Por: Zaira Rosas
zairosas.22@gmail.com
México ocupa el primer lugar del mundo en abuso infantil según la OCDE, si lo
analizamos por género son las niñas más propensas a sufrir cualquier tipo de
violencia, muchas veces en sus propios hogares a manos de personas que
deberían cumplir con ser su primer círculo de cuidado. En medio de conflictos
armados como el de Israel contra Palestina han muerto más niños y niñas que
hombres y mujeres, alrededor de 16,756 han perdido la vida, más de un millón se
han visto desplazados por las condiciones de guerra, 20,000 han perdido a uno o
ambos de sus progenitores y 17,000 se encuentran solos o separados de sus
familias. Esto nos dice que en otras partes del mundo tampoco es un espacio
seguro para las infancias.
Quizás pertenecer a un alto nivel socioeconómico podría pensarse que protege a
las infancias, en espacios de mayor educación o quizás en sus colegios, pero
tampoco ahí es un lugar seguro, incluso en el mundo del espectáculo hay titulares
que avalan teorías de conspiración antaño presentadas donde quienes pertenecen
a la élite de Hollywood abusan de quienes tienen aspiración por crecer, como
muestra de ello el escándalo que ha explotado más en redes sociales del rapero
Sean “Diddy” Combs, quien fue detenido en marzo por acusaciones de violencia,
abuso sexual y tráfico de personas, mismas que se han incrementado y ahora
señalan en plataformas incluso a Justin Bieber cuando tenía 15 años como posible
víctima.
Ningún lugar puede ser seguro para las infancias en medio de personas sin
escrúpulos, a manos de padres que terminan abusando de sus hijas o hijos, a
manos de gente depravada que vende sus cuerpos como si se tratara de juguetes
sexuales, tampoco están seguros ante una exposición digital desmedida donde se
vuelven el blanco de todo tipo de comentarios o peor aún cuando son el blanco de
contenido basura que les invita a una sexualización temprana.
¿Son los espacios públicos o las escuelas un espacio seguro? En múltiples
ocasiones no, un gran número de lugares ni siquiera está pensado en la niñez,
tenemos un poco cultura del cuidado infantil y poco respetamos sus derechos, no
ofrecemos seguridad, protección ni cuidado a su salud cuando permitimos que un
lugar como su kínder puedan ser víctimas de abuso o peor aún si es dentro del
mismo hogar donde se les arrebata la inocencia e incluso la vida.
En medio de escenarios donde una madre pide ayuda porque su hija vivió un
probable abuso sexual en su jardín de niños, deberíamos exigir justicia no sólo
para la pequeña, sino para que en estos espacios se tengan más filtros que
garanticen la seguridad de los menores ante cualquier situación, sin embargo el
revés llega cuando a través de estas mismas plataformas se plantea la posibilidad
de que el abuso haya sido cometido en casa por otra persona. No hay pruebas o
evidencias que clarifiquen lo sucedido, ambos escenarios son probables en un
país donde la impunidad ha sido escudo para muchos pederastas y personas que
hacen uso de su poder para romper con la seguridad de cualquier infante.
Mientras tanto como sociedad nos corresponde alzar la voz, ante las autoridades,
pero también en todo tipo de espacios, garantizar que niñas y niños tengan
confianza en sí para no callar ante cualquier extorsión o presión así venga desde
el hogar. Si la casa es un blanco de abuso que la escuela sea el espacio que les
muestre lo que no tienen que callar nunca y viceversa, en el hogar también hemos
de recordarles su valía y cuán indebidos son ciertos comportamientos por parte de
terceros.
Desde espacios externos, así como creamos contenido viral que posiciona a
personas sin sentido, podemos hablar a las infancias de lo que es el abuso a
través de narrativas que entiendan y les interesen, de ahí la importancia de crear
series o películas que les inviten a entender nuevos valores. Las infancias solo
tendrán un lugar seguro cuando participemos todas y todos.