Opinión

MÉXICO BRAVO… Por Alberto Ídem / «La legión de la bestia».

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Sometido y atado como auténtico animal salvaje, como si de una bestia descontrolada se hubiera tratado, el sujeto aquel: corpulento y hasta regordete, joven (de, a lo mucho, unos treinta años), yacía bocabajo en el césped y la tierra, sujetas las muñecas por la espalda y liadas con gruesa soga a los tobillos, junto al pavimento del sector habitacional situado en la zona norte de la ciudad.  El tipo sollozaba, gemía con un niño y sonaba hasta casi tierno cuando atinaba a clamar, pecho tierra y con el rostro pegado al suelo: «¡Yo no hice naaaadaa!».  A su alrededor, en la imagen audiovisual difundida en redes sociales, se alcanza a ver las piernas de algunas personas mientras una o varias voces lo acusan de haber asaltado una tienda horas antes, con arma en mano.  Sólo la figura completa de un hombre más es la que acaso podría ser identificada al observar ese material, y es, irónicamente, la de alguien que se agacha para, presumiblemente, preguntarle cómo se siente, o si necesita alguna ayuda de la que se le pueda ofrecer en tan limitante, privativa condición.  Unos botines y pantalón negro, y lo que parece una tabla de anotaciones, hacen suponer la presencia de un oficial.

«¿Pero qué chingados tiene que hacer ahí la policía? ¡Patéenlo y córtenle las manos!», es uno de los menos violentos, pero múltiples comentarios que, en ese mismo tono de condena brutal, inconsciente, constituyen la mayoría de expresiones que puede uno leer en el apartado respectivo, al pie de las referidas imágenes.  Son la voz de la masa.  Las del montón.  Las voces más corrientes, es decir: las que corren, como agua residual por el drenaje, sin cesar por ese otro entramado subterráneo y al mismo tiempo público que son las redes sociales.  «¡Mátenlo!», sentencian, cual mezcla de implacable juez superior y «Big Brother», numerosos comentarios de usuarios cuyos perfiles muestran lo mismo angelicales caritas de supuestas «niñas bien», que horrendos semblantes de tipos más atemorizantes, por la facha, que aquel al que se ve en el video tendido en el piso.  Pero hay también, y en buen número, expresiones de odio de verdaderos «hijos de vecino», infinidad de «donadie’s» tan cobardes como para no poner ni siquiera fotos ajenas en los perfiles que seguramente se han inventado, con el único fin de liberar sus propios traumas, complejos y tendencias desviadas de clóset a través de la red.

El mismo día, se ha convertido en noticia mundial el espantoso hallazgo de varias personas con ambas manos mutiladas, pero vivas, en territorio de Tlaquepaque.  Gente a la que otras manos, sin lugar a dudas y por el mismo hecho: criminales, le han cortado esas extremidades sin legítimo razonamiento y bajo un argumento tan simple como el que aplican en países culturalmente atrasados del medio oriente.  Como ese horror, otros muchos: desde linchamientos hasta asesinatos con arma blanca de niños, mujeres y ancianos, han dado la nota, nota roja, este año en México.

«Mi nombre es Legión, porque somos muchos», respondió uno de los demonios que Jesús exorcisó de un poseído, según el relato del Evangelio.  El mismo demonio suplicó al Mesías, después de reconocerlo en todos los sentidos, que los arrojase a él y el resto de esa legión a los cerdos, y una vez hecho esto, los puercos, ya posesos, se despeñaron en un acantilado.  ¿Acaso son los marranos la siguiente opción como cuerpos a habitar para los demonios, después de los débiles?  Criaturas sucias por naturaleza, siempre impuras, pero fáciles de domesticar y también, por supuesto, prestas a manifestar sus instintos salvajes así, en grupo, en piara.

Películas y series, o hasta caricaturas y videojuegos de zombies tragándose a la gente, se han vuelto moda que hacen ver como inofensivos a los, también ficticios, hombres y mujeres vampiro.  Pero los verdaderos zombies, los de la vida real, estos que piden ver sangre y se alteran y despiertan a su estado primitivo cuando ven destazar o simplemente atacar a un semejante al que consideran amenaza (justo como hacen las jaurías de perros, las manadas de lobos, o los distintos grupos de primates), dejan muy cortitos a aquellos, la especie zombie de mentiras.  Y son más afines, en todo caso, a legiones demoníacas como aquella que había poseído a un hombre en el pasaje bíblico.  Como si se tratara, hoy en día, de la más fiel representación de aquello que podría llamarse «la legión de la bestia».

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