Tomarse una cerveza o más a media calle, justo frente al Palacio municipal, en mero enfrente del cine Plaza, era impensable: la ingesta de bebidas alcohólicas en la vía pública era algo totalmente prohibido y que no hallaba excepción alguna en el sur de Tamaulipas todavía en la década del 90, cuando desapareció la Compañía Operadora de Teatros, que administraba a la mencionada sala de exhibición antes de que la comprara el grupo Multimedios, de don Pancho González, sólo para cerrarla en los umbrales del actual milenio. Hoy en día, cualquiera puede beber una botella de vino tinto afuera de las dos esquinas localizadas en el lado sur de esa misma cuadra, formada por la calle Salvador Díaz Mirón, a lo largo, y las de Colón y Olmos, en sus laterales. Ahí se sitúan el café Degas y los restaurantes del hotel Inglaterra, respectivamente, los cuales cuentan con licencia de alcoholes. Por eso, lo de la tomadera en plena calle, aunque con elegancia y al más puro estilo cosmopolita, es cosa que hoy en día, desde poco después la última década, no espanta a nadie en la otrora medio mocha sociedad de esta región del país.
Eso: la bebedera «con clase», con cierto caché enmedio del tránsito peatonal del centro de esta ciudad portuaria, es una cosa, y permitir el desorden en las calles de otros sectores del municipio, como la avenida Las Torres de la zona norte, es algo enteramente distinto. A la altura de la colonia Colinas de San Gerardo hay al menos un par de locales dedicados exclusivamente al expendio de bebidas etílicas, como giro principal, que colocan sus mesas en plena banqueta y ahí mismo puede uno entrarle con singular alegría a los litros de brebaje con grado alcohólico que despachan. Sus respectivas barras están al pie de la vía pública, igual que ocurre casi todo el santo día en cierta área de la calle Primero de Mayo, en Madero, o en avenida Universidad, en el propio Tampico, o donde usted quiera imaginarse de todo el territorio altamirense. Y dígales algo, para ver qué contestan. Es un mal aceptado hasta por las autoridades, pero, ¿es realmente necesario? Bueno, para algo está la regulación, el reglamento respectivo, ¿no? ¿O es acaso la Ley de Alcoholes un simple accesorio ornamental…?
Pero «espantar con el petate del muerto» es algo que no se limita a estos días de Halloween o de festejo a los fieles difuntos: en la anterior sesión ordinaria del cabildo porteño el regidor Néstor Luna, de Movimiento Ciudadano, mencionó un par de asuntos a los que relacionó directamente no sólo con la clandestinidad, la ilegalidad, sino de plano con el crimen «organizado»: el del arrastre de vehículos por parte de empresas «grulleras», y aquél que tiene qué ver con el ambulantaje en el primer cuadro citadino. Y aunque en la misma asamblea del cuerpo colegiado la alcaldesa les hizo ver a todos que muchas veces la gente que dice estar «protegida» por «esas gentes» lo hace sólo por fanfarronear y para obtener inmunidad automática y de botepronto, lo cierto es que, a decir del mismo edil, en otra reunión efectuada ya después, a puerta cerrada, le dijeron que mejor no anduviera tocando esos temas en las juntas del cabildo, porque «eso es no quererse». El mismo petate del muerto que sigue espantando a todos, y que está más vivito qud nunca y coleando, como siempre. Porque, como dijo la misma presidenta municipal de Tampico al ser entrevistada en el panteón de la avenida Hidalgo el pasado jueves: «No hay que tenerles miedo a los muertos, sino a los vivos».