Opinión

MÉXICO BRAVO… Por Alberto Ídem / «¿Dónde estás, Marty McFly?»

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Un sujeto abusivo, flojo y burro. Un auténtico gandalla, un gañán, prángana, pero sobre todo: un tramposo de primera, es la fichita de personaje que figura como villano en las tres películas de «Volver al Futuro» rodadas entre veinticinco y poco más de 30 años atrás. Un gandul que no sólo obliga al prójimo a que le haga su tarea, sino que encima lo hostiga, lo intimida y agrede de mil y un formas con singular cinismo. Y así se la vive. En el peor de los escenarios, su «yo» del futuro aprovecha la presencia de una máquina del tiempo para visitarlo con el único fin de entregarle como regalo el almanaque mundial con los resultados deportivos de las últimas décadas, que para él son en realidad el tiempo venidero, y es así que el Biff Tanner viejo logra dignificar y reivindicar su propia historia gracias a la trampa, y a costa incluso de afectar en forma grave y nociva el curso de la vida a su alrededor. De modo que cuando Marty McFly, el muchacho chicho de la película, y el doctor Brown, inventor de la dichosa máquina, regresan a la época a que pertenecen, todo está hecho ya un genuino desastre: prostíbulos por aquí, casinos por allá, pandillerismo por doquier. La ciudad toda convertida en un gran giro negro, en un lugar sin ley. En tierra del vicio y el crimen donde privan el terror y la zozobra, y en la que el amo y señor es justamente el rey de la mentira y el engaño, el especialista en fraudes y abusos, que además se ha vuelto adicto a cualquier clase de sustancia desde aquel momento clave de su juventud en que el mayor de los suyos, que viene siendo la imagen de sí mismo, lo consintió al extremo y de forma ilícita, lejos de corregirlo

¿En qué momento de nuestra historia y de nuestro mundo, de nuestra propia ciudad y nuestro propio país, los «Biff Tanner» de este 2015 viajaron todos juntos a su propio y personal pasado para entregarse cada uno a sí mismo el método más tramposamente eficaz para mejorar su vida empeorando la de los demás? ¿o es que lo están haciendo apenas este 21 de octubre y hay acaso aún manera de detenerlos para cambiar de raíz esta historia triste y lamentable que como sociedad nos ha tocado vivir los últimos cinco, diez, quince… veinte años? ¡¿Dónde rayos estás, Marty McFly?!

No. Para qué jugarle a la ciencia ficción. Esta historia de terror que parece de película no la escribió ninguna máquina del tiempo, ni mucho menos la va a corregir un artefacto así, que ni siquiera existe. Los «Biff Tanner» del presente, presentes lo mismo en el control de organizaciones criminales que en sus células, e igual en las potencias bélicas que en los horripilantes linchamientos de pueblo, nacieron y se desarrollaron, mamaron, pues, de los mismos villanos del pasado que, de una u otra forma, llegamos a ser también todos como sociedad en algún momento clave de nuestra propias historias personales, jugando a ser sabios y poderosos a base de la trampa, la tranza, la mentira, el soborno, la piratería, el relajamiento de nuestras costumbres en el decir y el hacer, la pérdida de las últimas briznas de vergüenza que nos quedaban, que tal vez perdimos apostando, para colmo, o empeñándolas, que para el caso es igualmente avaricia y da lo mismo. Esos villanos de nuestra propia vida a los que vemos en el espejo y a los que, en un instante determinado, miramos a los ojos y dijimos, equivocadamente pero a sabiendas jugando al especialista: «¡Pero qué rayos importan los demás, el que importa eres tú, y el mundo que ruede como pelota…!» Justo como esta sociedad nos dice de manera individualista. Justo como más de un padre infla el autoestima de sus hijos, más que aliviarlo y ubicarlo. Y justo como, seguramente, seguirán repitiéndose a sí mismos los Biff Tanner de la política, el servicio público, el empresariado y la sociedad, que nos han dejado esta paradoja de universo alterno que nadie jamás pidió. A no ser que haya sido el viejillo ese, Biff, de «Volver al Futuro», parte 2.

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