“Todo llega en el momento preciso… ten paciencia”, el tiempo, que es un sabio maestro de vida, te enseña que la paciencia, es el arte de la paz del alma, que te conduce a conquistar tus sueños.
La paciencia, te lleva a no vivir vanamente, porque tiene la virtud de hacer del tiempo y de ti mismo, tu mejor amigo; fortalece tus fortalezas; saca a flote talentos y virtudes que permanecían ocultos, que desconocías; te lleva a perseverar, si acaso a descansar, pero no a claudicar, a jamás darte por vencido.
La paciencia, es una fuerza que nace del espíritu indomable que hay en ti, que te enseña que cada hora que pasa falta menos que antes; te invita a aguardar para saber cuándo hay que dar el primer paso.
La paciencia, “es más fuerte que el poder y que la fuerza; vigoriza tu voluntad; despierta tus sentidos; te da sentido del logro; te enseña que el camino puede ser a veces doloroso, en otras escabroso, pero al final de la jornada, te da la íntima satisfacción de que esperar a valido la pena; te lleva a escribir una historia espectacular… la de tu vida”
La paciencia va de la mano del silencio interior, que tiene la magia de conectarte con el universo, despertando tu confianza, elevando tu FE, llevándote a iniciar de nuevo, pero con más fortaleza y con autoestima enriquecida; a no dudar ni un ápice de que lo que viene es lo mejor, porque has sido paciente y no te has dado por vencido.
Paciencia, “es mucho más que esperar en la inacción, es mientras esperas que sea tu tiempo, liberar cargas negativas que estorban tu crecimiento físico y evolución espiritual, es trabajar con entusiasmo, mantener esa pasión que todo lo puede y todo lo trasforma”
Paciencia, es una actitud fundamentalmente espiritual que te lleva a saber que “Creer, es crear”, es creer en ti mismo, es darle tiempo al tiempo y DARTE PERMISO DE crear un sueño y generar emociones, actitudes y pensamientos positivos en tu santa trinidad: mente-cuerpo-alma, la paciencia te encuentra con tu destino que es amar, ser amado y ser profundamente feliz.
A propósito, “están en una cafetería un inglés, un alemán y dos mexicanos viendo el futbol y tomándose un café. De pronto el inglés dice:
— ¡Oigan!, ¿no les parece que el que está ahí en frente es Jesucristo?
— No digas tonterías, qué va a ser Jesucristo, –le responden los otros.
Insiste el inglés que es igualito: — La barba, la túnica… ¡Estoy seguro que es Jesucristo!
Sin pensárselo un segundo más, el inglés se levanta, se va hacia el hombre de la mesa y le insiste tanto, que el hombre le susurra:
— Escucha, efectivamente soy Jesucristo, pero te pido por favor, habla bajito y no se lo digas a nadie porque como los demás se enteren, se va a formar un escándalo impresionante en la cafetería.
Entonces, el inglés, loco de emoción, le dice bajito al oído:
— Mira, tengo una lesión en la espalda que me hice de pequeño haciendo deporte. Por favor, cúrame.
Jesucristo le pone la mano sobre la espalda y le cura. Acto seguido el inglés se va a su mesa y, claro, le cuenta el milagro al alemán y a los mexicanos.
El alemán, sin poder contenerse, se levanta y va hasta la mesa de Jesucristo y le dice:
— ¡Oye!, que me ha dicho mi amigo que tú eres Jesucristo. Tengo un ojo de cristal, por favor cúrame.
Jesucristo le pone la mano en el ojo y se lo cura. Entonces el alemán se va a su mesa y se lo cuenta a los dos mexicanos.
Jesucristo empieza a pensar que en breves instantes llegarán con el los dos mexicanos, queriendo, como todos, que los cure, pero pasa el tiempo y no van. Entonces Jesucristo, ya picado por la curiosidad, se levanta y se va hacia la mesa donde están los cuatro, y poniéndole sus manos en el hombro a los dos mexicanos les pregunta:
— Oigan, ¿Y ustedes por qué no…?
Los mexicanos saltan de la silla y apartándose rápidamente le dicen:
— ¡Eh, eh, eeehhhh! ¡Sin tocar, sin tocar…! ¡TRAEMOS INCAPACIDAD MÉDICA DEL ISSSTE Y DEL SEGURO!”
