Por Deysi Sánchez
¿Cuántas decepciones nos ahorraríamos sí dejáramos de esperar de más de alguien o algo? Sin duda viviríamos menos atormentados. Las personas solemos esperar y exigir dentro de la mayoría de ámbitos, en las relaciones (de cualquier tipo), en el arte, en la escuela… en la vida.
Incluso muchas veces nos exigimos demasiado a nosotros mismos y cuando vemos que el objetivo que queremos alcanzar está muy lejos, nos deprimimos, porque no conseguimos lo que quisimos. Pero no es malo esperar lo mejor de sí mismo o de los demás, sino que en ocasiones trazamos metas que son poco menos que inalcanzables.
El día de ayer, fui a una sala de cine a ver la película de la que muchas personas están hablando: Baby driver. Una película que ha sido considerada una de las mejores que se han estrenado en cines en lo que va del año, con una calificación de 8.2 por parte de IMDb, cualquier pensaría que sería excepcional; con base en esta referencia yo iba llena de expectativas. La película del director Edgar Wrigth, comienza de una forma en que te atrapa, con actuaciones de Ansel Elgort, como Baby driver, Jon Bernthal y Jon Hamm, entre otros actores, nos regalan una trama que es prometedora hasta la primera mitad de la película (no spoilearé nada), pero a partir de la segunda mitad todo se empieza a caer poco a poco.
A partir de este momento comienza a saturarse de clichés cinematográficos, que aunque no está mal la idea de estos, la forma de abordarlos cae en el cine común y comercial, nada nuevo: el amor casi a primera vista, el niño bueno que cree en las razones justas, aunque es un delincuente por las circunstancias, el malo que en realidad es bueno. Pero cuando llega el final, rompe con toda los línea que se había manejando, pues es bastante flojo, de esos finales que sabes que pudieron ser mejores.
Y aunque no todo es decepcionante, pues el soundtrack es lo más respetable de la película en sí. Sí me dejó con ganas de más, de que el guion se mantuviera siempre al mismo nivel, que las actuaciones fueran más convincentes, pues hubo alguna que dejó que desear.
Y así como con Baby driver me pasó a mí, a todos nos ha ocurrido llevarse decepciones dentro de otras áreas. Seguramente la vida sería más sencilla si no exigiéramos tanto, pero seamos honestos, el ser humano siempre tiende a idealizar. Siempre queremos más, nos inventamos historias y esperamos siempre que los demás nos den lo mejor de ellos y cuando esto no sucede nos quedamos con un sabor amargo y con cierto resentimiento. Tal vez si aprendemos a colgar expectativas las cosas sean más sencillas, solo tal vez.