Opinión

El Filósofo de Güémez / ¡No me dejaste ni uno!

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El héroe insurgente mexicano Vicente Guerrero dijo: “La Patria es primero” idea que fue compartida –en la alborada del siglo XIX–, en 1810 por una generación de patriotas, que veían cómo nuestra nación se encontraba en un callejón sin libertades y sin salida.

El Padre de la Patria, Don Miguel Hidalgo y Costilla, inicia nuestra lucha por la Independencia la madrugada del 16 de septiembre de 1810, en Dolores, Guanajuato y éste período de nuestra historia se cierra, el 27 de septiembre de 1821, con la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México.

La Independencia es un proceso de innovación político-económico-social, con “tres etapas sucesivas y sincrónicas: 1.- La lucha por el poder. 2.- El Triunfo, y 3.- La formación de nuevos estatus superiores de vida.”

Para José Ortega y Gasset “[La Independencia…] es propiamente un cambio de la sensibilidad vital; una […Independencia] no es una barricada, significa nuevas instituciones, nuevas costumbres, nueva ideología, un nuevo estado de ánimo”.

La Independencia, sentó las bases para que emergiera el Estado Mexicano, y con él un cambio profundo en la vida y las instituciones nacionales; del fulgor independentista emano la Constitución de 1824 y la División de Poderes.

Guardadas las debidas proporciones, al viejo Filósofo de Güémez hay cosas que no se le pueden olvidar, una de ellas es que HOY 16 de septiembre, celebramos el inicio de una gesta heroica que nos legó Patria y Libertad, como es el Grito de Dolores llevado a cabo por el Padre de la Patria.

La Independencia de México tuvo causales internas y externas; en las primeras sin duda alguna encontramos la desigualdad social en donde el clero acumulaba resentimientos y poder; los criollos se sentían menospreciados; los mestizos ignorados; los indígenas buscaban emanciparse; las castas estaban en condiciones pobrísimas y en general existía un descontento colectivo. A lo anterior habría que sumarle los onerosos impuestos y la imposibilidad del Libre Comercio con el exterior.

En las causas externas, encontramos la influencia –a pesar de la inquisición– de las ideas enciclopedistas, de la Revolución Industrial, de la Independencia de Estados Unidos, de la Revolución Francesa y del Liberalismo que en forma por demás destacada brillaba en nuestro país.

Hidalgo, el Corregidor Miguel Domínguez, Doña Josefa Ortiz, Allende, Aldama, Abasolo y un puñado de valientes insurgentes, después de ser descubierta la Conspiración de Querétaro, tomaron la decisión de adelantarla en la madrugada del 16 de septiembre.

En la Nueva España, a diferencia del resto de los países de América que aprovechando la debilidad de España luchaban por su Independencia; Hidalgo, era sacerdote y no militar, mucho menos experto en estrategias castrenses, como el resto de los libertadores del continente.

Aunque los próceres libertarios que iniciaron el movimiento libertario no verían culminada su obra, su lucha permitió la abolición de la esclavitud; la Libertad para autogobernarnos; la expedición de la Constitución de Apatzingán que establecía la República y rechazaba la Monarquía, que proclamaba la igualdad de todos ante la Ley; la soberanía popular; la división de poderes en la que el Poder Ejecutivo recaía en Morelos, que declaraba los Derechos fundamentales del hombre y del ciudadano, en síntesis se conquistaba con sangre, sudor y lágrimas la ansiada Independencia de México.

Lo anterior me recuerda la ocasión aquella en la que en Güémez se celebraban las fiestas patrias, con tal motivo el pueblo entero se había volcado a la plaza que vestía sus mejores galas, el presidente municipal andaba como niño con juguete nuevo en la explanada saludando a los concurrentes, cuando desde el balcón principal el maestro de ceremonias después de soplar en el micrófono y del ‘bueno, bueno, bueno, probando, probando, probando’, –que acostumbran quienes hacen uso de la palabra en los ejidos–, con voz envidiablemente modulado dijo:

–– Señoras y señores, nos encontramos en éste evento, en el que en unos momentos más nuestro querido Presidente Municipal habrá de dar el grito de Independencia, como nuestro líder político, habrá de invitarnos a repetir con él ¡Viva Hidalgo!… ¡Viva! –repitió emocionada la multitud.

¡Viva Morelos!… ¡Viva!, ¡Viva Allende!… ¡Viva! –continuó respondiendo el gentío–,

¡Viva Doña Josefa Ortiz de Domínguez!, ¡Viva!

El presidente municipal al ver lo anterior presurosamente emprendió la carrera hacia el balcón del Ayuntamiento llegando hasta el maestro de ceremonias que continuaba: ¡Viva los Héroes que nos dieron Patria y Libertad!, ¡VIVA!

Todo agitado por haber corrido: ¡jijo de la tiznada! –dijo el edil municipal al maestro de ceremonias–, ¡YA NO ME DEJASTE NI UNO!

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