Opinión

El Filósofo de Güémez / Día del Niño

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El místico contemplativo francés Charles de Foucauld, con preclara sapiencia afirmó: “Prefiero el ingenuo canto de un niño a la más bella música del mundo; ese canto –como el alba– contiene toda esperanza.”

HOY que en el calendario cívico es el Día del Niño, el viejo Filósofo, confirma su tesis de que un niño, es la obra maestra de la creación, ilumina la vida con su sonrisa, aligera la carga del camino con su sana alegría, vive en el aquí y el ahora, ejerce el poder del perdón con una alquímica facilidad.

Cada nuevo amanecer en el niño se aviva la esperanza, es su fiel compañera, encuentra en su alma la eterna primavera, que viene de la mano la más bella aurora, que lo lleva a amar sin condición, a ver las cosas buenas de la vida, dándole sentido a su existir, paz y tranquilidad a sus sueños, lo lleva a no rendirse, a luchar, a perseverar en busca de sus sueños… a ser inmensamente feliz.

Un niño, es una escuela de sabiduría, cuando tropieza, no busca culpables, llora, se levanta y sigue adelante; disfruta los sonidos, los olores, los colores, los paisajes; no sigue la razón, escucha la voz de su corazón y vibra con la intuición, que lo conecta con su Maestro Divino.

Un niño siempre tiene un motivo para vivir, reconoce que cada mañana Dios renueva la esperanza en la fuerza invencible del amor a la vida, se sorprende al descubrir la magia del universo, que se centra en el milagro de la vida.

Todos tenemos en nuestro interior un niño, el de nuestra infancia, ese que es nuestro fiel compañero; detrás de una personalidad de adulto que quieres ser política y socialmente perfecto, se esconde el brillo, la alegría, el amor de un niño, cuando somos capaces de reconocerlo y amarlo, se renueva nuestra fe, energía y esperanza de construir un mundo mejor.

El niño interior confía en la vida, se da permiso de vivir a plenitud, sonríe, goza de una alegría permanente, rechaza la violencia, se aleja de la maldad, vive el milagro del HOY intensamente, no conoce los rencores, ama más, odia menos, para él, el más modesto alimento, es el platillo más suculento, hace a un lado el protocolo, tiene muy arraigado el don de dar, dar amor, dar una sonrisa, dar alegría, su vida se pasa en dar.

Cuando lanzas al aire a un bebé, el niño sonríe, porque sabe que no lo vas a dejar caer, porque confía y cuando confías, el universo conspira a tu favor, por eso un niño es un ser maravilloso, incansable, sonríe hasta 500 veces al día, evita la lógica, vibra en lo más profundo de sus sentimientos con el amor incondicional.

Un niño es seguro de sí mismo; se da permiso de equivocarse, es la manera más simple de aprender para crecer; entiende cada minuto de la vida como un privilegio para vivir; va diariamente al encuentro con su felicidad.

Para un niño no hay límites, todo lo que hace, lo llena de su pasión, de su energía vital, inicia su mañana con alegría y por la noche encuentra un sueño reparador, porque vivió su día, sin términos medios, a plenitud, gozando de una conciencia tranquila.

En éste Día del Niño, DATE PERMISO DE atraer a tu vida, los recuerdos de tu niño interior, ese que habita en lo más profundo del alma, habrá una conexión impresionante entre la mente, cuerpo y espíritu que te alineará con el universo, haciéndote recipiendario de los cientos de dones, bienes y bendiciones que la vida tiene para ti.

El desaliento que se extiende por el mundo, es la consecuencia de la desconexión con el niño interior, de vivir distanciados, alejados, exiliados, olvidados, desalineados, desconectados de nuestro niño interior.

El niño esta íntimamente vinculado a la naturaleza, cada problema pierde importancia, por eso vive sus alegrías, disfruta la vida, olvida las penas, siente su dicha, contagia su entusiasmo, que es la fuente eterna de bienestar para la mente-cuerpo-alma.

A propósito del buen sentido del humor del mexicano, “estaban en clase un grupo de niños y la maestra dice:

— Para mañana quiero que me traigan los cambios que hayan hecho en su barrio.

Al día siguiente, la profesora les dice a las alumnas:

— Ustedes saben que Pepito es muy pícaro, así que cuando le toque el turno se levantan y se salen del salón.

Empieza la clase y la profesora dice: — A ver Anacorita ¿Qué cambio hubo en tu barrio?

— Que han pintado todas las fachadas.

— Muy bien y tu Simpliana ¿Qué cambio hubo en tu barrio?

— Que abrieron un supermercado y mi mamá no tiene que ir tan lejos para comprar.

— A ver Pepito ¿Qué cambio hubo en tu barrio?

— Que en la esquina abrieron un table dance.

Las alumnas se levantan y se disponen a salir de clase, entonces Pepito dice:

— ¿A dónde van?… ¡TODAVÍA NO ESTÁ ABIERTO!”

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