Hace dos décadas escuché por primera ocasión el tema de la igualdad entre mujeres y hombres, era un debate estudiantil; ya entrados en el puente de la adolescencia y la juventud. Mi amigo que participaba directamente, valiente escribió sobre el tema, titulándolo: 1+1=1. La idea central era que los hombres y mujeres no somos iguales sino complementos.
Después de 20 años, con más dudas que certezas y con más temple que valentía, me atrevo a decir que mi gran amigo estaba en lo correcto y yo también en apoyarlo. Él, eligió estudiar economía, donde le enseñaron que existen diferentes tipos de bienes, entre ellos, los bienes sustitutos y los bienes complementarios… yo elegí la comunicación, en donde me enseñaron que hay lobos vestidos de ovejas, y demonios con alas de ángel.
Me explicó que los bienes sustitutos son aquellos que se pueden reemplazar uno por otro; por ejemplo, si estoy en el desierto y necesito una botella de agua, la marca “equis”, me dará la misma utilidad que la marca “ye”, por lo tanto, x es sustituto de y. Por su parte, los bienes complementarios son aquellos que no se pueden utilizar sino en conjunto, un zapato izquierdo y un derecho, por ejemplo… y así.
Por consiguiente, los hombres y mujeres no funcionamos el uno sin el otro. Hoy, que pareciera que las libertades son más amplias, el humano está más atado a sí mismo que a los “sistemas opresores”. Tenemos mayor tecnología, una moral más relajada y una organización más individualizada que colectiva; sin embargo, enfrentamos la mayor tasa de suicidios a lo largo de los años y la depresión se ha presentado hasta en niños: infantes suicidas, también hay registro.
Con la frialdad de los hechos, mi amigo y yo, estamos seguros que usted como nosotros sospecha que alguien está queriendo engañarnos, desviarnos y dividirnos. Los homicidios en México no respetan género y la “causa de las mujeres” no busca disminuir los homicidios sino permitirlos, en aras de la libre elección, desde antes de nacer.
Como hombre, de acuerdo a las reglas establecidas por esta corriente de pensamiento en boga, solo me dirigiré a los hombres en estas siguientes líneas: no hemos entendido la responsabilidad que tenemos en la formación de las nuevas generaciones, en nuestro papel como guías y protectores, hemos estado corriendo detrás de nuestras pasiones, del instinto animal en lugar de establecer una disciplina a nuestro cuerpo y alma que nos fortalezca y moralice nuestro liderazgo natural.
Escucho a varios quejarse de las “hordas de mujeres vandálicas”, pero no se visibiliza la falta de liderazgo de una voz que guíe a las adolescentes, que ponga límites, que las inspire a practicar las buenas costumbres y reestablezca el orden. No hay escucha para las agredidas.
Vivimos la época del caos, el “rompan todo” es una filosofía aún más profunda que un simple grito de manifestación. Alguien quiere rompernos todo, romper el orden, romper las reglas, romper las familias, romper nuestros lazos, romper jerarquías, romper la costumbre… romper todo lo que ha permanecido, romper la vida y darle espacio a la muerte.
Todo indica que ese alguien lo está logrando, hoy existen más familias divorciadas que unidas, más suicidios que líderes morales y más niños deprimidos que futuros geniecillos.
El problema nunca ha sido destruir, si no construir, la gran duda es sobre qué cimientos se dará esta reconstrucción social; con todo el dolor experimentado permitiremos que el humano siga como va y finalmente ¿construiremos sobre la muerte?
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