Opinión

El Filósofo de Güémez / ¿Con quién es la visita?

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Felicidades y bendiciones a todos los médicos.

Por Ramón Durón Ruíz

Sabiamente cuenta Dieter F. Uchtdorf que: “Había en la antigua Grecia, una carrera de relevos que se llamaba ‘lampadedromía’1. En la carrera, los corredores sostenían una antorcha en la mano y se la pasaban al siguiente corredor, hasta que el último integrante del equipo cruzaba la línea de llegada.

El premio no se otorgaba al equipo que corría más rápido, sino al primer equipo que alcanzara la meta… con su antorcha encendida.”2

La moraleja es formidable, en la vida importa mucho el principio, pero es fundamental un excelente final, lleno de luz, porque eres un ser de luz y cuando centras tu existencia en el poder ilimitado del amor incondicional, trabajas en tu trascendencia, le das sentido a tu existencia.

Cuando tu antorcha interior está llena de luz, te conectas con tu Maestro Divino, sacas a relucir tus sentidos de vida, entonces, en plena oscuridad te trasformas en un faro de luz que muestras el camino hacia las estrellas.

Cuando tu antorcha esta plena de luz, en lo más profundo de tu raíz no tienes miedo a ‘hacer camino al andar’, porque sabes que lo que viene es lo mejor para tu vida, haces a un lado los odios y rencores, que enferman y trabajas pleno de creatividad para dar con pasión y servir con humildad, porque eso te conduce a una regocijante paz interior.

Cuando te das tiempo para agradecer y amar el milagro de la vida, haces a un lado las vivencias inconexas, en automático se llena de luz tu antorcha, entonces frente a la tempestad, emana la solidaridad, de la que es ejemplo el mexicano, que a todos nos hermana, frente al dolor que genera la presencia del huracán “Patricia”.

Cuando te auto relacionas adecuadamente contigo mismo y con lo demás, la vida aviva la luz de tu antorcha, entonces se incrementa tu optimismo, desarrollando una nítida visión de tus sueños y con ella, tu actitud mental positiva, que te lleva a encontrar el norte en los intrincados caminos de cada día.

Cuando en tu alma mantienes la antorcha encendida, aprovechas al máximo tu potencial, detonas una visión positiva del presente y de futuro, –como niño–, te admiras de la majestuosidad del universo, que te enseña a justipreciar y dar las gracias por lo que eres y lo que tienes… y por el racimo de bienes que vendrán.

Agradecer el nuevo amanecer y el racimo de bendiciones que con el llegan, activan tu propia luz, dejas a un lado los temores y te alejas de buscarla afuera, porque eres capaz de verla en ti mismo, es entonces que encuentras el camino.

La muerte no es capaz de apagar la luz de tu antorcha, en tu evolución espiritual sólo la cambia a otro nivel, hay seres privilegiados, que aun después de su muerte, siguen iluminando la vida.

Cuando te las ingenias para que arda la luz de tu antorcha, enfrentas con alegría, pasión, entusiasmo, optimismo y determinación la adversidad, como por arte de magia se disipan los pensamiento, las actitudes y las emociones negativas, entonces enfrentas y vences el miedo, a la sazón sabes aprovechar al máximo tus dones y bienes, develándose lo espectacular que eres.

Cada quien es responsable de descubrir su propia luz, de tener el privilegio de mantener ardiendo la luz de su antorcha, para que su alma y su rostro irradien tanto amor incondicional y una saludable paz interior. A grado tal que sean capaces de cambiar el destino de la gente que tocan y el suyo.

Una sonrisa es la luz del alma que se traslada al rostro, para “Creer en DIOS, como el ciego cree en el sol, no porque lo vea… sino porque lo siente”, para que valores la rica tersura del universo, activando lo mejor que hay en ti y pleno de una actitud positiva, seas capaz de descubrir las lecciones que el universo tiene para ti.

Resulta que “una viejecita va a la cárcel, se presenta con el guardia que cuida la puerta principal y le dice:

— Vengo a hacer una visita conyugal.

— ¿Usted, a su edad? –dice el guardia–, pero ¿Con quién es la visita conyugal?

— ¡Con quién sea! –dice la viejita… ¡CON QUIÉN SEA!

1.- Harpers Dictionary of Classical Antiquities, 1898, “Lampadedromia”, www.perseus.tufts.edu/hopper. Pausanias describe otra carrera de antorchas en la que los portadores, posiblemente uno de cada tribu, no pasaban la antorcha a otros; pero en lo que a la lampadedromía se refiere, el ganador era el primero en llegar al final de la carrera con su antorcha aún encendida.

2.-https://www.lds.org/liahona/2015/10/finish-with-your-torch-still-lit?lang=spa

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