Opinión

La indiferencia de lo normal y la agonía en nuevas generaciones

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Por: Zaira Rosas
zairosas.22@gmail.com

No hay nada normal ante la indiferencia que podemos experimentar por el
sufrimiento ajeno, sin embargo, si hiciéramos un análisis estadístico de trastornos
de la salud mental, descubriríamos que cada vez hay más personas que requieren
atención en este tema, aunque aún en pleno siglo XXI siga siendo un tabú hablar
de algo tan básico y recurrente como la ansiedad o la depresión.

Tan solo en México en 2023 se registraron más de 8,800 suicidios, no es
casualidad que, al revisar estas estadísticas por género, el fenómeno se presente
con mayor frecuencia en hombres, lo anterior se ha asociado con la presión social
y la incapacidad de expresar emociones derivado de las expectativas del género.
Es aquí donde entendemos que el feminismo es para todas y todos, pues si
hubiera mayor equidad en la educación emocional seguramente tendríamos otro
tipo de masculinidades.

La depresión y la ansiedad son los trastornos más comunes, los hemos
normalizado a tal grado que muchas personas creen poder diagnosticarse
mediante redes sociales como TikTok, pero a la par ha sido tal el exceso de
información y la exposición virtual que nos hemos vuelto indiferentes al respecto.

Pese a los billones de datos que podríamos encontrar en la red de estas
temáticas, seguimos siendo ignorantes, ignoramos qué hacer ante casos de
riesgo, pasamos por alto señales de quien pide auxilio y creemos que quien sonríe
constantemente demuestra que todo está bien. Nada más erróneo de la realidad.

Las plataformas digitales han contribuido a la discusión de la salud mental en
ambas vías, por un lado, han ayudado a crear comunidades que hace que quienes
tienen dificultades para interactuar cara a cara, encuentren un punto de equilibrio
detrás de las pantallas. También han visibilizado múltiples trastornos, haciendo
que las nuevas generaciones los tengan más normalizados y que ir al psicólogo
tenga menos estigmas.

En otra parte están los aspectos un tanto negativos que promueven retos poco
sanos respecto a la percepción corporal y genera múltiples traumas,
principalmente en las personas más jóvenes al promoverse estándares de belleza
casi irreales que derivan en padecimientos como trastornos de la conducta
alimentaria, ansiedad, irritabilidad y otros que van ligados de manera directa a la
profunda influencia que tienen las redes sociales en su percepción personal.

Recientemente después de la muerte de Liam Payne, ex integrante de One
Direction, se volvió a poner sobre la mesa la necesidad de hablar de salud mental,

de entender nuestras emociones, ser empáticos y sobre todo fomentar
comunidades de apoyo y acompañamiento.

Las comunidades son clave para el desarrollo de nuestra humanidad y de la
humanidad misma, pues solo así podemos avanzar de manera más segura y
rápida, no podemos seguir ignorando cuando alguien vive en aislamiento, las
señales de depresión de personas que terminan con su vida, ni los números que
nos hablan a gritos de la necesidad de entender a mayor profundidad el tema.

No basta con especialistas de psicología que atiendan constantemente bajo
distintas terapias, también se necesitan redes de apoyo que puedan converger en
distintos espacios, incluso los mismos espacios físicos tanto públicos como
privados pueden sumarse a la prevención de estos trastornos. Si encontramos
más puntos de convivencia que promuevan el diálogo y los encuentros públicos,
seguramente ayudaremos a la construcción de una sociedad más sana, empática y feliz.

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