Estaban en la mira de los asesinos, de los sicarios, los halcones, de los Maras. Iban a ser una estadística más de la delincuencia organizada, la que está más y mejor estructurada que los mismos gobernantes.
Esos criminales que encuentran alianzas transfronterizas para hacer crecer su poderío y negocio de tráfico de armas, drogas, personas e incluso de infantes. Se trata de los migrantes centroamericanos que vienen huyendo de sus países de origen, pues vivir allá o desafiar el camino hacia los Estados Unidos es prácticamente lo mismo, una cuestión de vida o muerte.
Los indocumentados de Centro y Sudamérica son como una bala expansiva disparada por aquellas hermanas naciones, seres humanos programados para expandirse al momento de tener su contacto con el suelo mexicano ampliando sus posibilidades de éxito, pues de ser un proyectil expansivo altamente efectivo, se convierten en blanco fácil extremadamente vulnerable de los trata de personas si se mantienen en grupos numerosos.
Nada del otro mundo, al nuevo gobierno federal le excita el asombroso flujo de migrantes, quienes escapando del miedo de morir acribillados llegan por lo menos a la frontera de Tamaulipas con Estados Unidos, aproximadamente 2 mil 500 personas diariamente; huyen del hambre, de la pobreza, de la inmundicia y la precaria calidad de vida, pero salen despavoridos de sus países de origen ante el miedo de convertirse en víctimas de la delincuencia, pero penosamente no son bien recibidos por la política gringa, ya que tan solo en el último mes fueron deportados unos 8 mil indocumentados y han obligado al presidente Donald Trump amagar con arancel de 5 por ciento a productos mexicanos; todos los seres no deseados por la migra de las barras y las estrellas son “entregados” en las ciudades de Matamoros, Nuevo Laredo y Reynosa, los tres municipios fronterizos más importantes de Tamaulipas, y aquí sin importarle al Gobierno Federal se vive una extrema crisis migratoria, una difícil condición humana que raya ofensivamente los derechos humanos; aquí en donde la Cuarta Transformación, les dijo “bienvenidos” conviértase en una carga para los gobiernos locales.
Es real, la frontera como los albergues están saturados y no es un comentario xenofóbico, es una realidad ante el desinterés de quienes realmente pueden ayudar. Los de la 4T. Tuvimos la oportunidad de charlar con Jairo, un migrante refugiado en Reynosa, Tamaulipas; nos explicó que la presente problemática de migración no es un tema individual.
Es que hoy no se trata del hijo, hermano o padre de familia que emprende una aventura cruzando México para encontrar el sueño americano, sino que hoy, son familias enteras las que desafían su suerte viéndola a la cara y mirando a los ojos a los cárteles mexicanos quienes tienen subgrupos operativos de polleros, que en el mejor de los casos a los migrantes les bajan hasta 7 mil dólares por persona para llevarlos de la zona metropolitana de Tampico -en el sur del estado- a la frontera, para después, abandonarlos en alguna casa de seguridad, hotel o paraje sin garantías de nada; eso si les va bien. Insisto, ellos se están convirtiendo en una carga financiera para los estados fronterizos, Tamaulipas, es un ejemplo de ello, la alcaldesa de Reynosa, Maki Ortiz, los exhortó a que se pusieran a trabajar, comentó en entrevista que en Tamaulipas hay trabajo y ni se diga en su municipio, pero que tanto para su gestión municipal como para los directores de casas de migrantes, atender casi 2 mil personas es casi imposible, y más cuando no existe un calendario específico de cuándo llegará la ayuda de la 4T, o lo que parece imposible, la autorización para poder cruzar a los Estados Unidos.
En Tamaulipas, la crisis humanitaria está saturando sus fronteras.