Nadie dice que se va de su país, solo por querer vivir en otro. Esa es la frase que un inmigrante utilizó al dar su testimonio sobre el Día Internacional de Migrantes que se celebró este 18 de diciembre.
Es verdad, las personas sienten arraigo por la tierra en la que nacieron, en la que se desarrollaron como personas y en su ambiente familiar., con todo y sus vicisitudes.
Martha, una migrante, tuvo que ver partir a su esposo a Estados Unidos, por cartas o por teléfono se comunicaban. Cuando su esposo se marchó a trabajar en la pizca de manzana, ya tenían un hijo, que creció sin la figura paterna, por muchos años. Martha constantemente recogía el dinero que le mandaba su pareja, con eso empezó a construir una pequeña casa, cada día se iba a cumplir con las tareas que le correspondían a su marido, en el rancho de su madre.
La migrante partía cada mañana para recorrer un par de kilómetros a pie, para llenar las piletas de agua para el poco ganado que aún conservaba su suegra.
Martha se guardaba las ganas físicas y emocionales de estar con su marido, quien regresaba a México cada año o más.
No se sentía feliz, pues no hay como el contacto humano para sentirte bien, hasta que un día, después de varios años de vivir separados por la falta de documentos, decidieron que se irían juntos y se aventuraron a cruzar el desierto. Fue la muerte decía Martha, quien también se había llevado a su hijo.
La pareja trabajó por muchos años en la pizca, ahora ambos, incluso sus dos hijos, uno nacido allá., viven con documentos en regla.
Marta visita México, lo hacía más, cuando su madre vivía. En una de esas visitas pudo sostenerla en brazos antes de morir.
Su hermano, un poco menor que ella, también se fue a Estados Unidos, cruzó, trabajó y después de algunos años también obtuvo sus documentos, él no alcanzó a ver a su madre con vida, viajó varias horas en avión para asistir a su funeral, su madre lo recordaba con gran tristeza, pues ella no tenía visa para cruzar y cuando la tuvo no fue posible verlo.
El hermano menor también cruzó para buscar el sueño americano, vivía un poco más cerca de su madre y ambos se frecuentaban.
Marta y sus hermanos no se fueron por querer vivir en otro país, se fueron porque hace tres décadas, en México no había oportunidades de trabajo, porque ganar dólares siempre a sido mejor que ganar un sueldo mínimo y en pesos.
Se fueron sin querer, pensando en regresar un día a la tierra donde nacieron. Añoraban regresar a México, pero con los años, muchas cosas han pasado, la vida que conocieron cambió.
Poco a poco las circunstancias, el desempleo y la inseguridad hicieron que reconsideraran sus ganas de regresar, mucha de la familia que conocieron ya murió, sus hijos e hijas no conocen ese mágico
México del que tanto les hablaron, su gastronomía, sus paisajes, su música. Estados Unidos, es sin querer, su nuevo país.
La migración es un fenómeno conveniente para las economías de ambos países, por un lado la mano de obra de las y los mexicanos es valiosa y necesaria en Estados Unidos y por otra, las remesas que envían a México lo son aún más.