Opinión

MÉXICO BRAVO… Por Alberto Ídem / «Impunidad republicana».

Publicado

el

«Sí pública se le llama a una mujer ‘de la calle’, ¡vayamos a saber entonces qué cosa es la república…!»

Ignoro quién acuñó tan reflexiva frase de la sabiduría popular, pero recuerdo perfectamente que la escuché por vez primera hace poco menos de dos décadas, en mi alegre primera juventud, de la áspera cuanto atractiva y dulce voz de la abuelita de un muy buen amigo mío, entendida ella, como lo fue, en cuestiones filosóficas y de cultura general, cual correspondía todavía en aquellos años a la mayoría del magisterio, del personal docente y catedráticos de las instituciones públicas del país.  De ascendencia española directa, doña Amarintia, que en paz descanse, ofrecía siempre auténticas lecciones de civismo, historia, literatura, mitología, matemáticas, y hasta del más complicado asunto político y económico de actualidad, como plática de sobremesa, fuera que las dirigiera a sus invitados, como tuve la fortuna de serlo en múltiples ocasiones gracias a su anfitrionía y la de mi amigo Paco y la maestra Pati Castañeda, o a ellos mismos: su familia.  Me acordé de esa máxima, y por supuesto de ella, a propósito de las peculiares condiciones de singular desventaja en las que, paradójicamente frente a los que cometen delitos, nos ha dejado nuestro flamante y nuevo sistema de justicia penal.

Hoy en día, es más fácil que un ciudadano honesto, con cero historial en los estrados o tribunales (ya no digamos delictivo), sea llevado en vilo a la caja de una camioneta como las que desde hace años son usadas en calidad de patrulla dentro del territorio nacional, por el simple hecho de que le ganaron las ganas de hacer «pipí» al aire libre a mitad de la noche cuando iba manejando de regreso a su casa, a que un delincuente de verdad toque siquiera la barandilla, cuando han pasado apenas minutos de que cometió una fechoría, si es que, al ser encarado por los uniformados y la gente que lo señala, alega entre los muchos argumentos no sólo sus derechos como persona y ciudadano, sino además el factor de la falta de flagrancia, porque, ante una simple acusación, sea ésta individual o masiva, le asiste ahora como principio básico y primer criterio a favor, el beneficio de la duda en su calidad de presunto «inocente».  Ante la nula aparición oportuna de los policías como para sorprender a esa persona «in fraganti», será siempre la sola palabra de otro, u otros, contra la suya, pero en igualdad de circunstancias, y para ello entonces deberá de seguirse un procedimiento legal como el que señala nuestro nuevo sistema de procuración e impartición de justicia acusatorio.  Sabiendo hacer valer su defensa al cien por ciento, el acusado bien puede, con o sin abogado y desde el comienzo, evitar incluso su detención.  Y he aquí lo irónico: que «viendo siempre por las garantías civiles, por los derechos fundamentales de todo ciudadano mexicano, los representantes precisamente de la ciudadanía en los órganos legislativos federal y estatales que modificaron los códigos penales correspondientes, acabaron otorgando casi plena inmunidad, y en consecuencia entera libertad para actuar con toda posibilidad de completa impunidad, a los criminales, desde los más comunes hasta los más feroces y peligrosos a nivel global.

Así la cosa, resulta lógico entonces que en una conurbación, como la del sur de Tamaulipas, un día una banda delincuencial asalte a la vista de todos a un matrimonio que acaba de hacer sus compras con sus hijos, en el interior mismo de una tienda de autoservicio de la colonia Ampliación Unidad Nacional, y que una pareja de ladrones rompa a patadas, frente a la calle Diez, la cristalera de una farmacia sin que llegue para atender a tiempo el llamado de auxilio de los vecinos del lugar la mal llamada «Fuerza Tamaulipas», que sólo se apersona casi una hora después para regañar al ciudadano que se atrevió a telefonear por el hecho de haber sido impaciente con quien respondió la llamada entonando la melodiosa y chocante cantaleta (en vías de extinción ya): «Emergencias ceroséis seeeeis».  O que unos saqueadores de viviendas entren y salgan a su antojo de cuantas casas quieran burlándose de los vecinos que les observan asustados, sin un solo elemento policial a la redonda, en la colonia Guadalupe de Tampico, o que en la Tamaulipas otra pandilla de maleantes robe impunemente un hogar amenazando a la familia que lo mora, y que se ha refugiado encerrándose en una habitación bajo llave mientras «los amantes de lo ajeno» vacían su domicilio.  O que una joven empleada del ayuntamiento porteño haya sido asaltada a la luz de la mañana en el centro de la ciudad antes de llegar siquiera a su lugar de trabajo para iniciar la jornada, a comienzos de esta semana.  Para no hablar de los espectaculares «bancazos» y asaltos a negocios perpetrados también en estos días con una monumental y auténtica impunidad republicana.

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Populares

Salir de la versión móvil