El presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, visitó McAllen, Texas; para reiterar la necesidad de destinar 5 mil 700 millones de dólares para construir el muro divisorio con México. Casualmente apenas unas horas antes en Tamaulipas, la entidad vecina con Texas se localizaron 20 cuerpos sospechosamente calcinados.
El muro es el tema de la discordia con los opositores demócratas del presidente güero, una barda proyectada en 370 kilómetros a construirse en 10 años, con al menos 10 mil obreros, muchos seguramente serían migrantes, pues son los encargados de levantar y sostener en gran parte la nación vecina del norte mexicano.
Para bien de los mexicanos interesados en que no se construya la barda fronteriza, por ahora el norteamericano ya no tiene la fuerza política en su nación para externar que México se vería obligado en financiar el muro, sin embargo, la Casa Blanca, insiste en declarar la “emergencia nacional”, debido a los graves problemas de inseguridad, migratorios y de tráfico de drogas que tiene el país, ahora gobernado por Andrés Manuel López Obrador.
Lo sospechoso de todo esto, es que de los veintitantos cuerpos carbonizados y semi calcinados localizados en el municipio fronterizo de Miguel Alemán, Tamaulipas, ninguno dejó rastros o evidencias de afectaciones menores en sus alrededores de donde quedaron tendidos. Según los primeros reportes periciales de la Procuraduría tamaulipeca, el diámetro de la batalla entre presuntos civiles armados fue de unos 600 metros, y lo único que se percibe con daños derivados por el fuego, son precisamente los cuerpos allí encontrados de las personas muertas y algunas de ellas descuartizadas.
Un miedo de los tamaulipecos antes de este acontecimiento desgarrador, era que se repitiera la época violenta como la registrada en 2010, cuando estaba por terminar el mandato del ex gobernador priísta de Tamaulipas, Eugenio Javier Hernández Flores, y el panista Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, presidía la República Mexicana; años violentos que siguieron tras la llegada del mandatario tamaulipeco, Egidio Torre Cantú, también emanado del Partido Revolucionario Institucional (PRI), guerra despiadada que continuó durante los seis años de Enrique Peña Nieto, en Los Pinos.
Ya con Francisco Javier García Cabeza de Vaca, el primer panista en la historia de esa entidad al frente de la política tamaulipeca, las cosas tampoco han sido muy distintas, y el miedo de que todo episodio violento se repita o recrudezca creció con la llegada de Andrés Manuel, por ser una corriente política contraria a la Cabeza de Vaca, pero ahora con esta malvibrosa coincidencia de los calcinados y luego Trump, en Texas, abogando por su muro, hace pensar que como el helicopterazo del 24 de diciembre, México es quien debería estar en alerta máxima y declarar emergencia nacional.
La cuarta transformación, no solo se enfrenta al juego de las vencidas contra los huachicoleros, la crisis migratoria y su tráfico de personas, además del rápido y furioso pase de armas y drogas de Estados Unidos de América a México, y viceversa; también como hace tiempo no se veía, tiene enfrente a una verdadera y colosal mafia del poder con aires transfronterizos.
Que los agarren confesados… quizá sea el secretario de seguridad pública de Tamaulipas, el primero en pasar al confesionario.
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