Tampico Tamps.- De 1926, hace ya 90 años, data la construcción de un ostentoso cuanto singular y muy conocido edificio localizado en la esquina de las calles 20 de Noviembre y Salvador Díaz Mirón: la Casa Fernández, propiedad de una familia que lleva ese apellido y que desciende directamente del dueño original de ese auténtico tesoro arquitectónico, el cual forma parte del catálogo de inmuebles históricos de la ciudad y puerto de Tampico.
Fincado en plena etapa del esplendor petrolero, durante los años gloriosos de la industria, el comercio y la economía local, el inmueble de una sola planta conserva casi intacta toda la fisonomía que mostraba en aquellos años, tanto aquella que conforman sus fachadas o paredes exteriores, incluido el pórtico situado justo en la esquina, como la que se advierte en sus salas y galerías, así como en el patio a cielo abierto, flanqueado por sendos corredores y enmedio del cual hay un pozo como el que había por esos tiempos en cada vivienda de esta parte de la ciudad.
En algún tiempo de las décadas recientes ese lugar ya había sido habilitado como una especie de museo o recinto cultural, precisamente por su alto valor histórico y su riqueza arquitectónica, además de su proximidad al palacio municipal y, en consecuencia, al mero centro de Tampico, pero a últimas fechas y desde hacía ya más de un lustro los dueños del predio lo tenían desocupado y ofrecido en renta.
Hubo de ser un organismo no gubernamental: la asociación civil «Vive la Cultura», el ente que se encargara de rescatar para la memoria colectiva, para el disfrute popular, dicha vivienda antigua, que desde hace poco menos de un mes está abierta al público en calidad de espacio para la presentación de exposiciones artísticas y la exhibición permanente de muchos de los elementos que formaron parte del mobiliario y menaje de tal residencia.
Equipamiento tan diverso y que va desde la bañera de porcelana genuina y demás muebles de baño con que cuenta el área del sanitario, hasta las múltiples pantallas de las lámparas que había en cada abanico de cielo, de los cuales todos se hallan hoy en día en funcionamiento.
Las molduras interiores, la herrería, las ventanas y puertas de madera, sus espejos y armarios, los pisos, la noria del patio, algunas sillas e incluso prendas de vestir que usó el Sr. Fernández, primer propietario de la casona, son algo de lo que se muestra al visitante cuando acude a conocerla, lo que se puede hacer de lunes a sábado en horas «hábiles» y con el acompañamiento y dirección de una guía turística.