Por José Luis García Castillo
Todos recordamos nuestra escuela primaria, cómo nos divertíamos y la espera del timbrazo para el descanso y la salida.
Tomábamos nuestras mochilas y muchos salíamos a la calle
para ir a nuestras casas o comprar golosinas con los vendedores que se
instalaban al frente de la escuela, mientras esperábamos a mamá o papá que
fuera por nosotros.
A cierta edad de distancia, los que leemos esto, la memora nos trae el recuerdo de que también había peligro y que el “robachicos” podría estar a la vuelta de la esquina asechando a su víctima, mientras que nosotros inocentes confiábamos en todos.
Con el asesinato de la pequeña Fátima en la alcaldía de Xochimilco en la Ciudad de México, se habla de protocolos de seguridad que no se respetaron, y que por esto fue suspendido el director del plantel hasta avanzar en la investigación interna de la Secretaría de Educación Pública.
Todos sabemos que en el caso la gran mayoría de las escuelas primarias, sin temor a equivocación, no se sigue ningún protocolo de seguridad a la hora de la salida de los niños.
Las puertas se abren para que entren y salgan adultos,
sin que sean cuestionados a qué van o si van por algún menor.
De acuerdo a la Red por los Derechos de la Infancia en México, en el análisis del 200 al 2019, hay cerca de 21 mil niñas, niños y jóvenes víctimas de homicidio doloso y más de 7 mil casos de menores de edad desaparecidos.
De acuerdo a las encuestas los mismos niños dicen sufrir
algún tipo de violencia, como violencia corporal y violencia extrema en sus
hogares, además de que uno de cada tres niños, refiere sufrir algún tipo de
agresión o acoso cuando va a la escuela.
En medio de todo estos fríos números, de la difusión de feminicidios, abuso sexual contra menores, robo y asesinato de infantes, es evidente que no existen protocolos de seguridad en escuelas primarias que sean efectivos, a pesar de que las autoridades intenten asegurar lo contrario.
Cuántos casos conocemos de menores que son llevados por su padre o madre, por un caso de divorcio y custodia de los hijos, lo cual no deja de ser grave.
Estas acciones preventivas en favor de los menores, solo se observan en escuelas particulares, en donde sí se toman en serio las cuestiones de seguridad y el niño solo sale de la escuela si llega su madre, padre o algún familiar autorizado para ello. Esto se ofrece como un plus, un extra de seguridad como escuela de paga.
Pero ¿Por qué debe ser diferente en las escuelas públicas
de las de paga?, ¿por qué se relaja la seguridad y el bienestar de los infantes?
Seguramente saldrán con que no hay suficiente personal y
que a los maestros no les corresponde esa responsabilidad y que es de los
padres estar a tiempo por sus hijos. Falso y cínico sería que respondieran algo
así.
Es verdaderamente lamentable que sigan ocurriendo casos
como el de Fátima o cualquiera de desaparición de menores frente a las
escuelas, para que lentamente se implementen protocolos de seguridad en las
primarias federales, situación que debió implementarse desde hace ya muchos
años.