Opinión

Nuevas perspectivas de triunfo

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Por: Zaira Rosas
zairosas.22@gmail.com

Salud mental, resiliencia, equidad de género, transfobia, y trabajo en equipo son
algunas de las lecciones detrás de las historias de atletas en los Juegos Olímpicos
de París 2024. Durante décadas hemos entendido el deporte como algo de rigor,
competitivo y pocas veces nos cuestionamos todo lo que hay detrás para que
cada atleta cumpla su meta. Las historias de vida detrás de triunfos como el de
Simone Biles tienen puntos que podrían brindarnos más inspiración que las
medallas.
Comenzando porque en el caso de la reconocida gimnasta, nos ha demostrado
cuán importante es el cuidado de la salud mental, ahora que ha hecho historia en
París, poco se habla del incidente más fuerte en su carrera, cuando un bloqueo
mental la obligó a renunciar a la final de Tokio 2021, después de años de
esfuerzo, conocimiento personal y un cuidado profundo ha sido de las atletas con
mayor brillo (y no hablamos de su vestuario con miles de cristales), carisma y
triunfo, dejando al mundo una gran lección: no se trata solo del cuerpo, sino de
cuidar del ser humano de manera integral.
“Simone Biles vuelve a volar” es el documental que puede ayudarnos a entender
por qué la atleta marca un antes y después en el deporte, más allá de ser la
número uno en el mundo, gracias a ella el equipo de Gimnasia de Estados Unidos,
cuenta con apoyo emocional especializado, lo que probablemente inspirará a otros
equipos. De igual manera, Biles se declaró sobreviviente del abuso sexual por
parte de Larry Nassar, quien fuera fisioterapeuta del equipo de Gimnasia de
Estados Unidos y fue declarado culpable por las múltiples acusaciones en su
contra.
Lo anterior es un ejemplo de las múltiples violencias presentes en el mundo que
también se hacen presentes en el deporte. Desgraciadamente las más afectadas
terminan siendo las mujeres. En medio de panoramas semejantes hay mujeres
que se ven obligadas a ocultar un embarazo para poder competir, otras que son
juzgadas por su aspecto físico como ha sido el caso de la misma Simone Biles o
de la gimnasta mexicana Alexa Moreno.
¿Es que realmente tendríamos que encajar en los estándares para triunfar? ¿Por
qué en pleno siglo XXI seguimos dictando como tendría que verse alguien para
merecer el éxito? Las y los deportistas están brindándonos un reflejo de nuestro
actuar cotidiano como sociedad, donde sentimos el derecho de opinar sobre
cuerpos ajenos o peor aún juzgamos la labor de otras personas sin siquiera tener
idea de lo que quienes están compitiendo viven día con día.

Esto mismo lo aplicamos en nuestras labores, la discriminación racial o la falta de
equidad de género también es una lucha constante fuera del mundo deportivo, de
la misma manera que en París 2024 se posicionó la desinformación, alegando que
la boxeadora argelina Imane Khelif era una mujer transgénero, hecho totalmente
falso, pues la atleta es una mujer cisgénero, originaria de un país musulmán por lo
que las declaraciones podrían incluso poner en peligro su vida.
Sin embargo, lo sucedido sí abre un debate urgente en el deporte donde se hace
necesario tener nuevas consideraciones respecto al género, pues hay múltiples
características en las que no se ha regulado la participación deportiva y por ende
no hay equidad e inclusión que permita mayor diversidad de género en las
competencias. Lo anterior va de la mano con el posicionamiento sin base científica
que dice que la falta de inclusión es para brindar mayor igualdad a las y los
competidores, pues las personas transgénero podrían tener ventajas competitivas,
lo cual repito carece de bases científicas comprobadas.
Estamos ante escenarios que nos invitan a un cambio urgente, no solo en el
deporte, sino en nuestras vidas, donde dejemos de estereotipar y clasificar a las
personas, respetemos los derechos humanos y comencemos a construir espacios
más justos y seguros para todas las personas pues estar en medio de una
observación y crítica constante como es el caso de atletas de alto rendimiento,
también puede traer graves repercusiones en su percepción personal. Dejemos de
ser jurados de sofá y seamos partícipes de acciones concretas de compromiso
social.

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