No hubo daños: las bolitas de hielo eran de las dimensiones de canicas, y sólo duró un par de minutos, aproximadamente, su caída intempestiva, como suelen ser las granizadas, en la fronteriza y heroica ciudad de Matamoros.
José Luis Aguilar Padrón, trabajador que reside en aquella localidad nortamaulipeca, dijo a REPORTE NORESTE que antes del mencionado fenómeno meteorológico: «había estado haciendo un calorón bárbaro, mucho calor previo al granizo».
Indicó que la granizada ocurrió cerca de las cuatro de la tarde, y posterior a ello comenzó una precipitación pluvial que tardó, esa sí, una hora antes de cesar, cuando menos.
A la pregunta de si supo de algún daño ocasionado por la lluvia de hielo, el habitante de la frontera con Brownsville aseguró que ninguno del que se haya sabido, al menos en el sector donde él se encontraba, y que la gente en lo general estuvo más preocupada por continuar sus actividades que por detenerse a admirar la contingencia.