El anuncio dado a conocer por las autoridades de Ciudad Madero de los festejos anticipados del primer centenario de la urbe petrolera, es de reconocerse, porque se le está dando la merecida importancia que la historia de la ciudad amerita.
Como por arte de magia, al igual que una secuencia cinematográfica, vinieron a mi mente una serie de recuerdos que empezaron en la calle 13 de enero, a espaldas del mercado municipal 18 de marzo.
Entre el bullicio de cargadores, marchantes, olores de las fondas y todo un microcosmos de la vendimia, empezaba el día, muy a temprana hora, vaya que si.
Al paso de los años admiro la fortaleza de aquellas personas que después de una ardua jornada de trabajo, caracterizada por bajar y subir costales de frutas y verduras, unos y otros de empujar sus carretones por las calles de la ciudad, aún les quedaban ánimos para echarse una cascarita de fútbol.
En aquella cancha de arena y de porterías que como redes tenían sacos multicolores, una zurda temible empezó a escribir su propia historia.
Disfrutar de las campechanas del «Charangas» o los tacos de borrego y pipos, lo mismo por las noches de los de cecina o perderse en los pasillos de los locales, pasando por el «Canario», saludar a la «Tehuana», «Garcita» y su queso y crema fresco.
Más allá de esa frontera, llegar más lejos implicaba asomarse a «Los Panchos», dónde aún se veía un caballo o burro, amarrado afuera en espera de la salida de su jinete alegre.
«Me ves y sufres» su nombre oficial, pero mejor conocidos como «los tacos de Vita», el «King Kong», la refresquería de moda en aquellos ayeres (la única por cierto), fueron otros sitios icónicos de la capital «no oficial» de Tamaulipas en aquellos años.
Con gran cariño vuelven los maravillosos momentos cuando cinco hermanos iban en bola al cine Tamesi, «La Telaraña de Carlota», «Atrapado sin salida», así de opuestos eran los gustos, hasta la fecha.
Un recuerdo que espero nunca olvidar es, de nuevo, cinco hermanos y sus papás, trabajando en el negocio llamado, «Foto Tampico», si, enclavado en el corazón de Ciudad Madero, ahora entiendo que «Don Antonio», mi papá, lo llamó así con toda la intención.
Las cámaras y los aparadores registraron la vida de tantos maderenses.
Quedan muchísimas anécdotas por contar, esperemos otra ocasión.
Deseo que los festejos estén a la altura de los primeros cien años de una ciudad que tiene mucha historia por contar.