes del mundo nos
importe? ¿de qué magnitud tiene que ser el daño para voltear a las distintas
realidades? Incluso la situación de México como el narcotráfico y las personas
desaparecidas pueden pasar como un tema trivial para personas de otras
nacionalidades.
Quizás la percepción que tienen otros de nuestra cotidianidad nos resulta
ofensiva, pero ¿cuántas veces hemos actuado igual respecto a lo vivido en otras
naciones? Es probable que la vida nos importa hasta que algo toca alguna fibra de
nuestro ser, puede ser empatía, pero también es el egoísmo de sabernos
amenazados y ver que puede estar cerca un peligro inminente.
Nos importó qué ocurría al otro lado del mundo hasta que un virus desconoció de
fronteras y nacionalidades, solo ahí unimos esfuerzos y compartimos toda
investigación al respecto y después de años de confinamiento pensaríamos que

algo aprendimos, pero ahora con nuevas catástrofes pidiendo una atención
colectiva es probable que retornemos al mismo punto.
No se trata solo de las vidas que importan, se trata de la era que pide a gritos de
una colectividad donde reconozcamos nuestra humanidad y por ende la
vulnerabilidad y fragilidad de la misma. Se trata del respeto que deberíamos
brindarnos no solo entre humanos sino a la casa común y otras especies si no por
empatía al menos por un egoísmo colectivo que busque preservarnos en la tierra.
Los incendios, las guerras, la violencia, los cambios políticos tan polarizados y el
cambio climático, son alertas que nos invitan a repensar ¿qué queremos hacer en
esta vida? No se trata sólo de lo que debimos hacer antes para evitarlo, pero sí de
lo que podemos hacer desde ahora y responsabilizándonos desde nuestras
capacidades y nuestros pequeños o grandes espacios. En medio de noticias de
crisis, si aún hay vida, hay esperanza.

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