Opinión

El Filósofo de Güémez / ¿…los hombres se van al infierno?

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La gente me pregunta: ¿por qué trato la política con humor?, “porque el humor se ha puesto de moda”, resulta cada vez más gracioso que una caricatura, es mejor que cualquiera de los chistes del afamado “Pepito”. Sin lugar a dudas, nuestros políticos nacionales han hecho que el humor sea rentable.

Cada que doy una conferencia, la gente me pide que hable de la política desde la óptica del Filósofo, será porque al reír de la política y sus políticos, encontramos el más sano resquicio de expresar el desacuerdo con la ausencia de resultados en el país, en donde quisiéramos pasar de “El sufragio efectivo… a la democracia efectiva”

Pero no ha sido sólo la eficacia y contundencia del humor, lo que nos lleva a ver través de su cristal la política nacional; también, porque mediante él, pueden tratarse los asuntos más serios del país, desde una visión que en vez de utilizar los retruécanos de la palabra o un lenguaje oropelesco, –que pocas veces se entiende–, simplifica la vida; para el mexicano el humor puede ser un correlato de la nostalgia o una excepcional manera de procesar nuestra tragedia democrática.

El tiempo me ha enseñado a encontrar la diferencia entre el chiste y el humor, ésta radica en que mientras “el chiste te hace reír; el humor te lleva a reflexionar” Y es precisamente eso lo que busco: una reflexión en voz alta, una deliberación colectiva del acontecer nacional.

Pareciese que al observar los acontecimientos políticos desde la generosa óptica que el humor provee, la ausencia de talento para la reconciliación nacional de nuestros actores políticos duele menos, nos aleja de la irritación, nos hace más piadosos con nosotros mismos… y hasta con ellos.

El humor puede tener algo de redentor, puede hacer –parafraseando a Roberto Benigni– que incluso “hasta en las grandes desgracias, nuestra vida sea un poco más bella”. Es esa predisposición de ánimo que nos es curativa, restauradora, terapéutica y sanadora, porque nos lleva a encontrarle el lado bueno a las cosas de la vida.

El humor, es una poderosa energía vital que nos ayuda a descargar las emociones negativas que nos ha sido difícil procesar, a desinflar las presiones y el estrés que la modernidad trae consigo, auxiliándonos para poner las cosas en su sitio, llevándonos a experimentar el optimismo y con él, el placer de la vida, el milagro del HOY, generando un estado excepcional de armonía y bienestar en nuestro organismo.

Deseo hacer camino al andar, viendo la cotidianidad como una cultura de amor y de humor; mientras en la vida encuentro personas que buscan victimizarse siendo fatales o trágicas, el viejo Filósofo busca como opción existencial agradecer a mi Señor, el milagro del nuevo día mediante el humor, que es la manera más sana y hasta encantadora de agradecer las bendiciones de la vida.

El humor te transmite el mensaje de que estas en el aquí y el ahora, –a pesar de todos los problemas, adversidades y sin sabores–, destinado a vivir, triunfar y ser feliz.

El viejo campesino con las enseñanzas que le han dejado los años, ha aprendido que la alegría que produce el sentido del humor, además de ser altamente terapéutica, es una evidencia de la paz y la sabiduría que anida en el interior.

A propósito de humor, el hijo del campesino de Güémez le pregunta al Filósofo:

— ¡Apá, apá!, ¿es cierto que los hombres se van al infierno?

— Los solteros hijo, –responde el Filósofo–, porque los casados… ¡LA PAGAMOS AQUÍ MISMO!

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