Después del bochornoso espectáculo protagonizado por diputadas y diputados de Acción Nacional y Morena, así como por funcionarios del Congreso de Tamaulipas, se plantea la siguiente pregunta, ¿Quién tiene la culpa?.
Para el actual gobierno estatal morenista, encabezado por Américo Villarreal Anaya «ejercer el poder» y todo lo que conlleva, es una idea muy lejana y hasta el momento inalcanzable.
Lo anterior quedó de manifiesto durante el «pleito de cantina» protagonizado por los responsables de generar un trabajo legislativo, mostrando el vacío de autoridad por parte del poder Ejecutivo.
Una vez más se manifiesta la nula capacidad política de los responsables de operar en favor del gobierno morenista, la diputada Úrsula Salazar Mujica y anteriormente el legislador, Armando Zertuche Zuani, al igual que el resto de la bancada se han empequeñecido ante la encomienda.
Pensar que la política es algo parecido a los «abrazos y no balazos» y que la batalla por el poder con la oposición se realizará en un campo de algodón, es una quimera.
Este martes y seguramente en los días posteriores Tamaulipas una vez más será tendencia, los tamaulipecos somos rehenes además del crimen organizado, de dos cárteles legislativos, cada uno defendiendo su plaza.
El otro gran culpable de la penosa situación por la que atraviesa el poder legislativo se encuentra en el extranjero, en Texas ha trascendido.
En una postura muy contrastante el exgobernador, Francisco Javier García Cabeza de Vaca, sueña con querer ser presidente de México, sin embargo, por otro lado atiza el conflicto en la entidad azuzando a sus peones legislativos para sumir la actividad del Congreso local en una inoperancia total.
En medio de lo anterior se encuentra la ciudadanía, la que se supone debería estar cansada de la conducta y de la falta de resultados de los diputados. No es válido decir «no voté por ellos o yo no voté».
Tal vez también a la sociedad le toque una parte de culpa en todo el embrollo, pero igual tiene en sus manos el castigo para quienes le han fallado a los tamaulipecos.
La solución está a la vuelta de la esquina y seguramente alguien va a pagar la factura del escándalo.
