Opinión

Tamaulipas entre ficción y realidad

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Llama la atención cómo en los últimos días los actores políticos en Tamaulipas se han dado a la tarea de echar abajo la lógica con actitudes hasta cierto punto irracionales y que para ellos es algo ordinario.

A pesar de estar en el ojo de huracán y ser parte de la solución para destrabar el conflicto entre la sección 30 del SNTE y el Gobierno morenista de Américo Villarreal Anaya, la todavía Secretaria de Educación, Lucía Aimé Castillo Pastor se mostró muy despreocupada bailando y cantando en los festejos patrios en el pórtico del palacio de gobierno.

“Si te vienen a contar cositas malas de mí, manda a todos a volar diles que yo no fui”, parece un diálogo filtrado entre la funcionaria y el ejecutivo estatal. Pero no, es la canción “Yo no fui” cantada por Pedro Fernández y que animosamente Castillo Pastor, disfrutaba.

Evidentemente tiene derecho a la diversión, pero hay que cuidar las formas y más porque “la lucha sigue”.

«Eviten bañarse todos los días, que sea cada tercer día, para que tengan más pegue, sobre todo las solteras», es la pintoresca estrategia que desde Reynosa, el alcalde, Carlos Peña Ortiz, lanzó para contrarrestar la crisis del agua.

En un hecho poco común el General Julio César Islas Sánchez, comandante de la 48/a. Zona Militar, hizo entrega de una espada de mando de general, el gobernador Américo Villarreal Anaya, este a su vez destacó el apoyo de la Secretaría de la Defensa Nacional, Secretaría de Marina y Guardia Nacional en beneficio de las y los tamaulipecos.

¿Era necesario en estos momentos tan complicados entregar la “espada de mando de general”?. 

En una historia paralela se presume que la batalla por el momento está perdida ante el ejército magisterial que tiene tomado gran parte del territorio tamaulipeco, pero como en anteriores conflictos la solución viene del centro del país.

Independientemente de las ideas poco claras que pueden llegar a tener los políticos, es necesario e indispensable replantear su actuación, porque por lo general las ocurrencias nunca tienen buen final.

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