Por: Zaira Rosas
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Imagina despertar y descubrir que tu vida no es tuya, que tienes que hacer las actividades que alguien te ha impuesto, despiertas al lado de alguien que no has elegido y con hijos o hijas que no decidiste tener, los cuales ni siquiera sabes cómo podrás mantener. Todo lo que haces y tienes ha sido decisión de alguien más, no tuya. ¿Parece irreal cierto? Sobre todo, en la actualidad, donde la libertad es uno de los derechos fundamentales.
La definición de libertad implica no estar bajo la voluntad de otro, elegir de forma responsable la propia forma de actuar y sin embargo en pleno siglo XXI pareciera que tal derecho no existe, especialmente para las mujeres, personas no heterosexuales, o quienes no se identifican con el género que les fue asignado al nacer. Hablamos constantemente del libre albedrío, buscamos tener una libertad de creencias políticas y religiosas, pero por otro lado como humanos podemos caer en imponer creencias propias, lejos de buscar un espacio para el diálogo y entender la diversidad de posturas.
En los últimos días he vivido un bombardeo de noticias y publicaciones respecto a dos tópicos: el aborto y el beso de una película para niños, ambos temas han indignado a una sociedad conservadora, misma sociedad que se empeña en limitar las garantías y cuya forma de pensar termina perpetuando formas de violencia. Ambos temas deberían ser parte de un profundo entendimiento de nuestro entorno y no de una discusión en la que se busque imponer un solo punto de vista.
Una de las películas más recientes de Disney tiene un beso entre dos mujeres, lo cual ha indignado a algunas familias, porque consideran que los niños no deberían estar expuestos ante ese tipo de información, ¿qué tiene de distinto a un beso entre un hombre y una mujer? La idea de que esto último es algo normal ¿de dónde surge? El hecho de que la unión sexual entre un hombre y una mujer de paso a la concepción, no significa que sea la única posibilidad de vida, sobre todo si consideramos que nuestra población está excediendo su crecimiento y que los recursos no se distribuyen de manera equitativa, quizás incluso hay quien podría decir que ante un exceso de crecimiento demográfico lo natural es la atracción a personas del mismo sexo.
Teorías que expliquen qué es natural y qué no, las hay en demasía y en esta ocasión no vamos a ahondar en ellas, pero sí en la capacidad de elección, porque las libertades respecto al amor no dañan a nadie, es tan absurdo como penar el matrimonio por diferencias raciales o el origen socioeconómico. ¿Cómo llegamos a entender en su mayoría que era una injusticia? Porque nos reconocimos como seres humanos con los mismos derechos.
Sin embargo, el reconocimiento de los derechos también puede llegar a desaparecer, tal es el caso de Estados Unidos, que derogó una ley que permitía el derecho al aborto a una mujer. Este caso se hizo válido en 1973, donde bajo la cuarta enmienda se les permitía a las mujeres decidir sobre sí mismas. El pasado 24 de junio la suprema corte anuló este derecho, dejando en manos del Estado la decisión, por lo que la mitad de los estados del país vecino aplicaron normas que prohíben este derecho.
Lo anterior es un retroceso para los derechos humanos, pone a las mujeres y personas gestantes en riesgo (porque quien quiera abortar lo seguirá haciendo, pero sin el acompañamiento o seguridad debida) y lo que es peor, sigue sin tratar los problemas de fondo. El aborto no es el problema, es una consecuencia a embarazos no deseados, que ocurren por falta de educación sexual, por violencia, la incapacidad de hacer frente a la gestación por distintas causas ya sean físicas, emocionales o económicas.
La práctica debería estar regulada y no penada. Pues el verdadero problema viene detrás.
Aunque el Presidente de Estados Unidos Joe Biden está buscando alternativas a esta sentencia, lo cierto es que esta decisión debe estar en la mira de todos los países y servir a la sociedad como un punto de alerta para no bajar la guardia y exigir a los gobiernos el respeto a los derechos, por situaciones como esta se hacen marchas, por eso hay un día del orgullo, porque aún queda mucho trabajo pendiente para que todas las personas tengan plena libertad para elegir qué vida quieren vivir.