“¡No soy ni jamás seré Francisco García Cabeza de Vaca!”: Ya de plano
Fue el peor refrito que se haya podido hacer de un emotivo discurso priísta. En cinematografía se le llama, a toda versión actualizada de un éxito de antaño, “remake”. En el mundo de las producciones musicales, se trata de “covers”. Y en las muy mexicanas telenovelas optan no por anglicismo alguno, sino más bien por un término que de inmediato fije la mente del colectivo nacional en los bastante patrióticos frijoles: refritos, les dicen a las reinvenciones, por lo general peores en cada nueva versión, de las realizaciones originales. Y eso precisamente: refrito, es la palabra que definiría a la perfección el posicionamiento hecho por el candidato del PRI a la gubernatura tamaulipeca, Baltazar Hinojosa Ochoa, este martes 24 de mayo en Tampico… de no ser porque aquello fue más allá de un simple recalentado. Se trató de la reutilización de aguas pasadas que, para colmo, ya habían sido sometidas, hace seis años, a un proceso de planta tratadora. O sea: las sobras de rescoldos de viejas arengas cuyos protagonistas fenecieron asesinados a las horas de haberlas hecho. Sólo que esta vez, al ser algo ya escuchado y vuelto a escuchar, sonaron más bien como un chiste repetido hasta el cansancio, y peor aún: contado de una pésima forma por alguien que no nació para ello.
Si Luis Donaldo Colosio Murrieta convirtió en histórico el discurso aquel leído al aire aire libre, al pie del monumento a la revolución, y más por la macabra coincidencia de que fue el último que dio en público antes de ser asesinado a balazos aquel 23 de marzo de 1994 en Tijuana, Baja California, no fue porque se tratara de una copia, o al menos no de algo que le haya pirateado a político mexicano alguno (hay quienes aseguran que se trató de una adaptación de discursos emitidos más de dos décadas atrás por Martin Luther King y John Fitzgerald Kennedy). 16 años más tarde, al candidato del Partido Revolucionario Institucional a gobernador de Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú, lo mataron justo un día después de su cierre de campaña en el estadio Tamaulipas, donde había dicho, enmedio de una muy emotiva proclama, y enmedio también de una galopante ola de violencia que había estallado en todo el estado apenas la primavera anterior, aquella célebre frase: “Daré todo mi esfuerzo y más por devolver la paz y la tranquilidad a las familias tamaulipecas”. A la mañana siguiente, a las afueras del aeropuerto de Ciudad Victoria, se cometería el atentado a punta de metralla que los privó de la vida a él y a sus escoltas.
Pero de aquello, de todo aquello, a lo de este martes 24 de mayo en Tampico, hay una diferencia mucho muy grande: enorme. Bestial. Lea nomás usted: “El día uno de mi mandato será recordado como el día en que pusimos en marcha la más grande estrategia del país en contra de la delincuencia”. O sea, ¿en qué términos habla este señor? ¿En tiempo pretérito mezclado con futuro, pero jamás en presente…? Ahora, ¿en verdad pretendía que alguien creyera que podría hacer algo superior a lo que ha hecho o intentado hacer ya el gobierno de la república como estrategia nacional de seguridad? Vamos, la voz le temblaba por momentos, en otros parecía que se le iba a quebrar como con ganas de llorar, pero la mayor parte del discurso de plano estuvo trastabillando, equivocándose al hablar. Ejemplo: “… los que no quieran tomar, los que quieran tomar lo que no es suyo, que le piensen dos veces…” En otras, de plano y gracias a la pequeña ayuda de su amigo el que le escribió el texto, acabó dando a entender, con todas sus letras, que era el subconsciente no el que lo estaba traicionando, sino el que le dictaba su disertación: “No seremos un gobierno encubridor: ¡Nada más alejado de la realidad!”
Fue una serie de pronunciamientos enumerados con los que, según él, rompía o por lo menos quería hacer creer que se daba esa ruptura entre su candidatura y el “status quo”, representado por los exgobernadores e incluso el mandatario actual: “Se acabó el ‘aquí no pasa nada’”, dijo al inicio. Y la supuesta “bomba”, el “arma secreta”, su as bajo la manga, a dos semanas del final de la etapa de campañas, fue esta: “Que quede claro, el candidato soy yo mero, no soy Tomás, no soy Eugenio, no soy Egidio”, como para refrescarles la memoria a quienes ya se habían olvidado de esa foto que tanto estuvo circulando en redes sociales apenas se dio su destape, hace ya meses, y en la cual se le ve al lado del otrora mandatario Eugenio Hernández Flores, formado en hilera también junto a una figura muy gris y de lentes, casi inadvertida y a la que hoy los tamaulipecos reconocen con el nombre de Egidio Torre Cantú, y poniendo atención al entonces gobernador y actualmente perseguido por la Interpol, Tomás Yárrington Ruvalcaba. Después de esto, los chistes de gallegos perdieron para siempre todo sentido en Tamaulipas. Y sin embargo no fue nada de eso lo más lastimero, lo más patético, lo más autoflagelante del discurso de Baltazar Hinojosa al mediodía del martes 24 de mayo en el Centro de Convenciones de Tampico. Lo mejor, para quienes son sus verdaderos opositores, y opositores al régimen político en este estado, en Tamaulipas, fueron estas palabras, verdaderas joyas de la corona: “¡No soy ni jamás seré Francisco García Cabeza de Vaca!”