Con el asesinato de Antonio de la Cruz, periodista del periódico Expreso en Ciudad Victoria, capital de Tamaulipas, se escribe una página más de la violencia que día a día se vive en México en todos sus ámbitos, no se diga de la que se ejerce contra la libertad de expresión, especialmente en este sexenio en el que se cuentan 61 compañeros asesinados, 12 en este año, 10 para la autoridad oficial.
Nuevamente se abren carpetas de investigación y se espera, es lo menos que pueden hacer, que se ubique a los responsables materiales e intelectuales y se aplique la ley en su contra.
No solo es la agresión a periodistas, es la violencia desatada que se vive en México, en donde ya no importa si estás en un centro de vacunación o en una iglesia para pensar que ahí no va a pasar nada, hoy en día hasta en esos lugares se corre el riesgo de ser herido, por un delincuente que busca venganza ante la libertad con la que opera la delincuencia organizada.
Esta avanzada en la violencia ha escalado a niveles en los que ya no solo los capos designan a candidatos de tal o cual partido, funcionarios públicos, hasta engrosar las nóminas de gobiernos, locales y estatales con aviadores, para pagar cuotas o derechos de piso, muchos de ellos amenazados y otros en contubernio, incluso a nivel federal, en donde empresas relacionadas con la delincuencia organizada están registradas en el padrón de proveedores.
Hoy en día los periodistas ya no sólo se deben cuidar de no tocar temas de narcotráfico o de algún delincuente en sus redacciones, sino que también de políticos apadrinados por la delincuencia y que no aguantan la crítica o la verdad en relación de sus acciones de gobierno.
Aunque la relación de políticos con delincuentes ya sea de cuello blanco o manchados de sangre siempre ha existido, en México hace poco más de 50 años se empezó a divulgar con mayor frecuencia ese tipo de relación, misma que no ha parado, sino por el contrario va en aumento.
La amenaza está latente y de manera lamentable va en incremento de acuerdo a señalamientos de periodistas en diferentes estados del país en los que refieren ser amenazados por políticos impuestos por la mafia y que incluso han tenido que emigrar de sus lugares de origen para proteger sus vidas y la de sus familias.
Este gobierno federal en el que el presidente se jacta de ser diferente a todos, al parecer no se ha dado cuenta o se niega a ver que las cosas han empeorado al colarse en sus filas mucho lobos que se han disfrazado de ovejas.