En medio del ciclón blanquiazul del domingo que posiciona a Tamaulipas como un amplio prospecto a ser el nuevo bastión panista de México, Morena en común acuerdo con el ciudadano se apoderó de las gubernaturas de Baja California y Puebla, sin embargo, el PRI que bajó a dos dígitos su porcentaje de votos, ganó más que cualquier otro instituto político.
Ganar 21 de 22 distritos en disputa, obtenidos por el cabecismo panista en Tamaulipas -al noreste de México- claro que provocó los reflectores del ajedrez político nacional se dirigieran al gobernador Francisco Javier García Cabeza de Vaca, quien en el entendido tiene cuentas claras con el presidente Andrés Manuel. Yo no sé mañana, diría una sabrosa y famosa canción en voz de Luis Enrique.
Mientras los panistas de Tamaulipas se embriagan de triunfalismo, y los de Morena hacen lo propio en entidades ganadas; los priístas tamaulipecos resultaron victoriosos, estaban conscientes que no iban a ganar, es más, hasta la derrota del candidato Alejandro Etienne Llano, es un resultado de salvación y liberación partidista, pues ahora el ex gobernador Egidio Torre Cantú, perdió su última carta y los verdaderos tricolores, los auténticos, esos que sienten, aman, quieren y sudan con honor y valor la camiseta verde, blanco y rojo son los que el día de mañana abrirán las puertas del instituto, terminarán de barrer la basura y volverán a colocar en todo lo alto la bandera del partido de las instituciones. Ganó el PRI, quienes hoy hacen al partido y los ciudadanos que gracias a la escabullida de los más nocivos políticos, hoy existe una fuerza política con siglas manchadas pero con ciudadanos íntegros, valerosos y honestos.
Ahora el PRI, que gracias a Peña Nieto irónicamente se deshizo de los más corruptos, los arribistas, esos hambrientos de poder, cegados por la ambición y sus ganas de seguir llenando sus bolsillos y alimentar sus egos; tiene la grandiosa oportunidad de reinventarse, de armar un festín en medio del ciclón blanquiazul, algo así como bailar bajo la lluvia; pero sobre todo de gritar, reír y saltar como niños chacoteando en el inmenso charco de lágrimas propiciado por el desconsolador llanto de los morenistas que volvieron a toparse con su verdad. En Tamaulipas no son nada, más que un partido que cobijó a los más corruptos de otros institutos. Claro uno que otro se salva, pero de qué son una catástrofe, lo son. Felicidades a Morena: el PRI les da las gracias por limpiar la escoria.
Como diría aquel teñido y maquiavélico estratega político de Eugenio Hernández Flores, aún en la derrota del 2 de junio, “ganó el PRI”, y sí, me refiero al veracruzano Ricardo Gamundi Rosas ¡de miedo!
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