Opinión

MÉXICO BRAVO… Por Alberto Ídem / «Ambientalistas: 3. Sentido común: cero»

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La jubilación de los caballos como bestias de carga, como animales de monta, para el arrastre de carruajes, ha llegado a nuestra zona.  Aparece más de un siglo después de la invención del coche, a cien años de que las máquinas de combustión interna comenzaran a rodar por las calles de Tampico, y centuria y media más tarde desde que el ferrocarril hizo su aparición en nuestro país.  El jamelgo, las mulitas y el asno, siguieron siendo parte del paisaje urbano en la conurbación sur de Tamaulipas a lo largo de todas las décadas posteriores al cumplimento del primer centenario de esta ciudad y puerto, en 1923, y no precisamente porque se los utilizara en calidad de atractivo turístico, cual ocurre en Guadalajara, Nueva York, o muchas otras metrópolis del orbe.  Las «nieves» (helados) del caballito, el «señor del petróleo» y el velador, son todavía imágenes arraigadas en la memoria colectiva de varias generaciones, incluso entre las más nuevas, tratándose del primero de los referidos elementos.  Y hoy en día, la imagen de personas a bordo de carretas o carretones jalados por cuadrúpedos del tipo equino es bastante conocida, debido a quienes se dedican al acarreo de escombros y basura en dichos vehículos.  Pero, ¡bendita defensoría de los animales que se acomodó para quedarse en el mundo de un tiempo a la fecha!  La exagerada hipocresía de una buena cantidad de asociaciones civiles y no pocas instituciones públicas en las que todo lo «políticamente correcto» se  ha vuelto norma, aunque en múltiples ocasiones caiga en lo absurdo, nos trae cada vez más y mejores sorpresas que no mueven más que a risa.  Tal es el caso que veremos el próximo miércoles 12 de abril en Altamira y Tampico.

Para la muy tradicional y casi que histórica,  simbólica conmemoración de la repoblación o fundación de Tampico, según se la quiera nombrar, los organizadores de la acostumbrada caravana de diligencias y carretas adornadas con flores no contemplan el empleo de corceles, como fue cosa común hasta el año pasado, sino más bien la utilización, léalo usted bien: de coches, unidades motrices que tirarán, remolcarán más bien, los mencionados carromatos.  Algo que puede sonar tan ridículo o incongruente como echarse a la boca una torta de tamal, o un taco de zacahuil.  Y sin embargo, existen muchos que lo ven de lo más sabroso.  En el ayuntamiento de Altamira aseguran que fue la presión tanto de las sociedades protectoras de la fauna, como de los responsables del departamento de ecología, que se tomó tal determinación.  Lo cierto es que, por lo pronto para el aniversario número 194 de Tampico, los jamelgos tendrán por primera vez, en dicho festejo, el día libre.

Pero en eso de abogar por toda la creación, excepto el ser humano, cuando se trata de sumarse a la moda de los veganos, adeptos de Greenpeace y «proani’s», hay niveles: están los, efectivamente, amantes de perritos, burritos, gatitos, vaquitas, toritos, bueyes, gorilas, leones, elefantes, zoológico entero y hasta ahí (porque difícilmente se lanzan al rescate de un tlacuache, de un tordo o una serpiente de monte), y hay, por otro lado, aquellos no sólo buscan que la etiqueta diga «orgánico» cuando de vegetales se trata, sino que aparte se echan a la calle en protesta por la venta de maíz transgénico, por ejemplo, con todo y que el tratamiento humano del maíz y los injertos sean tan milenarios como las primeras civilizaciones americanas.  Es decir: los defensores de lo verde hasta en la etiqueta de un preservativo.  Hablando de estos casos en particular, resulta a veces increíble la forma en que han llegado a invadir la esfera pública al extremo esas ideas y prácticas que, además, caen en lo incoherente: en la dirección de ecología del ayuntamiento porteño señalan que si cortas, es decir talas un árbol en tu propio terreno, te meterás en líos no sólo con ellos, sino también frente a Profepa (la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente), aunque demuestres que te estorba y firmes, prueba en mano, el compromiso para hacer la biorremediación al instante, si es que no acude a hacer ese trámite el propietario del predio en el papel.  Pero jamás se ha sabido de sanciones aplicadas contra funcionarios del propio gobierno citadino por haber devastado toda una franja de camellón o glorieta en los que había palmeras u otro tipo de plantas.

Y de hecho, están también los que por un lado defienden a la fauna, más por el otro desprecian a la flora, desde las mismas dependencias públicas.  La dirección de atención a la juventud en Tampico, que tiene su apartado a favor de los cachorritos, acaba de rubricar un convenio con el área pro ambiental de la Gendarmería, y así lo «cacaraqueó» en redes sociales, pero el dichoso acuerdo es sólo para coadyuvar en el auxilio de semovientes o mascotas, y no en la prevención de atentados al entorno mediante la contaminación del suelo, aire o agua.  Para evitar que la gente siga tirando basura a la calle o en cuerpos de agua, aseguran, son otros los que deben trabajar.  Sin sentidos de los dizque ecologistas…

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