Opinión

La democracia no es un poder absoluto

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Por: Zaira Rosas
zairosas.22@gmail.com

Mientras tiene lugar el último informe de gobierno de Andrés Manuel López
Obrador, entra una nueva Legislatura que garantiza a un mismo partido el control
de dos de los tres principales poderes de nuestro país: el legislativo a cargo de la
cámara de diputados y senadores y el ejecutivo, que además del presidente lo
integran todos los gobernantes. Es indispensable remontarnos a las clases de
primaria para entender qué hacen estos poderes y por qué la reforma al poder
judicial es en realidad un retroceso para la democracia.
La historia nos ha enseñado que sin importar las intenciones de un gobierno,
cuando el poder es absoluto siempre cae en la opresión. Como muestra de ello las
monarquías que originaron la revolución francesa, justo en este periodo surgió la
necesidad de una división de poderes pues si todo recae bajo un mismo punto no
existe un equilibrio, no importa quién ostente el cargo, es fundamental que exista
un contrapeso para no volvernos una tiranía.
Montesquieu afirmaba que todo poder que no tenga límites, no puede ser legítimo.
Y con las propuestas actuales estamos dirigiendo al país y a nuestra economía
por default a un punto de gobernanza absoluta, que para quienes son fieles
seguidores del actual líder del país podría parecer la profecía cumplida y el mayor
sueño, pues sin duda es este gobierno quien se ha abanderado bajo el discurso
de “primero los pobres” pero los números y la realidad de quienes ostentan cargos
públicos más allá del presidente, distan mucho de la opinión popular.
No se trata de unificar el poder para posibilitar nuevas reformas, se trata de un
retroceso en cuanto a la creación de organismos autónomos que durante décadas
fueron capaces de hacer un contrapeso a las injusticias de otros gobernantes, no
directamente como oposición al presidente, pero sí de arbitrariedades de otros
organismos como el ejército, gobernadores e instituciones públicas. Los
organismos autónomos no son perfectos, requieren con urgencia de cambios
profundos, pero no el control total bajo un mismo partido.
Uno de los puntos más debatidos de la Reforma al Poder Judicial es la propuesta
de que los jueces, ministros y magistrados, sean elegidos por el voto popular,
considerando que actualmente la aprobación está en su mayoría de lado de
MORENA, esto le daría en automático el control total de los tres poderes. La
propuesta en sí puede representar un mayor fallo pues no garantiza la equidad
con la que se intenta difundir, por el contrario, el poder estará en manos de
quienes puedan costearlo y dejará de lado los años de formación y esfuerzos que
actualmente se solicitan para llegar a esos cargos.

Aunado a lo anterior está la idea de que el poder judicial representa un freno a las
propuestas de desarrollo que presenta el ejecutivo, al tenerlo de su lado algunos
podrán opinar que representa la oportunidad de verdaderamente transformar a
México, sin embargo, desde las perspectivas internacionales de realizarse esta
propuesta en realidad hay un retroceso como país, la inversión en México está
disminuyendo ante la incertidumbre y nuestra moneda comienza a devaluarse
aceleradamente.
La desconfianza se va ligando a la marca de México con otras problemáticas, no
sólo es el control absoluto de los poderes, sino también la falta de garantías, el
discurso de priorizar a las minorías ha quedado en eso, no se ha escuchado a las
madres de desaparecidos, no hay garantía alguna de seguridad y va creciendo el
crimen organizado al igual que el número de feminicidios. Y no se trata de la
popularidad del presidente que ha alcanzado a los gobernantes que se
promocionan como cercanos suyos, si no de los puestos que ni mencionamos por
tratarse de rangos menores donde se incrementó la corrupción y la extorsión,
basta con hacer un análisis profundo de los secretarios de estado, de algunos
alcaldes que poco a poco transformaron sus hogares y modestos vehículos.
Ese es el ejemplo de lo que nos espera en caso de concretarse la Reforma al
Poder Judicial, personas que comienzan a popularizarse bajo un discurso que
nunca llegan a concretar y terminan vendiéndose al mejor postor. No es que
actualmente el poder judicial sea perfecto, pero al menos es un contrapeso para
una tiranía absoluta.

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